Una mirada en el espejo,

y tu alma queda encerrada.

Una mirada a tu reflejo, 

y verás una figura demoniaca     

       Una extraña sensación oprime mi pecho, hay algo que perturba mi sueño. Observo a mí alrededor para darme cuenta de que estoy solo en esta oscura habitación. Entonces, ¿Por qué, por qué sudo, por qué mis manos tiemblan? Ha de ser la fatiga, sí, el cansancio me hace delirar, eso debe ser. Sin embargo, el sentimiento embustero sigue allí. Me repito una y otra vez que debo dormir, pero es en vano. Mis ojos escrutan las sombras, se mueven de izquierda a derecha al ritmo del péndulo del reloj, con su tic tac. ¡Maldito sonido!

       Ha amanecido y no he podido dormir, ¿Cuántas noches van? No lo recuerdo, pero por las manchas negras bajo mis ojos deben ser bastantes. ¡Maldito café!, amargo sabor, ausente fragancia, lo odio. Sé que estoy irritable, lo sé, pero acaso no puedo disfrutar de una maldita taza. Últimamente, tengo la sospecha de que alguien está confabulando en mi contra, quiere acabar conmigo, lo sé. Mas, el maldito no deja que le observe, que sea yo el que le estrangule. No, es un bastardo muy listo, debo admitir. Sé lo que puedes estar pensando, pero no, no estoy loco, no existe alguien con mayor lucidez en este momento, me persiguen, puedo olerlo, lo intuyó, mi instinto es un sable bien afilado y mi olfato el de un sabueso.

       Ha llegado la tarde, sigo inquieto, percibo movimientos, estoy seguro de ello. No puedo comer, la comida es insípida. Viene, lo sé. Debo atraparlo, debo volverme el cazador. La gente a mi alrededor luce tranquila, acaso, acaso no lo presienten. Al fin y al cabo son solo unos pesantes, sin valor alguno que se les pueda ser atribuido. Ignorantes de primera. Me hablan, me sonríen, supieran ellos que en mi estado atentan contra su vida. Maldigo a todos, una y mil veces.

       A estas alturas sé lo que estarán pensando, dirán que estoy loco, no es así, lo aseguro, más cuerdo que yo, nadie. Esta cerca lo escucho, escucho sus pasos, lo siento en mi piel que se eriza. No puedo comprender como se ha escapado por tanto tiempo. Es un cobarde, eso es, sí, un cobarde, eso lo explica, es por ello que no se muestra, reconoce mis habilidades, es conocedor de mis hazañas. Eso debe ser, pero lo cazaré, lo juro por mi honor, reiré yo al último.

       He decidido que hoy acabaré con sus planes, aplastaré sus intenciones, he afilado bien mi hacha, las personas suelen subestimar esta magnánima herramienta. No es pequeña y frágil como una navaja, no es tan aburrida como un mazo, no es rápida como una pistola, no, ella es perfecta, el miedo en el rostro de alguien al saber que se le partirá el cráneo en dos es única, la sangre corre y los miembros se separan. Es el arma perfecta, la excitación que produce el derroche de sangre es único. El alcance ideal, el balance perfecto. Un hacha, sí, un hacha acabará con él, me dará el placer de la venganza. Sé lo que estarán pensando, pensarán que soy cruel y sanguinario, no podrían estar más equivocados, el maldito engreído se ha pasado conmigo, me ha molestado y humillado por demasiado tiempo, me ha humillado, y yo, yo soy orgulloso, soy noble. ¿Cómo permitir tal ofensa? Debo tener mi retribución.

       Me he acostado con ella a mi lado, hoy se teñirá hermosamente del tinte carmesí. Fingiré sueño, me varé vulnerable, le daré lo que buscaba, seré inofensivo ante sus ojos, eso es; la oportunidad que buscaba, se la daré. Dirán que estoy loco, que he perdido la cabeza, pero, ¿acaso un loco podría idear tal estrategia?

       Le escucho, lo siento, sí, ya lo tengo, se acerca. Debo hacer todo lo posible por contener mi exaltación. Allí está, me levanto de golpe con ella en la mano, está sedienta. Huye, mas no le será fácil, me propongo a darle caza, está oscuro, pero mis sentidos son más agudos. Corro y corro, de pronto la oportunidad se halla ante mí, y ¡zas!, asesto el primer golpe y escucho los chirridos. Se encienden las luces y solo veo un gran espejo roto y mi rostro en el reflejado.

Etiquetas: cuento corto

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