UN POEMA CUÁNTICO
Yo no puedo escribir poesía.
Soy demasiado frío y analítico.
No digas tonterías.
Poe aplicó a la narrativa
el método deductivo
y también escribió poesía.
Yo no puedo escribir poesía.
Soy demasiado indeciso.
No digas tonterías.
Schrödinger nunca supo
si su gato vivía o moría,
y escribió candentes cenizas.
Yo no puedo escribir poesía.
Soy demasiado cínico.
Si a veces no sé si soy la cara o la cruz
de una moneda que gira en el aire.
No digas tonterías.
¿Qué hay más poético que una superposición?
Eres la moneda dando vueltas,
un retruécano construido al alimón.
Yo no puedo escribir poesía.
No sabría utilizar palabras especiales
como urdimbre, como azogue, como cachivache
Todas mis estrofas serían crípticas.
No digas tonterías.
Dos vidas pueden estar unidas
entrelazadas en una sola narrativa.
Girando una hacia abajo,
girando la otra hacia arriba
y sin embargo sincronizadas.
Un entrelazamiento
no es más que una urdimbre
con un nombre más pequeño
Yo no puedo escribir poesía.
Intento escuchar mi voz interior,
lo que me susurran las tripas
y solo escucho un ruido atronador.
No digas tonterías ¿desde cuándo piensas
que no son poéticas las interferencias?
¿Qué hay más llamativo
que un nudo en la garganta,
en el estómago, en el ombligo,
en cualquier partícula cuántica?
Yo no sabría escribir poesía,
si se trata de que la poesía no se pierda,
No hay mejor manera de encriptar el conocimiento
que escribir un libro con él
y nunca fue tan difícil encontrar poesía
entre tantos poemarios.
TODOS POETAS
Todos son poetas
Los cantautores son poetas
Las modelos son poetisas, los rockeros
Los presentadores de telediarios
Las fans de los cantautores, los raperos
Influencers, youtubers,
Las novias de los presentadores y los reporteros
Yo soy poeta (pues subete la bragueta)
Todos somos poetas
Porque la poesía nunca fue de quien la escribe
si no de quien la necesita
Y ahora la necesita el Planeta
Los políticos atractivos escriben versos
en lugar de ser versos sueltos.
Toda la gente guapa es poeta.
Escribe con voz propia de carpeta
y ya en ningún poema
a parece gente fea
nadie da un manotazo
en la mesa lírica del planeta.
No hay gordos con talento, ni presos melancólicos,
no hay mujeres con miedo ni obsesiones,
ni extranjeros desorientados, ni sedientos refugiados.
Ni miedos, ni frustraciones,
Ni rimas
Ni poesía.
LO QUE PUEDO DECIR DE MI
Puedo decir de mí que fui medalla de plata olímpica de baloncesto
Con una pelota de goma y un aro para sujetar tiestos
En el patio de la casa del pueblo de mis abuelos.
Siempre me hizo más gracia,
La palabra lemniscata
Que un chiste de Cruz y Raya.
Y mi abuela me gritaba
cuando me dejaba las deportivas semienterradas
en el parquet del salón.
Puedo decir de mí que siempre quise ser poeta
Pero se debe tener voz propia y no sé qué decir.
Que dudo a menudo.
Que levanto rascacielos de hormigón desarmado
altos como dudas.
Puedo decir de mí, decir, no sé qué puedo decir
Quizás se me ocurra más tarde
Y volveré al poema
Como quien vuelve a reciclarse
a un curso subvencionado
o a una escuela de metáforas
Volveré para corregir los versos de forma impostada.
Una impostura que será mi voz propia
como la de un clásico o un viejo rockero,
un inventor de reglas nemotécnicas
o un diseñador de maquinas de escribir eléctricas
Como la de un subcampeón olímpico
al que se le ha caído la pelota en tu jardín.
SURREALISMO
Desahucio arquitectos desdibujados
gesticulando surrealismo neumático.
Inoculaste veinticuatro anticuerpos
cuestionando pandemoniums depurativos.
Desvirtuados refugiados desquiciados
anduvieron resucitando reconquistas,
desdibujaron meticulosas ilustraciones
enunciando entusiasmados catequismos.
Auténticos auditores reproducirán
mutaciones, alucinaciones consecutivas.
Autocines educativos, aceitunos descuartizados
columpiándose suavecito.
Abaniquemos riachuelos freudianos.
Maquillemos cuadernillos, alquilemos sensualismo,
Abdiquemos. Dialoguemos. Disfrutaremos.
ANHÍDRIDO DISTÓPICO
No te satisface lo que conlleva esfuerzo,
según los psicoanalistas.
Y Schrödinger nunca hizo experimentos
con serpientes venenosas.
Siempre que tengo algo de tiempo
hago estudios observacionales
sobre el discurrir del aburrimiento
y busco el mínimo común múltiplo
de todas mis contradicciones
y la inacción de procastinar.
Sin éxito
He dibujado en esta cama
una hipérbole y ninguna épica.
Aparentemente soy yo
el autor de todas mis tesis
las cuales no conllevaron ningún esfuerzo
ni ningún placer.
Y Schrödinger cuando quiso matar el tiempo
– constante como Planck –
lo metió en una caja y escribió un poemario
en el que no aparecía ningún gato.
REPARTO
Antonio Buonamontti: técnico de estructuras del arquitecto de la Torre de Pisa.
Thomas Midgley: inventor de los gases CFC, destructor de la capa de ozono, añadió plomo a la gasolina. Quizás el responsable de más muertes en la historia. Inhalaba plomo en las ruedas de prensa. Aquejado de problemas neuronales. Diseñador de un sistema de poleas para mejorar su movilidad en su cama que provocará su muerte por ahorcamiento.
Mariana Valentina: mujer de la limpieza de la Capilla Sixtina durante años. Sigue mirando al techo un rato cada día, mientras en los auriculares de su walkman suena Nat King Cole.
Antonio Meucci: inventor del teléfono fijo, no aparecía en mis libros de texto y nadie dijo ni dirá de él jamás que había cambiado el mundo.
Cristina Elgorriaga: heredera de una industria de chocolate. Primera monja en denunciar un un cura por abusos infantiles.
Hedy Lamarr: Inventora del sistema wi-fi, primera mujer en salir desnuda en una película y representar un orgasmo.
Dejen sus móviles sobre la mesa, comienza la función,
Ustedes son perfectos desconocidos.
UTOPIA
Utopía es un lugar que existe en un poema de Eduardo Galeano. Un poema de Eduardo Galeano es un microrrelato en el que una luciérnaga busca la tuerca de un pendiente.
Cada tuerca perdida es un lóbulo en libertad. Libertad es un llavero con las llaves de las casas de tus amigos y el nombre de la prisión de la ciudad en la que nació Galeano. Los amigos de Eduardo son poetas en el exilio. Eduardo Galeano es un poeta que hace periodismo y canciones sobre hormigas y cigarras, y ranitas que cantan a coro versos de Eduardo Galeano sobre las paredes que aun quedan blancas. En el barrio en el que se exilia Eduardo Galeano los locos – ¿y por qué no las locas? – tienen alas de gamuza translúcida y van a la escuela a estudiar boca abajo.
Cuando Eduardo Galeano sale a pasear, los nadies le saludan y le prestan su voz y el hace poesía con su silencio. Eduardo Galeano es un hombre viejo que vive en Montevideo, al que todo el mundo escucha y apenas sale en las televisiones.
Utopía es un lugar que existe en un poema de Eduardo Galeano. Un poema de Eduardo Galeano es un soniquete que repiten sus enemigos en sus discursos para las nubes. Una nube es una duda con forma de nube. Otro mundo es posible en una fábula de Eduardo Galeano cantada por Serrat o recitada por una negra con voz ancestral y aliento a fresas furtivas.
Utopía es un lugar que existe en un poema de Eduardo Galeano. Un lugar que existe en un poema de Galeano es un río en el que nunca se ha bañado Heráclito. Es un amante que abandona con un solo calcetín un hotel de paso. Nadie se baña dos veces en el mismo hotel de paso. Utopía son dos amantes que dan un pasito el uno hacia el otro y cuantos más pasitos dan el uno hacia el otro, más se alejan.
“Lo asombroso de las células no es que las cosas vayan mal a veces sino que consigan que todo vaya tan bien durante décadas seguidas.” Bill Bryson, Una breve historia de casi todo
MUERTE CELULAR PROGRAMADA
En la sala de espera de un hospital oncológico
se sabe quiénes son los pacientes en tratamiento
y quienes los circunstanciales.
Los habituales ya se conocen y se saludan
y comentan sus avances o sus retrocesos,
sus dosis de cóctel de quimio,
sus biopsias y sus cirugías invasivas,
sus bombardeos radioactivos,
Y siempre se sabe quién es el enfermo y quién el acompañante.
Una cosa he de decir: las salas de espera
de las unidades de tratamiento contra el cáncer
son los extremos del mundo y de la vida,
las terminales de llegada o salida
de aviones que siempre van con retraso,
quien está allí sabe que está de paso
y que más pronto o más tarde llegará su partida.
Si el tratamiento es lo suficientemente largo
o uno es lo suficientemente joven y curioso,
en la sala de radioterapia de un hospital oncológico se aprende:
Que nuestras células necesitan mucho apoyo emocional para continuar con la vida.
Que si no se les dice que vivan, se suicidan.
Que no mueren si no se les dice que mueran.
Para expirar, necesitan la instrucción de otra célula,
que les dice que ha llegado su hora,
que debe morir de la forma prescrita.
Y entonces la célula despliega su dignidad, desmantela sus puntales,
sus cimientos y sus vigas maestras
y devora minuciosamente
los elementos de los que está compuesta.
Las dudas, la ausencia del apoyo que necesita,
ahí viene el problema,
la comunicación rota con las hormonas, las inseguridades.
Y entonces no sabe si ser o no ser, se confunde.
Y en esa confusión no muere, se divide y prolifera sin control,
A esas dudas multiplicándose en forma de células confundidas
les llamamos cáncer.
Casi de continuo hay alguna célula con dudas en el organismo,
pero el resto de células las elimina con tacto y cariño,
hace desaparecer las dudas para que no contagien al resto.
Lo consiguen gracias a su comunicación,
a los mensajes de apoyo: hormonas,
instrucciones y preguntas: estrógenos,
correcciones y peticiones de ayuda: insulina,
puestas al día: testosterona
y avisos y alertas: adrenalina.
En una sala de espera de un hospital oncológico
se aprende:
que en todos lo sentidos posibles,
el cáncer es mala suerte.
STREET VIEW
A veces te busco en Google Street View.
Sigo las imágenes capturadas
desde el coche que se cuela por las calles
de los barrios en lo que habitaste.
Giro sobre mi 360 grados, un radian,
por si asomaras por una ventana,
o salieras de repente de una tienda en rebajas.
Iluminando las aceras
con la luz de tu silueta.
Me ha parecido verte al final de un pasaje
y cuando me he acercado a ti has desaparecido. Ya no estabas.
Arrastro el muñequito amarillo hasta la puerta de tu gimnasio,
a la entrada de tu oficinas, hasta la rambla del pueblo
donde veraneabas con tu familia.
Pegman nunca te encuentra, mal detective,
y yo maldigo esa fobia tuya a salir en las fotos.
No eres ninguna de esas mujeres de rostros pixelados
que se giran a mirar el estrafalario artefacto fotográfico
anclado al techo del coche que ahora es mi mirada.
Examino a los transeúntes sorprendidos
con la esperanza de que alguno seas tú,
de que alguna de esas imágenes tenga más de cinco años,
cuando aun estabas viva.
Creo que te he encontrado en una calle,
cercana a tu facultad, en uno de esos días
en los que te convencí de que era mejor mi compañía
que las clases de cuántica estadística.
Tu cara está difuminada,
casi como en mis recuerdos.
Y suspiro porque nunca vuelva a pasar el coche por esa zona.
Que nunca sea actualizada.
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