Piedra, papel o pantalla

Piedra, papel o pantalla

Edison CML

05/05/2025

De niño jugaba con mis amigos “piedra, papel o tijera”. Era una manera simple de ocupar el tiempo en una época (década de los noventa) sin Facebook, WhatsApp, YouTube, Instagram, TikTok, ChatGPT, y un largo “entre otros”, determinado por el posterior desarrollo y auge de internet y de la Inteligencia Artificial (IA). Aún hoy, de manera esporádica, juego al “piedra, papel o tijera”, pero con intenciones distintas; la mayoría de las veces para decidir algo al azar.

Cuando pensamos en la historia y el desarrollo de la escritura nos encontramos, cronológicamente hablando, con un juego de palabras similar al del referenciado juego: piedra, papel, “pantalla”. Y, curiosamente, la pantalla tendría un efecto paralelo al de la tijera: vence al papel (la tijera corta el papel… la pantalla, cada vez más, representa la superación práctica del uso del papel), y es vencida por la piedra (la tijera no puede cortar una piedra… la pantalla no puede garantizar el carácter permanente y definitivo de la escritura en la piedra). Ahora bien, ¿este carácter efímero, no definitivo, no acabado, “work in progress”, de la escritura en la pantalla, representa una posibilidad de consolidación y afianzamiento de la misma escritura, o una total transformación de la misma y de las formas de ejercitar, por ejemplo, la retórica y la oratoria?

El origen de la escritura se remonta a formas pictográficas sobre piedras, y a registros en tablillas de barro, en pergaminos y en papiros. Se consignaban allí datos contables, mitos religiosos, leyes, normas, etc. La creciente demanda de materiales para escribir y la búsqueda mayor rapidez y economía en la producción de los mismos, llevó al desarrollo del papel que, con la invención de la imprenta en el siglo XV, adquirió un notable protagonismo e importancia. Efectivamente, por muchos siglos se asoció la escritura al papel. Pero esto hoy ha cambiado. La irrupción de la computadora y el consecuente perfeccionamiento de la tecnología digital, ha llevado a desarrollar nuevas formas de escritura. Por ejemplo, cada vez usamos menos los cuadernos y las agendas manuales para tomar notas, y preferimos usar «tablets» y herramientas digitales. Cada vez escribimos menos «a mano», y lo hacemos más en nuestras computadoras o smartphone. ¡Piedra, papel y pantalla!

La actual escritura digital está determinada por una especial característica: no es un producto, es un proceso; es un “borrador indefinido”. Además, contrariamente a la escritura sobre la piedra y el papel, la nueva escritura no garantiza, necesariamente, una efectiva perduración en el tiempo. Hoy en día tenemos, por ejemplo, vestigios de piedras con escritos cuneiformes de más de cinco mil años de antigüedad. ¿Será que en cinco mil años tendrán acceso, entre otros, a alguno de los millones de textos que diariamente son publicados en las redes sociales? Nuestras actuales bibliotecas y archivos están repletos de libros, cartas, manuscritos, etc. que datan de hace varios siglos ¿En cien años nuestros textos enviados a través del correo electrónico, o publicados en blogs, páginas web, etc., aún existirán? Hoy se escribe más que nunca (en modos y formas muy diversas a las anteriores, ciertamente), pero eso no asegura que toda esta información estará al alcance de las futuras generaciones, dado que los medios digitales no garantizan, efectivamente, una huella y una secuela duradera en la historia. Se almacenan tantos datos que al final no sabemos qué tanto de eso perdurará en el tiempo. 

A propósito, te puedo contar una experiencia personal, que me ayudó a reflexionar sobre el impacto de los textos escritos para la historia y la investigación.

Es evidente que el cambio de época que vivimos está transformado la escritura a niveles que aún no alcanzamos a sospechar. Lo más peligroso es que este proceso cada vez depende menos de nosotros, pues el rol, cada vez más autónomo, que asume la IA, hace que estemos dejando en manos de algoritmos, las decisiones y el pensamiento humano. La escritura cada día da más entrada a la escritura artificial. Y, en consonancia con Ramón C: “cuando la forma cambia, el significado lo hace también”. Está cambiando el modo de escribir, se está transformando la escritura y, por tanto, está cambiando el significado y el modo de hacer retórica. Esta disciplina hoy no se puede entender sin una vinculación a dichas formas digitales y artificiales de escritura. Pero, al mismo tiempo, artes como la oratoria, por su característica genuinamente humana y personal, se constituyen en formas de garantizar el rol protagónico e irremplazable del ser humano. Se trata del paso a una retórica digital, pero con los mismos oradores, ya que éstos no pueden ser reemplazados con robots o con dispositivos tecnológicos, dado la ausencia de emociones y sentimientos, determinantes en la persuasión a través del pathos, el ethos y el logos. 

En conclusión, la situación contemporánea no es un juego… no podemos dejar a la suerte del “piedra, papel o tijera” el modo de escribir, de hacer retórica, y de ejercer la oratoria. Hemos escrito en piedras, pergaminos, papiros, papeles, pantallas… somos nosotros quienes le hemos enseñado a los algoritmos a escribir. Tenemos que seguir escribiendo, tenemos que seguir usando la palabra escrita y oral como estrategia de persuasión. Si no, llegará un momento en que el ser humano volverá a la época de dibujar-escribir sobre piedras, para aprender, de nuevo, a comunicarse autónoma y libremente.

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