Desperté cómo de costumbre sin muchas ganas de levantarme, me sentía muy cansado bajo las sábanas. Después de un agobiado sueño donde mis ocultos pensamientos formaron una encrucijada sublime, del cual me encontraba caminando en dirección a una parroquia cercana a mi casa, con la inseguridad de andar dentro de una espesa neblina matinal. Mi objetivo era llegar a ver a mis amistades para la reunión del fin de semana. No encontraba el camino, me sentía desorientado, atinaba a ver el reloj pulsera, las horas pasaban misteriosamente rápidas, ya la desesperación se apoderaba de mí, por cada paso que hacía, más lento me sentía en mis movimientos. Veo una imagen extraña entre la bruma, a medida que me acercaba se formaba la figura. Estando a metros de distancia la apariencia era más clara, podía identificar el cuerpo de una mujer alta, con un velo que cubría su estampa, no podía ver bien su rostro por la densa niebla. Al momento de estar más cerca de ella, el miedo se apodero de mí, me hizo sentir nervioso, pues aquella figura se iba alejando, y al momento que me acercaba, más se distanciaba. Así, abrí los ojos evocando en mis lánguidos pensamientos tal silueta extraña, que al aparecer algo me quería comunicar.
En estas horas del nuevo día que comienza, voy en busca del portafolio con documentos que lo tiene el secretario del cura de la Parroquia del sector donde vivo sin dejar de pensar el episodio onírico e insólito de la noche anterior. Documentos referentes a los integrantes que participan los fines de semana en ayuda comunitaria. Por mi parte siendo el encargado administrativo, debo derivar tales oficios al presidente de la sede social, todo normal al parecer. Hasta que de pronto logro identificar a lo lejos a un vecino del sector corriendo muy angustiado, vociferando penoso; – ¡Don Antonio!, ¡Don Antonio!…qué bueno que lo encuentro, algo terrible acaba de suceder. – Dime, que pasó, ¿es muy grave lo acontecido? – (Mientras respira, noto que la manga derecha de su camisa tiene manchas de barro) – Siii,..acabo de salir de la reunión con el párroco Don Francisco,…y llegando a la esquina de la casa del secretario escucho un grito desesperado, que me hizo ir a ver. Y no me va creer…lo que vi – mmmmm… (Me siento totalmente asombrado por la situación, por el rostro pálido de Juanito) – ,..Entrando a su casa, estaba el secretario con los brazos abiertos de espalda tirado en el piso, saliendo espuma de su boca diciendo una y otra vez,..Lilith, Lilith. – La conmoción fue mayúscula, al escuchar ese nombre todo se me dio vueltas con los episodios tristes del pasado, haciendo volver ipso facto en mi mente confundida, más todo el dolor de los recuerdos.
Juanito el vecino que todo lo sabía (aquí en el barrio) – ¿Estás seguro lo que dices?,. Mira que Lilith, falleció hace cinco años…no, no puede ser! – (ya no podía hablar tenía un nudo en la garganta), justo al minuto oigo la alarma del equipo de rescate, corrí acompañado con juanito, pero ya estaban los paramédicos sacando el cuerpo del secretario tapado con sábanas.
Quede perturbado por la circunstancia del hecho, mi desazón por no llegar a tiempo para salvar aquella persona, era para no creer. Tan solo ayer nos habíamos reunidos en la sede parroquial para terminar los últimos ajustes de la representación teatral en semana santa que se iba a realizar.
La noticia se propago por todo el sector residencial. Al día siguiente los familiares del difunto se juntaron con el párroco Don Panchito (de cariño, así lo conocían), ya en la tarde era velado en la iglesia. Estaba abarrotada de gente y curiosos que llegaron por rumores que solo hacen daño a la memoria del fallecido. A mi parecer era todo muy raro, dicen que fue una falla cardíaca, otros un ataque epiléptico, y las mentiras de los chismes que estaba invocando a un ser deleznable con un tablero de ouija. En fin, se sintió un día triste al llegar al camposanto. Las nubes negras escondieron lo que quedaba de sol, para recrear la misma penumbra de un gris atardecer. Decidí volver a casa, solo acompañado de mi perro, era la única y fiel compañía de mi existencia. Caminando entre los angostos callejones del cementerio, rememoro el lugar donde fue enterrada Lilith, que alguna vez ocupo un lugar especial en mi vida. Estando justo al frente de su sepultura, otra vez leo su placa de mármol con la siguiente leyenda;
“Aquí yace mi bien amada Lilibeth, que será recibida por los ángeles del cielo” Te recordara siempre
Antonio
Lancé un suspiro, cierro los ojos para regresar a ver su blanco rostro, inexpresiva y gótica expresión de sus gestos. Siempre vestida de negro, cómo esperando el momento de la redención. De vestido, encaje, botas y su maquillaje detalladamente marcado.
Ya se hizo de noche, los perros del barrio comienzan con su típico aullar, cómo llamando a las almas perdidas de sus dueños. Todo era fatal, abriendo la puerta principal de la casa, el primero en entrar fue mi perro, oliendo todo lo que encontraba. Al momento de cerrar la puerta, Sultán (un perro chico, de hocico chato, bulldog francés) ladra en la cocina. Posiblemente un ratón, pues es propio de su raza que ladre lo inusual o alguna sombra que le haya llamado la atención. Voy en busca de eso que tanto ladra, y nada. – ¡Deja de joder, Sultán, cállate, cierra el hocico! – ¿tendrás hambre? – hasta mañana, buenas noches –
Cansado por tanto escándalo me recuesto en el sofá, y veo venir una emanación saliendo por el umbral de la puerta, transparente, volátil, etérea, formando la presencia espectral de una mujer vestida de velo negro. En mi aflicción, grito ¡¡ LILITH,..LILITH!!
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