La dama, el mendigo y su varita mágica

La dama, el mendigo y su varita mágica

Ruben Ielmini

28/12/2017

El exceso de riqueza…es la causa de la codicia…

(Cristopher Marlowe)

Un anciano mendigo, camina por un barrio residencial, se detiene frente a una finca donde el lujo de su fachada resalta de las demás, toca el timbre y espera, nadie contesta toca una vez más; desde una ventana se asoma una mujer mayor.

— ¿Que es lo que quiere?

— ¡Buenas tardes señora! Tengo hambre y sed ¿No me podría ayudar con algo?

— ¡Comida no tengo, la que sobró está en la basura, y si tiene sed al lado de la puerta hay una canilla tome agua de ahí si quiere, y cierre bien no sea cosa que se moje el piso.

­— ¡Gracias señora!

Se dispone a beber cuando alguien lo llama.

— ¡Señor señor, aquí… enfrente!

Es la voz de una mujer que está en la puerta frente de la lujosa casa, vio el trato que le habían hecho al anciano, cruza la calle toma del brazo al hombre y lentamente lo lleva hacia su casa, una vivienda humilde.

— ¡Entre por favor! Tome asiento y espéreme un minuto.

Mientras espera mira la casa, nota que hay limpieza y orden pero sus muebles son viejos y deteriorados.

Aparece la mujer y ve al anciano mirando los muebles.

— La casa no está presentable, al morir mi marido murió y tengo una baja pensión, hago trabajos de limpieza y así sobrevivo.

— Usted no sobrevive señora, vive con su humildad que es la mayor de las riquezas—responde el anciano.

—Si eso fuera todo, pero hay que ser agradecida de la vida, bueno aquí tiene buen hombre, comida y bebida no es mucho pero es todo lo que le puedo ofrecer.

—Usted abrió la puerta de su casa y me ha dado comida, es más que suficiente.

El anciano se levanta del sillón toma el paquete y la botella, lo guarda en su bolsa, busca en su bolsillo de su harapo una varita, mira a la mujer y le dice.

—¡Señora! Cuando me haya retirado, con esta varita que le entrego, usted va a pedir un deseo y ese deseo no solo se hará realidad, sino que se multiplicará por mucho más…tenga fe.

Pone su bolsa al hombro mira a la mujer, mira de nuevo la casa y le dice.

—Todo va a cambiar, gracias y que Dios la bendiga señora, muy pronto usted será una Dama

El anciano se aleja del lugar, la mujer cierra la puerta va al dormitorio y frente un espejo ve su vestido gastado, ha pasado mucho tiempo que no puede comprar ropa, toma la vara cierra sus ojos y pide.

— ¡Quisiera tener un vestido nuevo, sin lujos solo que sea nuevo!

Espera un instante abre los ojos y ve frente al espejo la misma imagen con el mismo vestido y sonríe.

— ¡Que anciano loco…yo una Dama, que tonta soy! Los deseos existen solo en los cuentos de hadas.

Deja en la mesa la varita, se acuerda que tiene que salir, vuelve al dormitorio, abre el ropero, y se sorprende al ver que ese lugar, muy prolijamente colgados hay una gran cantidad de ropa nueva. No entiende nada, se retira hacia atrás y choca contra la cómoda, y ve que de uno de los cajones sobresale la punta de una tela; abre el cajón y estaba lleno de blusas y camisas nuevas, empieza a sacar la ropa del cajón y sigue sacando más y más ropa, va al ropero y empieza a sacar vestidos y aparecen más vestidos y no para de sacar vestidos, su dormitorio un deposito de ropa, su cajón lleno de zapatos que se multiplican, llega un momento que no sabe qué hacer con tanta cantidad de ropa y zapatos. Al día siguiente pone un aviso de venta en el diario, rápidamente aparecen compradores y las ventas se multiplican a tal punto que compra un local, las ventas suben y compra otro local y al poco tiempo otro más y crea una gran cadena y una marca de ropa. Las ventas siguen multiplicándose.

Su vecina de enfrente, la avara quien había negado un plato de comida al mendigo, se entera de lo sucedido, e invadida de curiosidad, la ve llegar en un auto y cruza a la casa de la mujer que ya no vivía en una humilde morada sino que, sin perder elegancia y buen gusto, había reformado su vivienda.

Le pregunta como había hecho en tan poco tiempo para tener esa carrera de éxito empresario.

— Todo se lo debo al anciano mendigo, aquel que tocó a su puerta y le negó comida ¿Lo recuerda?, bueno lo crucé a mi casa, le di comida; en agradecimiento me dejó una varita, pedí un deseo, y aquí me tiene.

La mujer avara volvió a su casa con bronca y arrepentida de no haber ayudado al mendigo.

Pasó un mes. La mujer avara se encontraba mirando la calle y ve pasar al anciano mendigo por la vereda; baja rápidamente y lo llama.

— ¡Señor…buen hombre…usted sí el de la bolsa venga por favor!

— ¿Es a mi señora?

-¡Si si a usted venga por favor pase a mi casa entre dele …pase.

El hombre sorprendido no entiende nada, entra en la lujosa mansión.

—Señora yo.

­— ¡Silencio!…no me diga nada tiene hambre y sed, siéntese ahí

Casi empujándolo lo sienta en un mullido sillón de terciopelo, abre una caja.

— ¿Gusta fumar un habano? Son de mi esposo que los trajo de su último viaje a Cuba.

— ¡No gracias señora! no fumo.

— ¿Bueno entonces le sirvo un escocés en las rocas?…es importado lo compramos en un crucero que hicimos a Londres, Paris, Madrid y todo el Mediterráneo.

— ¡No gracias señora no bebo alcohol!

—No fuma, no bebe, entonces que le sirvo.

—Agua señora, solo un vaso con agua

— ¿Agua, solo agua?…pero que visita económica, bueno ya le traigo agua, pero mineral, no de la canilla— la mujer se levanta y va a la cocina le hace antes una reverencia —Con permiso enseguida vuelvo—

Minutos después, aparece trayendo una bandeja con el vaso de agua.

-¡Aquí tiene el agua…pero espere que tengo algo más para usted!- Vuelve a la cocina y regresa con una bolsa- Son sándwiches de triples surtidos, masas finas de la mejor confiteria …»Le maison des Gateaux» y un litro y medio de gaseosa que los iba a compartir en una reunión con mis amigas de un te canasta…pero no importa luego pido un Delivery y me lo traen.

—Perdón señora, no le entendí… ¿Qué pide un qué?

—Un Delivery, ¿no sabe lo que es?…un delivery es un, un…bueno otro día se lo explico.

El anciano no sale de su asombro

— ¡Muchas gracias señora y que Dios la bendiga!

—Seguro que si, Dios me va a bendecir pero… ¿no tiene algo para entregarme usted?

El anciano la mira sorprendido.

— ¿Algo como que señora?

-¡Y… usted sabrá…algo… una cosa algo que tiene en su bolsa …no sé, fíjese!

El anciano sonríe con cierta ironía.

— ¡Ah sí ya entendí…se lo que usted quiere!

Mete la mano en su bolsillo, saca una varita, se la entrega y le dice

—Cuando yo me haya retirado de aquí— la mujer lo interrumpe—¡ Si ya se conozco el resto, el primer deseo que pida se multiplicará, bueno lo acompaño a la puerta—

Lo toma del brazo, y casi empujando lo lleva hasta la salida,

— ¡Bueno adiós buen hombre que le vaya bien!

Le cierra la puerta en la cara… mira la varita y llena de codicia exclama

—¡Ya te tengo varita! los lujos que me voy a dar  …plata mucha muchísima plata, voy a traer mi cartera, mi billetera y empiezo a sacar mucho dinero, tarjetas de crédito, débito y chequeras…muchas chequeras…infinitas chequeras…¡ah! …pero antes de hacer el pedido, voy al baño que me estoy haciendo encima….

Al siguiente día, vecinos y curiosos, miran sorprendidos un extraño suceso frente a la mansión de la mujer avara. Móviles de la televisión, periodistas y corresponsales de todos los medios se encuentran en el lugar. Un periodista micrófono en mano está dando un informe al estudio central

—¡Ultimo momento!…ya son ocho, los camiones atmosféricos que desagotan esta lujosa mansión llena de efluentes cloacales, y siguen llegando más unidades, se desconocen las causas de este fenómeno, su dueña se encuentra sentada en el inodoro con imposibilidad de moverse…y aquí tenemos a un señor observando la situación…señor ¿Usted es del barrio? ¿Qué nos puede decir de lo que está ocurriendo?

No lo sé…realmente no se qué pasó, parece cosa de magia

 El hombre mira la cámara con una irónica sonrisa, es el mendigo de la varita mágica.

Ruben Ielmini

(ISBN: 978-987-3657-22-1)

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