Un romántico atrapado en una época en la que enamorarse no está permitido, en la que el te quiero está vetado y mostrarse vulnerable es pecado capital.
Una época en la que amar es sinónimo de dependencia, incluso está mal visto.
Una sociedad inerte por su catastrófica falta de amor.
El amor.
Desde los primeros tiempos hemos intentado definirlo y entenderlo, a menudo haciéndolo más complicado de lo que en realidad es, poniéndolo en contraposición con nuestro ego enfrentándolos en una lucha eterna entre lo bueno y lo menos malo, le hemos escrito odas, hemos muerto y hemos matado por él, y hasta hemos cedido a la locura.
Hemos visto su grandeza, su inmensurable poder, su incuestionable utilidad, su bondad, su capacidad para hacer el bien, la irrefutable forma de hacernos felices desde dentro cuando aprendemos a aprovechar toda su pureza y aun así le hemos dado de lado.
Nuestro egoísmo impune y victorioso se lo ha tragado y a nuestra esencia con él, la verdad no consigo comprenderlo, me niego a creer que esto esté pasando, es una absoluta locura.
Una cosa si tengo clara, no hay forma de entender la vida sin él, así que más nos vale empezar a trabajar para recuperarlo, no seré yo el que se rinda.
Amad.
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