Estimado Ramón,
Leer tu publicación «Escritura(s)», desde el primer párrafo, me ha llevado a plantearme algunas cuestiones que comentas. De hecho, no he podido evitar transformar una de las afirmaciones que realizas en una pregunta: ¿Cuándo la forma cambia, el significado lo hace también?
Diría que hay una reciprocidad, una interdependencia, en la que el significado que se pretende transmitir también condiciona la forma en la que se quiera expresar. Incluso el icónico filósofo Ludwig Wittgenstein (1889-1951), quien dedicó su obra al estudio del significado del lenguaje, tuvo sus más y sus menos para afrontar tal ardua tarea. Por lo que mi primera conclusión es que el lenguaje, en todas sus formas, está vivo y es hijo de su tiempo, como medio inherente al ser humano para procurar la comunicación.
Si volvemos al binomio forma-significado, considero que dichos conceptos están imbricados. Son las dos caras de una misma moneda que siempre está posada sobre su borde.
¿Compartirías conmigo la idea de que ese binomio habría que añadirle un tercer elemento: la emoción? Me remito a la foto que cuelgas del pantallazo de Whatsapp. En sí mismo, fuera de contexto, poco se puede saber del significado que se quiere dar por parte de quién envía el vídeo con la leyenda «Mira qué campeona», ni de quien lo recibe y responde con un audio. Múltiples son las formas utilizadas en esa comunicación y nada significan, a priori, para quien es ajena a la misma. Aún así, yo misma he realizado mi propia lectura a través de las emociones que me ha evocado: he sentido que hay orgullo por parte del remitente y he sentido que importa lo suficiente al destinatario como para responder con un audio de nada menos que 2 minutos y 28 segundos.
Ello me lleva a la siguiente reflexión: quien cuenta la historia es dueño de la forma que la quiera transmitir, con la finalidad última de hacer llegar SU significado. En palabras de Haruki Murakami, en su ensayo «De qué hablo cuando hablo de correr«.
Sin embargo, aunque somos dueños de lo que escribimos, de la forma en la que lo hacemos, de las herramientas de las que nos valemos… el significado, a la postre, depende de la lectura(s) que realice quien lee la historia, de quien la escucha, de quien la siente (a su manera).
Dicho todo lo anterior, creo que la puerta que se ha abierto es la de nuevos medios, para seguir utilizando el formato con el que comenzamos a aprender el lenguaje: a través de formas, dibujos, en definitiva, de representaciones figurativas que marcan un determinado significado inicial. Pero, la comunicación interactiva y metalingüística no es una novedad.
Para finalizar, comparto contigo ese vacío de reglas sintácticas o gramaticales que gira en torno al lenguaje iconográfico, pero también creo que el verdadero problema radica en el hecho de que está menoscabando la sintaxis, la gramática y la ortografía del lenguaje tradicional. Un tesoro ya escondido, a la espera de que alguien lo encuentre, cuando casi no quedan piratas dispuestos a echarse a la mar porque, navegar entre libros, es una aventura que pocos quieren afrontar.

Alicia Espinosa
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