-Vos, me estás tomando el pelo, loco? -se escuchó aquel domingo navideño antes del primer disparo que nadie vio venir. La señora Reyneaga cruzaba la entrada del octaedro habitacional cuando un nuevo proyectil vaciaba su cabeza. El alcohólico del 304 creyó que el sonido invisible que lo transpasaba era producto del delirium tremen; mientras la vecina tetona y minifalda con celulitis salió al balcón segundos antes del impacto propio. Así, uno tras otro. 

-Vos me estás tomando el pelo, loco? -había gritado la argentina del 107 antes de caer mortalmente manchando el suelo ya manchado de ese ocre sucio, típico de los octaedros de la región. Nadie, ni el haitiano emigrante, ni el odontólogo gay, ni el barbón estilo vintage que miraba furtivamente, cada mañana, al odontólogo gay…supieron nunca del proyectil que mató a su vecina argenta; y mucho menos, de la presencia del ristre que los fulminó a todos aquella navidad sangrienta.

-Vos me estás tomando el pelo, loco? dijo la argentina al escuchar la sentencia del casero. -Si no me pagaban antes del día 24, prometí matarlos a todos!  -Vos me estás tomando el pelo, loco?… y la frase fue cercenada por la masacre de los vecinos incumplidos.

-No te tomo el pelo, loca; -dijo el casero recogiendo el cartucho que había iniciado la matanza. -Les tomo la vida por no creer mis palabras cuando exijo lo que me pertenece.

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