Soy un lector tardío y una persona de ciencias más que de letras. Con esta publicación pretendo dar un paso más en mi afición, más que profesión, de escribir acerca de lo que me inquieta y al mismo tiempo llevo dentro. No es que tenga mucho que decir en realidad, pero sí que es cierto que uno siente cierto alivio y satisfacción al mostrarse a los demás y averiguar si, los que me escuchan o leen, piensan como yo o de una manera totalmente diferente.
He usado la escritura como acto de autoconocimiento. Si empiezo por mi juventud, recuerdo que un invierno bastante frío y húmedo conocí a una chica de 18 cuando yo solo tenía 16. Tenía una belleza clásica que se veía reforzada con su forma de hablar acerca de libros, grupos de música y arte, educada y transgresora. Su gorra francesa acabó por hacer que cayera rendido a sus pies. Pero qué mal lo pasé cuando me dio a entender, ya que no me lo dijo, que solo me veía como un amigo. Esa noche descubrí lo mucho que puede calmar un alma dolorida el arrojar lo que sientes sobre una hoja de papel. Allí volqué toda mi alma rota y descubrí que ese acto era un acto de apertura, de reconciliación y de sanación.
Mis experiencias con la escritura durante años no pasaron de anotaciones sobre temas de mejora personal. Creo que he leído más de 10 libros de autoayuda, pero quizá fue el primero, de Bernabé Tierno, «Aprendo a vivir», el que me marcó de una forma más clara. Este libro tiene la particularidad de que, aparte de explicar la solución, propone ejercicios para llevar a cabo en aquello que necesitabas. Tan solo una declaración de amor, a la que hoy es mi mujer, en la boda de una prima, me hizo volcar lo que sentía en un papel y exponerlo a los demás desde aquella noche de desamor desconsolado.
Poco antes de la pandemia terminé mi último trabajo como ingeniero industrial. Ya no lo podía soportar más. Después de sacrificarme durante años, y también mi familia conmigo, para sacar una carrera prometedora, me encuentro en un mercado laboral saturado de titulados. Mercado en el que un simple soldador que empieza a trabajar ganaba más que un ingeniero con máster y una titulación en inglés. Así estuve doce años hasta que decidí cambiar de profesión. Cursé el máster de profesorado en 2021 y me pasé a la docencia, pero de empleados y desempleados. Un trabajo más calmado, más humano e incluso mejor pagado.
Durante la pandemia fue cuando empecé a escribir de una manera un poco más seria. Tenía bastante tiempo para hacerlo y, como no quería ser muy pesado con los de casa para que leyeran aquello que reflejaba en un papel, decidí construir un blog llamado «Inquietudes pasadas por microchip» y empezar a publicar en él. Le llamé así por mi faceta técnica unida a mi inquietud sentimental. El propósito hizo que buscara una unión de algo muy pequeño y completamente técnico y racional con algo totalmente anárquico como son las inquietudes de la propia vida.
Empecé con muchas ilusiones y me fue bien. Muchos amigos e incluso la familia me seguían en mis publicaciones y me animaban a continuar. También empecé a publicar en una revista, Plaza Abierta, durante un año más o menos, pero lo dejé. Tuve algunas decepciones, he de confesar, una de ellas es que esperaba que me siguiera más gente en redes sociales, pero apenas pasé de la barrera de los conocidos. La segunda decepción sí que me dolió más, fue no encontrar casi respuestas, opiniones o comentarios acerca de lo que escribía y cómo lo hacía. Creo que este sí que fue el gran motivo para que parara de expresar lo que pensaba y sentía.
Un año más tarde volví a sentir el mismo gusanillo de volver a teclear, revisar y corregir aquello que nuevamente me motivaba a expresar lo que inquieta ese microchip que llevo dentro. Pero esta vez quiero que haya una respuesta por parte de quien me lee, aunque no sea de todos, al menos de unos pocos. De la misma forma que aportas con tu opinión a los demás, que ellos hagan lo mismo con tu trabajo. De esta manera me sentiré más vivo como escritor aficionado y dejaré atrás ese silencio de cero comentarios acerca de lo que has trabajado.
Como posible escritor serio, al que merece la pena dedicar algún tiempo, mi objetivo sería reflejar lo que pasa en esta época de cambio donde los avances tecnológicos parecen hacernos la vida más sencilla y compleja al mismo tiempo. Este tiempo de guerra en el que nuevas armas son usadas y podemos ser testigos casi al instante de su «efectividad», donde es posible conocer, con más o menos facilidad, la versión de ambos bandos, y la época donde quizá la propia inteligencia artificial ya empieza a tener los días contados debido a los ordenadores cuánticos.
El tema de la salud mental no deja de ser un problema grave en esta sociedad. Ya es difícil saber si una persona está cuerda o no. Nos movemos en una sociedad fluida y también muy agitada; parece una tormenta perpetua. La sociedad ha cambiado muy rápido: la familia, la sexualidad, el trabajo, el ocio, hasta los alimentos. Los roles tradicionales han cambiado para siempre, aunque parece que vuelven tiempos pasados con ciertos cambios. Todo es una incógnita que puede hacer saltar todo por los aires: si Estados Unidos y Rusia se atacan con cabezas nucleares.
Para terminar, no quisiera dejar pasar algo tan básico e importante como es el crecimiento personal de aquella persona que trata de mejorar cada día un poco. Cada día es un hermoso día para tener los ojos bien abiertos para «dejarse sorprender», como decía Antonio Escohotado, idea básica para tener la mente receptiva al nuevo conocimiento y para alejar la prepotencia de aquel que cree que ya lo sabe todo. De esta manera, tal cual lo hacen los árboles y toda la naturaleza, las raíces que se entrecruzan unas con otras enriquecen la tierra que todos comparten.
Espero que os haya gustado, o al menos entretenido, esto que os comento. Me gustaría escuchar vuestras opiniones al respecto.
Gracias
Darío Capas
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