«Anselm Kiefer y la simbología Nazi.»

«Anselm Kiefer y la simbología Nazi.»

Nacho Nait

09/09/2017

“I had no toys; our house was bombed; by the aerial bombing of Germany at the end of WWII.” Anselm Kiefer[1)

Anselm Kiefer y la simbología nazi

Introducción

Son muchas las obras de arte que intentan reflejar momentos y hechos que hicieron historia por los más diversos motivos, a veces para celebrar, otras para recordar, y algunas para asimilar los episodios más cruentos del devenir humano. Porque, sin duda, el arte ha de intentar dar respuesta a los desafíos de cada época y hacer posible que el espectador pueda revivir los episodios traumáticos de la historia, destapando tabús y exponiendo la historia tal como fue, aunque difícilmente pueda cambiar el mundo o acabar con la violencia. Esta investigación propone mirar las obras de arte y los artistas que se han enfrentado al terrible legado del nazismo de frente, y hacerlo desde una perspectiva histórica pero también analizando la forma en que el artista se sitúa personalmente y concreta la representación de este periodo y sus consecuencias para las generaciones posteriores. Para ello nos centraremos principalmente en la obra del artista neoexpresioninsta alemán Anselm Kiefer.

Anselm Kiefer es un artista controvertido con una obra que se podría calificar de confusa y perturbadora, esa clase de artista que puede gustar o no pero sin duda no deja indiferente. Sus paisajes sugieren guerra y devastación, sus superficies acuosas reflejan luces misteriosas, sus torres corroídas tienen una monumentalidad sobrecogedora, todo en la obra de Kiefer está pensado para buscar la reacción del espectador, para sacarlo de su indiferencia, para provocarlo. Sus obras de gran tamaño, con su imponente monumentalidad, transmiten al observador un sentimiento de insignificancia de la existencia humana en comparación con la grandiosidad de la existencia del universo. En ellas, entrelaza imágenes arquetípicas de antiguas mitologías con sucesos históricos para crear piezas con una gran carga emocional que interpretan el significado oculto de los mitos y los mecanismos de los procesos históricos.

Sus temas hablan de los sentimientos humanos más profundos como la muerte y el sufrimiento mediante el recuerdo y la conmemoración de los ausentes. Sus pinturas, sus esculturas y sus libros analizan la historia y la necesidad de enfrentarnos y aprender de ella, con una melancólica ironía que lleva a preguntase si es posible cambiar la tendencia a la destrucción del ser humano. Pero Kiefer, no intenta imponer sus ideas o su visión, sino que deja al público “que vea lo que quiera en mis obras, cada persona ve una cosa distinta; no se puede coger a un artista político para obtener obras políticas. Yo no soy político, hago arte para encontrarme a mí mismo, mi arte tiene que ver conmigo; sin embargo, leo periódicos, miro la televisión y estoy informado, pero no puedo dirigir a los políticos»[2].

Kiefer es un artista atrevido que no duda en experimentar con nuevos materiales y técnicas por improbables o directamente imposibles que puedan parecer en un principio. No se ajusta a las reglas que gobiernan la pintura y la escultura y que podrían limitar su imaginación o su capacidad creativa. Es precisamente este desafío a las convenciones lo que ha hecho de él una artista de éxito aunque también es lo que hace que sus obras sean difíciles de abordar: el tamaño y los múltiples materiales utilizados en superficies que acaban siendo espesas sugieren múltiples sensaciones que el espectador debe discernir.

Anselm Kiefer creció en un país que se estaba reconstruyendo a partir de los escombros del más cruento episodio de su historia. Kiefer fue testigo de la lucha por la renovación de una nación dividida por las consecuencias de la guerra. El silenció y la negación alrededor de lo sucedido impregnó a la sociedad alemana de las décadas posteriores al Holocausto. Como ocurrió en España respecto a la Guerra Civil, en las escuelas alemanas no se enseñaba la Segunda Guerra Mundial, hecho que impactó considerablemente a Kiefer. Anthony Bond (2015) explica que Kiefer le contó que no había sabido nada del Holocausto hasta que tuvo 13 años, cosa que le produjo un terrible impacto, no solo el hecho en sí sino también el profundo silencio que lo rodeaba, incluso entre sus familiares y profesores. Se sintió traicionado pero también implicado, como muchos alemanes de su generación, que no vivieron personalmente el Holocausto, pero que de alguna manera sintieron culpa y vergüenza por lo sucedido. Al igual que su mentor Joseph Beuys, Kiefer opinaba que antes de superarla hay que aceptar la herida y, como el filósofo, también alemán, Theodor W. Adorno (1903-69), consideró que proclamar la imposibilidad de la poesía tras el Holocausto era equivalente a capitular ante la apropiación que hicieron los nazis de la cultura para sus propósitos políticos (Bond, 2015).

Kiefer plasmo este ambiente en sus primeras obras y estudió como se entremezclaron elementos de mitología y de historia y su incidencia en el auge del fascismo. Pronto expandió sus temas a investigaciones ideológicas, psicológicas y espirituales más extensas donde reflejó, además del cruento episodio de la guerra, otros temas más universales relacionados con los binomios vida-muerte y bondad-maldad (West y Dougherty, 2014). Las pinturas de Kiefer obligaron a sus contemporáneos a enfrentarse al pasado de su país cuando reconocer el nazismo era todavía un tabú.

Como señala Andreas Huyssen (1989:27) para situar la obra de Kiefer en contexto hay que relacionarla con tres fenómenos culturales de la Alemania Occidental que se desarrollaron tras la Segunda Guerra Mundial. En primer lugar el Nuevo Cine alemán que triunfó con los trabajos de Fassbinder, Herzog, Wenders, Schloendorff, Kluge, Sanders-Brahms, von Trotta, Ottinger y otros y se ocupó, en buena medida, de la identidad alemana –personal, política, cultural y sexual- a partir del reconocimiento de que el pasado fascista y el presente democrático estaban intrínsecamente unidos. De hecho, Huyssen (1989:27) argumenta que se pueden establecer paralelismos entre el trato de Kiefer de la imaginería fascista y las películas más importantes de Hans-Jürgen Syberberg como Nuestro Hitler y resalta que ambos fueron acusados de simpatizar con el fascismo. En segundo lugar, habría que considerar al grupo de pintores berlinés que a principio de los noventa fue calificado como die neuen Wilden, los neoexpresionistas. Aunque los artistas englobados en esta nueva denominación llevaban en activo durante dos décadas –durante el auge de la abstracción tardía, el minimalismo, el conceptualismo y el arte de performance-, fueron reconocidos como grupo debido a su vuelta a las estrategias pictóricas del modernismo germánico. En tercer lugar, hay que considerar el debate histórico que tenía lugar sobre la responsabilidad alemana en el holocausto y la cuestión de la identidad alemana. Como apunta Huyssen (1989:28) estos tres fenómenos culturales demuestran como la cultura de la Alemania Occidental seguía influida por el pasado y Anselm Kiefer fue y es parte de esta cultura.

Es considerado uno de los representantes del Neoexpresionismo, una de las corrientes artísticas post-modernas, surgida en los años ochenta, que diverge del minimalismo y de la abstracción para desarrollar nuevos lenguajes simbólicos. Kiefer es sin duda uno de los artistas alemanes posteriores a la Segunda Guerra Mundial más reconocidos internacionalmente siendo, al mismo tiempo, uno de los más controvertidos debido a su voluntad de enfrentarse y sacar a la luz temas tabú de la historia alemana reciente como fue el nazismo. La influencia de Joseph Beuys y de Georg Baselitz es clara en la obra de Kiefer así como de las tendencias de postguerra del expresionismo abstracto y del arte conceptual.

Este trabajo intentará desvelar las claves para descubrir las huellas que dejó el nacismo en el arte e invita a una nueva lectura de las obras consagradas de artistas neoexpresionistas alemanes que esconden, cifrado, un momento definitivo para la humanidad. Intentaremos responder a preguntas como: ¿Por qué ha marcado tanto el nacional socialismo de Hitler?, ¿Qué denuncia encierran las obras de los neoexpresionistas alemanes?, ¿Qué simbología cifrada se haya oculta en sus obras? ¿Por qué a partir de 1933 y hasta 1945, que termina la Segunda Guerra Mundial, el arte figurativo, deja de representar un recurso artístico satisfactorio y se acaba recorriendo a otros lenguajes del cómic, del collage, de las instalaciones, del happening o a la abstracción?

Analizar la obra de Kiefer no es tarea fácil ya que es un autor muy prolífico y su método de trabajo lejos de ser lineal, realizando una obra detrás de otra, consiste en tener siempre varios proyectos en paralelo con temas que se mezclan o solapan en ocasiones. Con frecuencia trabaja en series, dando un título genérico a un grupo de obras. No son raras tampoco sus fases experimentales en las que prueba nuevas ideas algunas de gran dificultad técnica. En estos periodos suele dejar sin acabar obras que pasado el tiempo combina con otras o con objetos que encuentra para dar lugar a nuevos trabajos. Kiefer es poco dado a seguir las normas que gobiernan la pintura y la escultura ya que considera que pueden limitar su imaginación, en esta línea surgen su famosa aplicación de objetos a las pinturas de paisaje superponiendo capas de representación espacial que han desafiado con éxito muchas convenciones pictóricas. Además, hay que tener en cuenta la complejidad de significados que presente en toda su producción, su interés en la cosmología, la cábala o la alquimia hace que en sus obras se superpongas capas de significados difíciles de descodificar. Sin embargo, no es necesario descifrar todos los significados para apreciar la obra de este artista.


[1] Kiefer, A. Kantate 72. https://www.kantate72.com/issue?page=21

[2] Rodríguez, C. (2016) Anselm Kiefer: “Vivimos momentos de amenazas por los populismos y por la democracia directa” El Mundo, 25 de noviembre de 2016

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