Los de la calle.

Los de la calle.

AndreaAG

09/12/2020

En la calle donde perdí mi inocencia, se despertó mi rebeldía. A golpes me enseñó que solo los más fuertes sobreviven y no hay lugar para los débiles. Algunos crecimos en ella sin opción a esquivarla y pudimos ver desde dentro la cara más fea de la vida. Donde la ilegalidad reina, la violencia y las peores fechorias. No hay escapatoria para los que quieren pasar de puntillas. Cuando cae la noche solo quedan los lobos. Y los que tanto amamos la luna. Porque no hay mejor escuela que la pobreza, la muchedumbre y la picardía. Todo lo que no se debe aprender es lo que acabamos siendo. Pero también te enseña a ser amigo del que duerme en un banco, a comprarle un bocadillo al que se muere de hambre, a ser felices sin tecnología subidos en una bicicleta. En la calle donde se esconden los mayores secretos que jamás conté, también se hallan los primeros besos que me robaron, las carcajadas que te acaban ahogando, las borracheras nubladas que siempre recordaré. En ella descubrí el yin y el yang que habita en mi corazón. Porque mis monstruos tuvieron que luchar para no quedarme atrapada. Para poder salir de ella con todo lo aprendido y saber decirle adios con todo el amor de mi alma. Y es que crecí y nací siendo de calle pero la calle me enseñó que incluso ella tiene fecha de caducidad en los ciclos de la vida. Y siempre será esa vieja amiga que me haga recordar mi lado más salvaje. La guerrera que ahora soy gracias a ella. No siento frío ni miedo, no hay nada que pueda paralizarme. Pues a golpes y a la fuerza en la calle se hacen los duros. Eso de lo que mucha gente huye, yo lo viví con orgullo. No soy ni seré mejor que nadie pero si volviera a nacer elegiría volver a crecer en ella. Para ver a los mentirosos venir, oler el engaño, saber el precio de las cosas, incluso el de tus actos. Eso si se paga caro. Para persistir y resistir incluso cuando la tormenta no cesa. Los valientes sabemos que es mejor mojarse que utilizar paraguas. También  a dar la mano al que lo necesita, a no mirar por encima del hombro al que tiene menos que tú. Los que venimos de la calle sabemos que todos somos iguales y no importa ni la ropa ni el dinero. Que al final todos acabamos en la misma caja. Pero lo más importante que me enseño fue a vivir con humildad sabiendo que el que está arriba pronto caerá y el que esta bajo en el momento menos pensado te puede mirar desde arriba. En resumidas cuentas, me enseñó lo más crudo y más hermoso de la vida. 

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