Caminando, para evitar el entumecimiento de mi cuerpo, no sentía mi nariz, tampoco mis labios, pero sí sentía mis talones gastados, raspando el asfalto. Pero no me importaba, porque cuando uno vive en la calle, lo primero que se abandona es a uno mismo. Como de costumbre y más en un invierno frío como aquel,...
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