Sentada con mi soledad en el primer asiento de este bus

con rumbo a la incertidumbre,

contemplo la luna a través de mi ventana.
Es una luna majestuosa y brillante,

pero la miro con agonía;

como si dejar de mirarla fuera mi condena
Una condena a la realidad de lo que me espera

y del lugar en el que me encuentro,

junto a más almas con un mismo recorrido,

pero con diferentes destinos.
¿Qué destino será mejor? Eso no lo sé.
¿Le temo a esta senda? ¿O a mi destino?
Querida luna, no te vayas y quédate conmigo;

acompáñame en esta ruta

y permíteme soñar con un mejor destino.

Etiquetas: poemas

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