En tus quebradas al atardecer,

tiraré mi tarrafa y pescaré esperanzas,

con ellas alimentaré mis endebles sueños de niño.

Y cual mitayero de pueblo caminaré con ilusión por tu agreste monte,
Voy llenando mi alforja de frutos rojos y naranjas, un tantito de guayabas;
pero ¡Miren qué gracioso! ¿Es el sol un Tapisho? Sorpresas da la madreselva.

Por este caminito serpenteante y verdecito volveré a mi chocita
a tomarme un masatito y un suculento panguito.

Y después de cambiar mi harapos, sobre mi gastada hamaquita

resposará este pobre cuerpo añejo.
Que en sus años de mocedad y con el alma aventurera anheló enredarse entre tus hiedras.
Sí, aquel que perdió su mirada en el espejismo de tu verde hermosura.

¡Radiante perla bendita!

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS