Estaba apurada; no podía tomar el colectivo; no soy pasajera esencial. Intenté que me lleve de prepo; pero se negó a hacerlo. Fui hasta la esquina y justo venía un taxi a media cuadra. Lo paré y me subí a pesar de que el chofer no tenía barbijo. Le dije: – Necesito ir hasta Humahuaca y Gascón. -Ok, me respondió secamente. Dobló en la siguiente calle, y pisó el acelerador a fondo de tal manera, que abroché el cinturón de seguridad con apuro. Traté de pensar en otra cosa; pero ya no podía divisar las fachadas de las casas y departamentos que corrían más rápido que nosotros. Me empecé a marear, dimos 5 vueltas, me estaba desvaneciendo. Le grité: – Por favor pare, me bajo. Se puso todo negro a mi alrededor. En eso sentí que el vehículo paró, abrí la puerta, y descendí del auto. No reconocí nada de lo que me rodeaba. No era el lugar a dónde me dirigía. No sentía mi
cuerpo. Todo era extraño. Habían 5 calles con 5 edificios con 5 puertas con 5 colores. Había llegado al final de mi recorrido.
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