Relámpago con sabor a chocolate.

Relámpago con sabor a chocolate.

De la nada, surge la pausa. El paladar de aquel niño se estremece al saborear el recuerdo, pues tirita de frío cada una de sus uniones moleculares, ya reprenderá su padre, pero el jugar en la lluvia es lo segundo favorito de su existencia. Entre las goteras emocionales y el solventar del tic-tac,  llena sus manos con un regalo de la vida, unas manos sabor a bienvenida que siempre serán bidireccionales;

– Gracias mamá.

    El vapor que emite la taza de chocolate amargo, que levemente golpeaba su lengua con la espesura y calor, el cual prepara directamente de su seno, su madre, lo reconforta, lo abraza y lo embelesa.

    Pero eso no es todo, lo lleva al futuro, aquí, directamente frente al papel junto a mí, donde narra en sentido de prosa la sensación y la pausa del latido al percibir con su entonces inocencia, cuanto amor cabía en una taza. Tantos pasos dados para retornar al recuerdo, de la lluvia golpeando el suelo, el cantar del tejado, los pájaros silenciados y los árboles con su propia voz, el olor etéreo, los cordones sin anudar y una vida por vivir.

    Todo es resumido en quemarme los dedos, al remojar el pan en el chocolate. Una nube húmeda, sabor infinito que se desmenuzaba en mi boca y hacía cerrar mis ojos olvidándose el tiempo, la ausencia o el dolor. Recuerdo hoy, como mi abuela siempre me recibió con una taza de chocolate y queso. Queso que se fundía y parecía una telaraña al querer bucear en su búsqueda, y me da placer confesar, que siempre quise ser araña en él, puesto que el tiempo, allí parecía no ocurrir, allí se quedaban siempre los abrazos dados, el olor a familia y la necesidad de un beso que siempre reconfortaba.

    Soy aquel niño, que se desborda frente a las tazas de chocolate. Y ante la ausencia de mi abuela, sé que ella está aquí, siempre cálida y dispuesta a llevarse mi dolor en el sabor chocolate, que hoy comparto con tono soledad, pues mi madre y ella, serán siempre ese amor a medida de un abrazo lluvia.

    Que justifica quizá, el que aquel niño salga a jugar con la lluvia, con la única finalidad de revivir una y otra vez, ese regaño tierno con sabor a chocolate.

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