Malditos tus sortilegios

Te maldigo por tener poderes que van más allá de la razón.

Porque cuando direccionas tus ojos, como luminosos faros que ayudan a los navegantes en las tormentas, hacia mí; esos gigantes helados penetran en lo más profundo del alma y provocan erupciones de incertidumbre y pasión.

Te maldigo por tu movimiento, sensualidad estruendosa que tensa cada músculo e impide todo paso de vida a través de mis fosas, doblegándome, asfixiado de belleza.

Te maldigo por tus palabras, finas, delicadas, hermosas y problemáticas, que, cuál caballo letal de Odiseo, certeras se introducen, ingeniosas, en cualquiera que las escuche.

Te maldigo por entrar en los pensamientos y generar todo tipo de ideas de servidumbre y esclavización, de sumisión absoluta del existir como acto propio, para solo vivir por ti.

Te maldigo, Oh mujer, así nadie pueda caer en tus hechizos, y estés a salvo de morir en las manos de un animal que no pudo admirarse de tales encantamientos,

o que demandó más cuando era el fin.

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