Cada amanecer nos sorprendía con un nuevo paisaje
Que nos retenía tan solo unas horas…la carretera nos llamaba
Y nosotros, obedientes, la seguíamos hacia un nuevo destino
A veces uno de los dos se perdía durante unas horas, al
volver nadie preguntaba, la ruta nos estaba esperando.
Pero la sal de aquel Babel nos convirtió en estatuas,
contemplando la última puesta de sol que compartimos
Tu adiós jugó con el reflejo de las nubes cuando reemprendí
mi viaje
Ahora sigo buscando atardeceres en algún lugar donde
convertirme en estatua de sal.
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