Carta al chico que me enseñó más que el amor.

Carta al chico que me enseñó más que el amor.

Quinta Brisa

22/12/2017

Hola;

¿Recuerdas que en todas las cartas pasadas mencioné que sería la última?

Soy mala cumpliendo ese tipo de promesas que consisten en no escribir más.
Es de madrugada, y sólo puedo pensar en una persona, sólo una.

Eres tú.
Siempre has sido tú.

Desde que te conocí supe que cambiarías mi vida, porque el mundo está lleno de muchas contradicciones.

Si no estuviéramos nunca enfermos, no sabríamos como es estar sanos. Si no te hubiera conocido, no tendría ni la mínima idea de lo que es querer. Tanto el bien como el mal tienen su lugar en el mundo.

Y yo encontré el mío.

Recuerdo lo que sentía cada vez que te veía caminar de lejos.
Recuerdo las sonrisas que me sacabas, aún cuando no estabas cerca.
Recuerdo todas y cada una de las veces que nos vimos.
También recuerdo nuestro primer beso.
La primera vez que pude ver mis ojos reflejados en los tuyos.

Siempre he pensado que de cada persona debemos recordar lo mejor. Eso es lo que guardaré por siempre.

Aunque no olvido las lágrimas.
No olvido las rabietas.
Ni mucho menos olvido el dolor de un corazón roto.
No olvido los malos momentos.
Y jamás voy a poder olvidar mis errores.

Porque hace tiempo me di cuenta que en eso consiste la vida, en ir error, tras error. No para cometerlos de nuevo, si no para rectificarlos.

Te perdí a ti, pero gane la mejor lección de mi vida.

Por eso también recuerdo lo malo, porque de eso siempre se aprende. Aunque debo confesar que cuando te veo triste de verdad que me siento impotente. Porque hay heridas que me duelen, aunque no sean mías.

Hay lugares que traen muchos recuerdos, y ya sé que esto suena lo más cursi del mundo. Pero por alguna mala broma de la vida, estaba recordando. Quizá seas la causa de mis ojeras por la mañana. ¿Y? ¿Qué importa?

Ya no tengo nada más que perder. He querido llamarte en medio de la noche y gritarte que te extraño.

Pero no es políticamente correcto, aunque ¿sabes qué? La capacidad de distinguir entre lo que está bien y lo que está mal se encuentra en la razón, no en la sociedad. Así que al diablo lo «políticamente correcto», por eso te escribo, porque mi conciencia y mi razón saben que es lo correcto.

Me duele saber que no hay mucho que pueda hacer, y la vida me muestra contigo una vez más que no se puede tener todo. Detesto las despedidas, pero esto no lo es. No por siempre.

Cuando te sientas solo, cuando me extrañes, cuando creas que ya es demasiado tarde por favor:

No llames; no responderé.
No me busques, no apareceré.
No me escribas, no voy a leer.

Sólo mira al cielo, y piensa que no debes rendirte, porque siempre hay un mañana. Después mírate al espejo, mira tu cabello, es un desastre, ¿no crees? Mira tus ojos, ¿por qué no son azules?

La perfección no existe, tú no eres perfecto, y nunca lo serás. Eres humano, y vales más por tu forma de ser tan sencilla, tan humilde, con un sentido del humor que nadie más tiene, con esa capacidad que tienes para hacer sonreír a los demás, ese brillo en tus ojos que le ruego a Dios jamás se apague, y ese gran corazón. Recuerda también que te quiero como a nadie en mi vida, pero que el amor también es dejar ir, y ya es tiempo.

No necesito más lágrimas, no van a traerte de vuelta. Quiero que seas feliz, y que sigas adelante con tu vida, no voy a desearte suerte, no la necesitas, la suerte es para los tontos.

Muchos tienen ese horrible hábito de odiar a sus ex’s, pero lo siento este no es mi caso. ¿Por qué debería?

Me enseñaste que no siempre se puede ganar, y que los ideales del amor que yo tenía sólo existen en películas. Porque si el amor no doliera ni un poquito, entonces no sería amor. Sólo me queda darte las gracias por tanto, y despedirme, en el fondo esta es una de las mil razones por las que escribí esta carta, para poder soltar algo a lo que me aferre tanto tiempo. Para dejarte ir.

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