1. Renacer de las Cenizas

La pelota de diseños espirales con múltiples colores rebota y rebota, la pequeña divertida llevándose de la emoción la patea fuerte, esta sale disparada y rebotando, salpica y salta del otro lado de la cerca.

Su madre la vigila, o eso creía ya que la mecedora está vacía y por el constante movimiento sabe que no tiene tanto de que se fue, tiene dos opciones, decirle a su madre y arriesgarse a que le confisque la pelota por tiempo indefinido o ir rápidamente a por ella, no está muy lejos, ha caído en patio ajeno, solo debe ir, cruzar, tomarla y regresar, está segura de que con lo rápida que es ni siquiera la van a notar.

Las calles están despejadas y todo el mundo está resguardado en su casa, no se siente ni un alma, y no era para menos, con el sol que hacía, su resplandor te daba lagrimeos de solo intentar ver hacia la distancia. Puede ver a su madre cruzar de largo en dirección a los aposentos, o puede que vaya al baño, lo que sí es seguro que hasta que no pasen los diez minutos no verá más su cara. Calculando sus posibilidades a favor se encamina como quien no quiere la cosa hacia la salida, mira nuevamente a su alrededor, asegurándose que nadie la ve, vuelve y mira hacia atrás, su madre, ni seña.

Cruza la calle, y como siempre comete el error de mirar ya cuando está del otro lado, pero está bien para ella, además vivía en un residencial, no era como si la fueran a chocar.

Su pelota está a la entrada de la casa de su vecina de al frente, sin perder más tiempo corre hacia allá, ya casi con ella en sus manos siente el chirrido de la vieja madera abrirse, sus ojos se conectan con los de la mujer por un intervalo de diez segundo, espabila y se decide a tomar el objeto y salir huyendo, pero la mujer se encuentra con la pelota en sus manos y está muy cerca de ella.

Aquello no era bueno, si su madre se enteraba estaría en muchos problemas, siempre le ha dicho que no se acerque a esa casa y menos tenga contacto con aquella extraña y loca mujer.

La señora Turner le da miedo, tiene una cicatriz que va desde su mejilla derecha hasta su frente pasando por el ojo, su cabello siempre está enmarañado, pareciera como si tiene años que no pasa agua o peine por la cabeza, su forma de vestir le hace aparentar más edad de la que tiene y su personalidad es, ella no sabría decir, ya que nadie habla con ella y las pocas veces que la ha visto, ella está sentada en su galería viendo a todo el mundo pasar.

― Toma ―le incita extendiéndole la pelota, su voz no es monstruosa como ella esperaba, pese a que su físico es de toda una matona, su voz es suave y cargada de paciencia.

― Eres la hija de los Carter ¿no? ―Ella asiente un poco más confiada, notando los dientes amarillentos de la mujer que es debido a lo mucho que fuma y a la poca higiene que se da, o esa es la suposición de ella. ― Me repites tu nombre.

― Valery ―responde sonriendo antes de retirarse e ir corriendo a su casa.

Después de aquello Valery se permitió ―a escondidas de sus padres ―conocerla, y no era nada de lo que las persona decían, bueno en parte, ella no mató a sus hijos ni con su piel hizo muñecos para venderlos, ni tampoco mató a su esposo, aunque la señora Turner jamás le hablaba referente a ella o su familia, solo tenía la corazonada de que aquello no era cierto.

Valery se saltaba algunos días de escuela para ir a su casa, que era bastante acogedora ―según ella― pese a su aspecto lúgubre y desolador, Valery se sentía bien y en paz. Solían echar el día conversando sobre cualquier cosa, esa mujer sabía muchas cosas, la señora Turner era quien le ayudaba hacer tarea, y la mayoría de las respuestas la decía de su mente, eran muy pocas las que buscaba en internet una vez en casa.

― ¿Por qué tu madre sigue al lado de ese hombre? ―Valery dejó de escribir y le miró con interrogación. ¿Qué hombre? ¿Su padre? ―No la ama, le engaña, cada noche se va a beber y emborracharse con el dinero que tu madre con muchísimo sacrificio se gana ―dijo dándole una calada a su cigarro mirando atentamente cada gesto de Valery. ― es un mantenido, gato ―no entendía por qué lo del gato, su papá no era ladrón, pero la señora Turner lo decía en el sentido de que se la pasa todo el día durmiendo y comiendo, para verle la cara a ese hombre, tenía que ser ya después de la puesta de sol.

Era cierto que su padre bebía mucho y nunca salía de una resaca, pero estaba tratándose, su madre lo lleva a rehabilitación, él ha cambiado mucho.

― No es como dice, además ¿cómo sabe eso si nunca sale de estas paredes? ―Preguntó tomándole la mirada, y se sorprendió el haber durado tanto, ya que no podía mirarla sin sentir curiosidad por preguntar por esa cicatriz, siempre que estaba con ella trataba de mirarla de la nariz hacia abajo y aun así sus ojos se las arreglaban para concentrarse en su mejilla.

― El hecho de que no me veas salir no significa que no lo haga pequeña Valery ―la mujer se levantó y se acercó a la ventana, al mirar vio a los padres de Valery conjunto dos vecinos más al frente de su patio. Torció la boca y tomando aire lo soltó con lentitud.

― Ya han venido por ti ―Valery se levantó de un salto al escuchar la voz de su padre.

Carmela, la señora de los helados y también la mujer de los chismes les contaba a los padres de Valery su estrecha relación con la extraña mujer, con lujo de detalle, hora y salida, pero ¿Cómo hacía aquello sí a diferencia de la señora Turner no paraba en su casa? Carmela se levanta de madrugada para irse bien tempranito a la ciudad a vender sus helados y llegaba a la puesta del sol, y era un misterio como siempre estaba al tanto hasta de quien se sacaba una muela. Nadie puede ocupar dos espacios a la vez hasta que llega la señora Carmela.

La señora Carter botaba chispas de los ojos, su esposo marcó a la policía y sin más empezó a golpear la puerta.

El lío que se armó ahí no fue pequeño, la señora Turner no habló en todo ese embrollo, luego de varias amenazas de muerte hacia su persona llegó la policía, por más que Valery intentó explicarse no se le permitió, después de todo solo era un muchacho, y los menores no tienen ni voz ni voto.

Entre todos se acordaron y aprovechando que la señora Turner ya estaba fichada por la policía la acusaron de fechorías de las que no se había enterado ella siquiera.

― Lo siento mucho ―se disculpó arrepentida al borde del llanto ―nunca fue mi intención meterla en problemas.

La señora Turner se retuvo de entrar al vehículo y volteo a mirarla, quería decirle que no se preocupara, no era la primera vez que ocurría aquello, pero fue interrumpida por el señor Carter.

― ¡Valery! ―Su padre llegó hasta ella y la jaló hacia atrás mirando con advertencia a la mujer.

―Cuídate Valery, nos veremos pronto.

Después de que la policía se fuera y todo el mundo se retirara hablando de lo ocurrido a sus respectivos hogares, la bomba explotó en la casa una vez su padre hubo cerrado, la reprimenda que le dieron no fue suave, luego de sentenciar su castigo fue enviada a su habitación, pero si todo hubiera acabado allí.

― Sigo pensando que eres muy suave con ella, ya no me respeta.

― Y va de nuevo con la misma cantaleta. ¿Cuál es el problema? Ya entendió que lo que hizo estuvo mal, no es necesario que armes tanto alboroto, ya le gritaste, castigaste ¿Qué más quieres? ―La mirada de Santiago fue suficiente ―no permitiré que le toques.

― Claro, por eso es por lo que está así, horita también nos pega

Valery tapó sus oídos, la discusión con el pasar de los segundos se ponía intensa, buen momento para que la luz se fuera. Aun pegada de la puerta gateo hasta su cama y tanteando dio con la pequeña lámpara de luz. El sonido de algo de cristal quebrarse resonó por encima de la discusión, cerró sus ojos y se recostó en la cama tapándose con la almohada nuevamente los oídos.

Los gritos cesaron luego de un fuerte portazo, tuvo el deseo de levantarse e ir abrazar a su madre, desde aquella distancia podía escuchar sus sollozos, se sentía culpable, estaba segura de que todo aquello no era más que su culpa, aspiró sus mocos y sin darse cuenta se quedó dormida.

******

― ¿Lista? ―La pelirroja se terminó de vestir y giró para mirarla.

― Contigo, siempre ―sus labios se estiraron hasta formar una sonrisa dedicada solamente para ella, Pyrox colocó una mano en su cabeza y acarició suavemente.

― Bloom ―llamó con aquella ternura que le hacía tranquilizar hasta el más revoltoso demonio, ella abrió sus ojos en el momento que Pyrox dejó de acariciarle.

*****

La puerta de su habitación se abrió con fuerza, el olor alcohol se coló por sus fosas haciéndola despertar, se asustó al sentir un cuerpo encima de ella, pese a que la oscuridad no la dejaba ver quien era, reconocería aquella figura y esencia donde fuera.

Los hombres borrachos siempre le han dado miedo, debido a que pierden el sentido convirtiéndose en bestias. Asustada empieza a forcejear inútilmente con él.

― Voy a enseñarte quién es el hombre aquí ―Santiago sujeta con fuerza ambos brazos inmovilizándolos al igual que su cuerpo, con la mano libre se termina de bajar a medio trasero el pantalón. Ella grita sin que nadie la escuche, Santiago la golpea fuertemente partiéndole la nariz y la boca.

Su madre llega en ese preciso momento y tomando lo primero que ve se lo explota en la cabeza, para luego saltarle encima y empezar a golpearlo.

Los sucesos que ocurrieron tras eso terminan con la señora Carter gritando a todo pulmón mientras arde en llamas conjunto la casa, Valery sigue en un rincón abrazada así misma congelada del miedo y los ojos fijos en aquel hombre que patea a su mujer haciéndola caer del segundo piso.

―Mamá ―susurró al escuchar aquel golpe seco ― ¡Mamá! ―Gritó sin moverse siquiera, Santiago se da vuelta, tanto su ropa como rostro están manchados de rojo carmesí, la sangre de su madre, su cuerpo se sacude y se aferra a la pared como si esta fuera hacer algo por ella, asegura ver al mismo diablo en persona.

El fuego empieza a crecer y la cantidad de humo no tarda en alertar a los vecinos, quienes rápidamente se ponen en función y van a socorrer, en lo que la verdadera ayuda viene.

Sus ojos están perdidos, su cuerpo se agita debido a las embestidas de aquel intruso en su interior, siente el suelo caliente, muy, muy caliente, pero no duele, no tanto como su corazón y alma que los siente consumirse conjunto el fuego, quiere gritar, pero la voz no sale, su cuerpo no responde a su cerebro. El cuerpo de Santiago cae sobre ella, el mejor orgasmo de la vida era mucho mejor de lo que se había imaginado.

Un mes había transcurrido después de aquel suceso, momento en el cual sus ojos y sentidos decidieron volver al mundo. De un lado no ve nada, todo es oscuridad debido al vendaje que lleva alrededor de la cabeza que cubre su ojo izquierdo. Su oído capta el sonido de pasos acercarse y luego una figura ante ella, la luz no le molesta, al menos no tanto como su cuerpo, lo siente incómodo y ajeno, como si estuviera utilizando el de alguien más.

― Ya despertó ―hay una mujer frente a ella, rubia y de grandes ojos color miel, su pelo largo está recogido en una desorganizada cebolla.

Los recuerdos empiezan a llegar a ella y sus ojos se llenan de lágrimas, empieza a sacudirse y a gritar, la furia contenida empieza a salir del cuerpo, sienten que la sujetan mientras tratan de calmarla, pero no quiere eso, solo quiere su madre, quiere su casa, quiere que nada de aquello hubiera sucedido.

Los sedantes no logran calmarla, algo increíble, sigue gritando y sacudiéndose como loca, arranca de ella todo aparato sin ningún cuidado, cae de la cama y haciendo caso omiso al dolor que empieza a sentir en su cuerpo se levanta.

Tanto la doctora como las tres enfermeras se ven claramente sorprendidas. El cuerpo de Valery sufrió quemaduras de tercer grado, a decir verdad, fue un milagro que hubiera sobrevivido aquello, aun cuando la ingresaban seguían incrédula, la habían reportado como muerta, de la morgue la enviaron a un hospital al verla convulsionar.

Valery se toca el rostro sin dejar de mirarse al gran y estrecho espejo que hay allí, el grito que suelta es más agudo y aterrador, empieza a quitar aquellas vendas de su cara y cuerpo, las mujeres se miran entre ellas y deciden pararla.

― Yo me encargo ―se escuchó una voz tras ella.

― ¡Señora Pyrox! ―Dijeron al unísono, alineándose se inclinaron en señal de respeto. ― No logramos calmarla, los sedantes no le hacen nada.

Valery fijó su único ojo no vendado en aquellos utensilios y tomando el bisturí se abalanzó hacia las mujeres, Pyrox la tomó del brazo y sin cuidado la hizo chocar de la pared, ejerciendo presión la hizo soltar el utensilio, Valery forcejea en el momento que siente un pinchazo y luego su cuerpo adormecer.

Pyrox vacía todo el líquido y al instante Valery cae rendida, la toma en brazos y la deposita en la camilla, ordena limpiar el desorden y vendarla nuevamente, dándole una última mirada sale de la habitación.

****

Santiago grita desesperado, solo quiere morir, Bloom sujeta los ganchos en sus testículos, entra con brusquedad un trapo sucio a la boca, Pyrox capta la señal y aumenta la electricidad. Se dirige hacia el viejo anafe y tomando las pinzas incandescentes se dispone a arrancarles sus genitales.

No lo disfruta, no siente esa satisfacción que sienten sus compañeras y su jefa al torturar y matar personas, arrebatarle la vida, siempre ha creído que la vida es un regalo, y que nadie tiene derecho a quitarla, solo a darla. Pero el dolor y la rabia que siente es mucho más grande que sus creencias, ver aquella escoria viva le quita dignidad.

Agradece mucho tener la máscara puesta, así no nota nadie lo mucho que está sufriendo y cómo las lágrimas empapaban su rostro, debían mantenerse firmes, por su madre, por todas las niñas que pasaron por aquello, pero sobre todo por ella.

Toma el hierro caliente y lo clava en un ojo, vuelve y lo saca para proceder a entrar en su boca, con la otra mano toma la pinza y arranca de él aquel órgano conocido como lengua, lo lanza con asco al piso, era increíble lo resistente que podía llegar a ser el ser humano, a pesar de no tener esperanza se aferran a la vida, le sorprende aun lo mucho que puede aguantar, se tiene a ella misma de ejemplo.

Pyrox se quita de su puesto y revisando la herida de su parte la sutura a sangre fría para evitar que muera de hemorragia, le pasa el galón de gasolina y Bloom duda un momento, su mano tiembla al tomarlo, pero se recompone rápidamente ante la mirada dura por parte de Pyrox, sin más vacía todo el contenido sobre él.

Santiago respira débilmente quiere quedarse inconsciente pero aquellas drogas que le suministraron no se lo permiten, quiere que aquello acabe y lo hará, pero no de la forma que él desea en aquel momento, ni siquiera conoce a esas mujeres, nunca en su vida las había visto.

― Mírame bien, porque será lo último que verás ―y aparta el antifaz de su rostro.

****

Valery camina por los pasillos de aquel gran lugar, después de semanas es la primera vez que se permite conocerlo, su mirada es perdida, se siente perdida, ve personas caminar de un lado a otro vestido igualmente, ¿Qué era aquella clase de escuela?

Su pregunta es respondida sola al detenerse en el umbral de aquella puerta de metal, un grupo de niños que no pasan de los trece o doce años vestidos por igual de la misma forma entrenan golpeando unos tallos con forma humana, una mujer de aspecto tierno, cabellera rubia y ojos ambarinos las observa desde la distancia.

Se siente tambalear al ser empujada accidentalmente por un grupo de jóvenes, quienes llevaban un cuerpo a rastra, herido completamente, si no es porque lo ve quejarse cree que está muerto por las condiciones en la que está, una gruesa línea de sangre es dejada a medida que avanza, uno de ellos carga con su brazo derecho, el cual ha sido cortado, en ese caso arrancado.

― Informa a Pyrox, dile que hemos tenido éxito ―escucha decir a uno, acomodando sus muletas decide averiguar qué está pasando.

El hombre es ingresado a una de aquellas habitaciones y amarrado a una silla, Valery logra entrar sin que los demás lo noten y se oculta tras un enorme estante.

― Venden sus ojos ―ordena. El hombre gruñe, y se mueve como fiera en celo, sus ojos se giran cómo los de un camaleón y alterna su color, ―no te vale que los llames, no te servirá, ―dice mostrando su brazo, pese a que no lo ve, los demás ven como el símbolo brilla ―no sé qué significa esta marca, pero sabemos que por medio de esto te controlan, tampoco sé cómo lo hace, pero no será por mucho y tú nos ayudará a que sea así ―El moreno vuelve a gruñir, sus dientes crecen y cambian a colmillos ―interesante.

― Mi señora téngase cuidado, al parecer pueden dominar a las personas con solo un corte ― Pyrox se retuvo de tener contacto con él.

― ¿Qué son? ¿Qué quieren? ―El moreno abre y cierra la boca en amago de morder, ― Sé que pueden escucharme y entenderme a la perfección. Dinos vamos ―alentó, el efecto de aquella droga que paraba su auto curación no duraba mucho, y no se podía permitir que los otros como él encontraran su organización y la destruyeran.

El moreno movió su cabeza de un lado a otro, luchando consigo mismo, sentía una presión en su cuerpo, el constante llamado de su ama, pero por más que buscaba su luz no la veía, rindiéndose dio paso a su conciencia humana.

― No… somos el enemigo, Anastasia, perlas… busquen… destrucción ―balbuceaba palabras para después quedar inconsciente.

― ¿Se murió?

― No, ―contestó pensativa, ¡lo sospechaba! Sabía que esa mujer no era Alyssa, algo estaba ocurriendo y lo que sea había tomado el cuerpo de su amiga, llevó sus manos a la cabeza, iba a llegar al fondo de todo aquello, aunque fuera lo último que hiciera, por Rodols, por su amiga, por todos en la isla ―llévenlo al cuarto.

Valery decidió salir antes de ser vista, pero Pyrox se vio en su camino, ella miró a la mujer con miedo, ya no tenía aquella voz suave, su cabello siempre enmarañado estaba peinado perfectamente hacia atrás, en una cola baja, tampoco era rubio, sino rojo fuego como el de ella, si no es por aquella cicatriz no la hubiera reconocido.

― ¿Va a matarme? ―dijo temblando, las vendas alrededor de su pecho y piernas se tiñeron de sangre al ella caer por el nerviosismo.

― De ser así no te hubiera rescatado en primer lugar ―su expresión se aflojó y acercándose la ayudó a levantarse.

― ¿Qué van a hacerle?

― Tu no preocupes por eso, solo céntrate en recuperarte ―colocó una mano en su cabeza vendada maternalmente y la acarició, los ojos de Valery se llenaron de lágrimas, Pyrox se apartó, no podía permitirse aquellos tipos de afecto y menos en público.

― Me pregunto qué pasará conmigo, mi mamá… está muerta… murió ―recordar aquellos sucesos le quitaban las pocas ganas que tenía de vivir ―ese hombre está vivo y a lo mejor… ―no pudo continuar debido a las lágrimas, sentía su garganta un nudo, y uno muy gordo, frotó su cara en un intento inútil de dejar de llorar.

― La respuesta está en tus manos, ya hemos hablado de esto.

― ¡No buscaré justicia con mis manos! ¡No voy a convertirme en una asesina! ―Exaltó, Pyrox asintió y acercándose le entregó un sobre, ella lo abrió y no pasó de la segunda imagen, cojeando hasta la pared se descargó allí. Había más de veinte fotografías de niñas muertas, torturadas de distintas maneras, vueltas una etc.…

― Y es lo del último mes, ellas no sobrevivieron para contarlo como tu Valery, no me he encargado de él porque quiero que seas tú que lo hagas ―detuvo su lento caminar para mirarla ―será tu responsabilidad si más niñas mueren a manos de este hombre ―miró al techo con tristeza ―a veces hay que sacrificarse por un bien mayor.

Valery abrió su único ojo bueno con sorpresa, su madre solía decir mucho aquella frase, se apoyó en la pared y sin más se puso a llorar.

****

― ¿Bloom Pyrox?

― Valery Carter y todo concerniente a esa persona murió junto a su familia en aquel incendio, esta será tu nueva identidad ―le pasó el espejo y Valery procedió a verse.

Estaba y se sentía distinta, su cara era otra, sabía que el fuego la había desfigurado por completo, aunque estaba segura de que no quedaría exactamente igual que en la foto que le ofreció al cirujano, pero estaba muy lejos de verse como ella era antes, muy lejos, demasiado, no se podía reconocer.

― Mamá…

― Olvídate de ella, esa mujer ya no es nada tuyo, nunca lo fue, aquí empezaras desde cero ―el rostro de Valery se entristeció y negó, colocó el espejo bocabajo en la mesita.

Pyrox se levantó y se dirigió a la salida.

― Mi paciencia se agota, no te esperaré para toda la vida.

― Puedo al menos conservar el apellido de soltera de mi mamá ―dijo en el momento que Pyrox tomaba el picaporte. ― Bloom Pyrox Bolaños ―Le sostuvo la mirada y le dedicó una sonrisa.

― Bienvenida ―y se retiró.

****

Santiago tarda, en cuanto Bloom termina de narrar y él se da cuenta niega totalmente, era imposible, la vio consumirse en llamas, ¿Cómo sobrevivió?

La pelirroja le da un atisbo de su sonrisa antes de dejar caer el cerillo encendido, el cuerpo de Santiago se prende en fuego, su cabeza se mueve de lado a lado tratando de liberarse, ya que se encuentra atado a la cama del motel en estado de decadencia, el cual se encuentra en proceso de demolición.

Se escuchan las sirenas de los policías y bomberos, Pyrox pasa una mano por su espalda y la acaricia, Bloom se acurruca en ella llorando, se supone que debe sentirse bien, feliz que ese desgraciado esté muerto, ya ha hecho justicia, ha librado a que futuras víctimas caigan en sus garras, entrenó duro por tres años, esperando ese momento, pero aun así… aun así…

¿Por qué se siente tan vacía?

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