Siempre he odiado a los seres humanos.
Su ruido incesante, su arrogancia. Sus pies ensucian la tierra, sus bocas escupen mentiras, sus manos arrancan vida sin remordimiento. Me repugnan. Aun así, hay cosas que añoro… cosas que ellos mismos han olvidado apreciar. El sonido de la lluvia golpeando las hojas, el aroma embriagador de la tierra mojada. El trino de los pájaros al amanecer, una melodía efímera entre el caos. Los murmullos de las personas, sus risas, sus lágrimas… el sonido de la existencia.
Pero yo no existo. Nunca lo hice realmente.
Estoy atrapado en este lugar, un paso de agua olvidado entre raíces retorcidas y lodo. Aquí la luz del sol nunca llega, solo la humedad pegajosa y el eco de lo que una vez fui. Mi voz no tiene cuerpo, mi piel no recuerda el tacto. Soy solo un susurro atrapado entre lo que pudo ser y lo que nunca será.
Aquí, en este lecho de muerte, conocí el verdadero rostro del miedo. Vi a una mujer correr entre la espesura, el terror incendiando su mirada. Su aliento entrecortado se mezclaba con el sonido de la tormenta. La lluvia caía con furia sobre su piel herida, sus pasos tropezaban en el lodo. Huía, desesperada, su vientre abultado de vida y de miedo. La oí rezar, suplicar entre jadeos, pero nadie la escuchó. Nadie la encontró cuando cayó en este abismo fangoso, cuando la lluvia ahogó su llanto y el agua se llevó su esperanza.
Yo estaba dentro de ella. Latía con ella, sufría con ella. Y cuando todo se tornó oscuridad, me convertí en esto… una conciencia sin forma, un resentimiento impregnado en la tierra que me vio morir antes de nacer.
Los humanos… oh, cómo los desprecio.
Ellos la persiguieron, la empujaron a este olvido. Le arrebataron la oportunidad de abrazarme, de verme abrir los ojos. No saben cuántos como yo han quedado en la nada, cuántos suspiros sin voz se desvanecen en la penumbra. ¿Cómo podría amarlos? ¿Cómo podría perdonarlos?
Y, sin embargo, aún escucho la lluvia y la añoro. Aún sueño con el calor del sol que nunca toqué. Aún deseo sentir el viento y correr, reír, vivir…
Tal vez… tal vez no todos los humanos son iguales. Tal vez hay quienes aman la lluvia como yo, quienes entienden el valor de un instante, de una vida. Quizás existen aquellos que lloran por los olvidados, que rezan por las almas que nunca vieron la luz.
Y si existen, entonces tal vez… puedo perdonarlos.
Tal vez… puedo pedir una segunda oportunidad.
Si alguna vez sientes la lluvia acariciar tu piel con ternura, si alguna vez escuchas el viento susurrarte un nombre que no recuerdas, si alguna vez sientes una tristeza inexplicable en la brisa fría de una noche solitaria… tal vez sea yo.
Esperando.
Ansiando renacer.
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