Alguien dijo que somos nómadas, más de lo que pensamos y muchas veces a la fuerza.
Llegué a este barrio en Abril en pleno confinamiento. Se respiraba  tensión como si algo invisible nos vigilara y nos persiguiera, nada más poner un pie en la calle.

Y cuando no era ese algo invisible, eran los mismos vecinos desde sus balcones. 
los bebés en sus carritos dejaron de ver sonrisas y todos nos volvimos espectros.

Cómo venganza, la naturaleza sacó partido. Especies de aves casi extinguidas y otros animales, empezaron a ocupar nuestro lugar en las calles, haciendo que todo pareciera bello, como mágico. Seres mitológicos saliendo de sus escondites, aprovechando nuestro recogimiento. 
Para muchos el silencio hacia un ruido atroz que no sabían cómo acallar y casi se volvieron locos.

Mientras yo, ajena a las noticias, observaba los distintos tonos de verde, según el modo en que los rayos del sol incidían en las hojas de los árboles. Y en el mecer dulce de sus ramas cuando soplaba el viento.

La muerte altanera, sacó su agenda de flores por primavera y fue tachando sin miramientos, ¿Quién le iba a decir a más de uno que llegarían hasta aquí? El destino está escrito, por supuesto. Y los dioses tiraron los dados.

Hay quienes viajan a lugares exóticos y hay quienes prefieren hurgar en su interior, sea como fuere, la intención es la misma: Reencontrarse, conocerse.

Por aquellos días, la contemplación y la meditación se convirtieron en rutinas diarias y como la zanahoria que se le pone delante al caballo, encontré en estas prácticas un alivio espiritual sanador y placentero. Algo que, por lo demás, hacía que las horas pasaran más rápidamente.

Retome la lectura con avidez, dejé de fumar, me preparé platos con dedicación y mimos utilizando buenos productos, e instalé en mi día a día una tabla de ejercicios.

Llegué a la conclusión de que todo ello no servía para mucho teniendo en cuenta que vamos hacia la muerte, irremediablemente, más sin embargo no hay que dejar de hacerlo. Es más, lo recomendaría encarecidamente.
pues como dijo el filósofo: Haríamos bien en repetirnos tres veces al día, como prescripción médica, “Vamos a morir”

Muchos no seremos los mismos después de esto.

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