Recostado y mirando la televisión, dentro de una nueva y popular cafetería a las afueras de Córdoba: pulcra y colorida a la que acontecía centenares de clientes por semana. Allí, entre decenas de personas y sin verlas, se encontraba Carlos, un robusto, rubio y amargado Argentino, ya jubilado de talar. «Golpear, golpear, golpear, cortar y...
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