El mundo es un tanto más peligroso, un tanto más inestable que antes, la sociedad humana sucumbe hoy ante la ferocidad del terror.

ayer salí de casa a por provisiones, mi esposa y mis hijos me despidieron como a quien va a ala guerra, recuerdo que en sus ojos ahora brillaba el destello de un miedo nuevo, diferente a cualquier otro, un miedo novel, oscuro, siniestro y fiero.

las calles de mi ciudad habían sido barridas por la desolación, solo hacía falta la bola de paja propia de los pueblos fantasmas de las películas de vaqueros.

conducía adentrándome a los resquicios inexorables de la duda, las pocas personas que encontraba padecían de la misma enfermedad que todos, miedo por lo que traería el futuro.

a lo lejos se veían como siluetas difusas y al acercarme un poco más, estas figuras tomaban mucha más estructura y tornaban a convertirse en hombres de parafina como hijos de Hefesto, quemándose entre ellos, fundiéndose todos en la perpetuidad de un miedo que ahora parece mucho más longevo y anacrónico que la misma raza humana.

Esa tarde volví a ver a mi madre, aunque no pude darle él beso que quería darle, el mismo que una noche antes, había soñado y lo había lanzado en seco a la pared de mis nebulosidades de orinonauta.

Había soñado que le abrazaba y le amaba, le añoraba como nunca, a morir.

La encontré sentada en una nube en la cima de mi rem. Me despedí de ella sin hacerlo, sin decirlo, sin quererlo, “se que volveré a verte mamá”

Al regresar a casa con la cajuela del coche repleta de víveres mi ser fue tomado por asalto por cuitas dolorosas al pensar que yo era muy afortunado por poder salir a comprar alimento para mi familia, estaba seguro que esa noche ni las próximas siguientes mi familia y yo no pernoctaríamos con hambre.

¿Pero y los otros? ¿Aquellos que no tienen la posibilidad de procurarse un mercado? ¿Aquellos que hasta esta hora no han siquiera prendido el fogón? Aquellos que aunque no conozco sus penas me hieren y sufro por ellas, y me desvelen y me hacen cavilar tratando inútilmente de encontrar una solución, sus penas ahora muy quedas han llamado a mi puerta, es como si el dolor y las angustia que sufren se pudiesen transmutar, como si el dolor que viven aquellas personas que no pueden poner un poco de comida en la boca de sus hijos no fuese inalienable y única, un poderoso dolor de muchos en este mundo de indolentes…

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