Rebullen estas aguas
en clamorosa efervescencia.
Espejuelos vivos titilan
en su rápido caminar;
de este río que
tras la curva
se envalentona bravío:
regurgita juventud “parlarina”.
En la bóveda de la foresta
se reúne el coro alado
de gorjeo sonoro.
Arpegian trinos sempiternos…
Carboneros, Verdecillos, Verderones
Petirrojos… no hacen otra cosa
que cantar comienzos:
¡Quizás ellos no conozcan
a esa dama que tiñe de oscuro
aquello que toca!
Aguas arriba,
en un quedo remanso,
se ensancha,
se agolpa de quietud;
sestea trayendo hojas
de lento transitar,
para después…
golpearlas con estrepitosa
sonoridad, lanzarlas
contra el verdín de
los pardos guijarros
del lecho.
¡Y yo, yo…
no quiero otra cosa
que mezclarme,
mezclarme con estas
aguas límpidas de fines!
Pues sólo aquí…
todo…, todo
está lleno de principios.
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