Al abrir los ojos, lo primero que escuché fue la voz de un niño –MAMÁ, ya se despertó Raquel--¿Tan pronto? -dijo de vuelta otra voz-

Yo estaba muy confundida, ¿En dónde estaba? ¿Quien es ese niño? Esas voces no pertenecía a nadie que conociera. Me sentía perturbada, angustiada, perdida; miraba a mi alrededor, todo estaba ordenado y limpio, era un lugar fresco e iluminado por luz natural. 

Sentí unos deseos incontrolables de levantarme, de salir corriendo, de escapar. ¿Es esto un secuestro?, sentí un vacío enorme desde la garganta hasta el pecho, me sentía perdida, estaba perdida.

De pronto, sin aviso entró una señora de contextura gruesa, traía una bandeja con comida, se disculpó por no tenerla lista a tiempo, -¿A tiempo?- pensé, el miedo se desvaneció por un momento. 

Ella se quedó ahí esperando a que yo comiera, me sentía desganada, pero di el primer bocado, resultó tener un sabor exquisito. Estoy segura de que mi cara reflejo agrado, pues note en ella aire de satisfacción, pero ¿En dónde estoy? Me quise levantar, hice un intento enérgico, pero un dolor abdominal muy intenso me devolvió de inmediato a la cama, emití un fuerte sonido de dolor, la señora se sobresaltó al escucharme y dijo -no estas en condiciones de levantarte, descansa-, cuando yo le iba a responder me hizo un gesto de silencio, y se retiró sin más.

Al quedar de nuevo sola en la habitación me dispuse a examinar mi cuerpo y descubrir de donde provenía ese dolor tan insoportable, pero no tenía ninguna herida. Intenté levantarme más suave, pero sentí tal tirón de tripas, que no me quedaron ganas de volver a intentarlo. 

Miré las paredes en busca de ventanas y puertas, había un reloj digital marcando las 23:00, supuse que estaba mal pues la luz del sol me decía otra cosa, mi mente empezó 3…….,2………,1……..- hola -dije con voz tímida, no recibí respuesta, pero no me atreví a decir nada más, cerré los ojos, solo quería levantarme, pero no podía. Al rato entró la señora con pasos sigilosos, allí estaba ella con el niño, se sentó y se dispuso a hablarme-cada año nos vemos querida, no espero que nos reconozcas, el es Matías, mi hijo-. El caso es que Matías traía consigo una silla de ruedas, con la ayuda de los dos me senté en la silla y al fin salimos del cuarto. 

En ningún momento necesité hablar, ella sabía que decir y en qué momento hacerlo pareciera como si escuchara mi pensamiento, sin pensarlo siquiera, -¿cada año?- me quedé pensando; miré la casa, tratando de reconocer el lugar, alguna pista, lo que fuera pero sin importar cuanto lo intentaba no recordaba nada. 

Pasamos largos pasillos, ví bibliotecas llenas de bolas de cristal de colección, muchas bolas de cristal, el piso de madera, el aroma a incienso y el misterio en el aire. 

Llegamos a una sala, me pusieron frente a una chimenea, el fuego era demasiado estable como si nunca se apagara, cómo si no quemara, la señora muy tranquila me preguntó que qué era lo último que recordaba, en su voz no hubo prisa así que me dispuse a recordar, algo, lo que fuera. 

Me llegaban imágenes borrosas a la cabeza y a medida que las veía iba relatando. Recordaba que estaba llorando, mi madre me abrazaba; -¿Estaría mi padre bien-, pregunté, -todo está bien con el, no preocupes cariño-, Su voz me tranquilizo. 

Continúe recordando, imágenes de la llamada telefónica del medico me sobresaltó y me invadieron las ganas de llorar, Matías me dio un abrazo tierno y deje caer las lagrimas, sentía fuertes punzadas en el estómago, pero ya me estaba acostumbrando al dolor.

Recorde a mi novio, estaba preocupado, el me iba a acompañar a la cirugía al siguiente día, repetía que todo iba a estar bien, me acosté en sus brazos y desperté aquí .

-cómo te sientes-, me preguntó ella, – te veo muy joven, más que de costumbre- no respondí, luego de un largo silencio, todos bebíamos una taza de chocolate caliente, al terminar el chocolate recordé con pavor algo más: la cirugía. 

Recuerdo evitar todas las llamadas de mis padres, no comí, no hice nada, solo miraba el reloj, salí por una ventana , mi novio me esperaba afuera, el conducía el carro de su padre y fuimos apresurados al hospital, mas era el afán de alejarnos de casa que el de llegar al hospital.

En la sala de espera del hospital me encontré sentada junto a otras tres mujeres, después de lo que para mí fue una eternidad, escuché mi nombre, nos dirigimos juntos al consultorio, pero no lo dejaron pasar, me preparé para la cirugía. Ya en una camilla ví a un doctor lavándose las manos,  se acercó a mí y me dijo que todo iba a estar bien, me pusieron una mascarilla con anestesia, me sumergí en un sueño profundo y caí en el abismo interminable de mis sueños. 

Después de lo que parecía una pesadilla, recordaba la cara sonriente de Matías, sin notarlo dije todo eso en voz alta y de pronto sentí una mano sobre mi mano, era ella, que mirándome a los ojos, me pregunto -¿Ahora lo entiendes?, nunca despertaste de esa cirugía-. 

No intente contener las lágrimas, no tenía nada más que decir, super supe que tenía razón, me abrazo fuertemente mientras Matías corría alegremente por toda la casa, sentí como mi cuerpo se encogía (literalmente) entre las tiernas manos de ella y sin mirarlo me encontré dentro de una bola de cristal, y con mucho cuidado fui depositada en una estantería.

Desde ese día espero pacientemente a que el reloj marque las 8640 horas de un año, para verme despertar en esa cama y escuchar la historia que la nueva Raquel tiene para contar, a veces me veo más vieja o más joven, pero en todo casos, soy yo. A todas nos gusta la misma comida que ella prepara con amor. No importa en que vida pago una fortuna por la cirugía o pago una miseria, siempre termino igual, cada año en esta casa, llenando una nueva bola de cristal.

Ref portada. https://www.comprarsinplastico.com/producto/bola-de-cristal-10cm/

Etiquetas: psicológico

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