Es de color naranja, asiento negro, su rodado N° 20, frenos de mano. Erguida, luce sombrero con elegancia, pedaleando armoniosamente, como solicitando el permiso para el siguiente movimiento. Más de treinta años realiza ese trayecto para hacer las compras en el centro. No se le notan los setenta y largos, siempre sonriente saluda a los transeuntes. En su canasto delantero lleva su monedero, y, el candado para asegurarse de encontrarla cuando sale del negocio.
Como depués de las 10 AM el sol es muy fuerte, sobre la tes blanca, roda transpiración fría por el esfuerzo. A la vez se notan algunas pecas, en el rostro. Saluda a sus amigas conversan sobre cosas cotidianas.
Y de paso, ya se ponen de acuerdo para juntarse el fin de semana, con las chicas que hace un tiempo no ven. Y así emprende el regreso, con la compra y la dicha de haber comentado sus actividades, y, saber de la amiga con quien conversó.
Ya no hay brisa, solamente resolana, polvareda que mancha el rostro con la humedad de la exudación.
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