La ciudad amaneció cubierta de polvo rojo.
Todos los coches, personas y grúas de la construcción estaba cubiertos de ese polvo rojo tan peculiar que nos trajo el desierto durante la noche.
Muchos pensaron en Marte.
Otros tantos pensaron en la guerra nuclear, en los rusos, en los misiles perdidos y en el miedo acumulado en el pecho durante la pandemia.
Solo el niño pequeño se fijó en el color del cielo, en cómo le caía la luz a su abuelo sobre la cabeza cuando caminaban hasta el parque esa mañana. Se fijó en cómo los pájaros volaban más lento que otros días. Y en cómo el abuelo le miraba tan adentro que no apreció ninguno de estos cambios.
OPINIONES Y COMENTARIOS