LAS PROMESAS

Seguro que muchas veces has escuchado la célebre frase “Dios tiene un plan maravilloso para tu vida”, incluso puede que recurras a Dios en busca de esa felicidad de la que todos hablan y que alguna vez te prometieron, quizá tengas mil promesas en cola esperando el momento en el que se van a cumplir. Lo cierto es que a través de la vida promesas van y vienen, hemos recibido promesas de muchas personas y también nosotros hemos prometido cosas que probablemente hayamos olvidado, y solo algunas pocas las atesoramos en nuestro corazón como un sueño muy difícil de alcanzar.

Recuerdo en mi niñez cuando mis dos hermanas y yo escribimos en una hoja una serie de cosas que nos gustaban mucho en ese entonces, hicimos una lista y prometimos que cuando creciéramos y tuviéramos dinero cada una le iba comprar a las otras lo que habíamos enlistado y la firmamos como si fuese un contrato, pero nunca lo cumplimos, hoy lo recuerdo con humor, como una promesa de hermandad que se quedó solo en nuestra memoria. Al igual que con mis hermanas y esa promesa pienso en muchas de esas promesas de Dios que no se han cumplido por nuestra culpa, por nuestros miedos e inseguridades. Alguna vez te ha pasado que no te atreves hacer algo, emprender un proyecto, empezar una carrera, hacer un comentario, decirle a alguien lo sientes por él o ella, y siempre quedas con la duda del ¿que hubiera sido mi vida si tan solo me hubiera atrevido a hacerlo? Miedo al fracaso, miedo al rechazo, miedo al qué dirán, miedo al que nos vean y nos señalen, miedo a perseguir nuestros sueños por más tontos que parezcan.

Esto me hace recordar la parábola de los talentos, donde el amo le dio talentos a sus siervos para que los administrasen y cada cual hizo como mejor le convino, los supieron invertir mientras otros lo escondieron. Así mismo sucede con nosotros y los talentos, habilidades y oportunidades que Dios nos da. Muchas veces nos quejamos de no tener oportunidades pero cuando las tenemos en frente no sabemos aprovecharlas, más bien nos escondemos, por miedo o vergüenza no ponemos en práctica aquellos dones y habilidades que Dios nos dio, y dejamos ir nuestras oportunidades.

Si no nos atrevemos hacer las cosas por miedo o vergüenza, entonces Dios nos quitará lo poco que tenemos y se lo dará a otra persona que sea valiente, que se atreva a hacer lo que nosotros no hicimos, así que no dejes que otro se lleve tu fortuna, no dejes que otro se lleve tus ideas, ni tus oportunidades, y si las dejas escapar no culpes a Dios por tu situación. Todos tenemos miedos e inseguridades, pero eso no significa que debamos andar por la vida escondiéndonos y buscando que los demás se compadezcan de nosotros. Debemos tener carácter y enfrentar esos temores. Debemos arriesgarnos. Esto refleja mucho acerca de nuestro carácter y nuestra fuerza de voluntad.

En tiempos atrás la palabra de una persona era muy valiosa y si prometía algo debía cumplirlo, y Dios sigue siendo así, él es fiel, aún cuando nosotros somos infieles el siempre permanece fiel, él siempre está allí cuando nosotros fallamos y nos sigue amando a pesar de nuestros defectos. Él es y siempre será fiel a sus promesas, por eso dice: “conoce pues que Jehová tu Dios es Dios fiel, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos”.

Muchas veces un corazón lleno de rencor y odio, un corazón desobediente, lleno de preguntas sin sentido en vez de gratitud son las causas de postergar el cumplimiento de esas promesas. La actitud de nuestro corazón es la que determina cuánto va a tardar esa promesa en cumplirse, porque mientras más reclamemos y cuestionemos a Dios, como si él tuviera la obligación de darnos todo lo que queremos, más tardarán en llegar esas promesas. Porque Dios quiere un corazón humilde y agradecido, que lo ame por lo que él es y no por lo que puede hacer y por lo que puede darnos, claro que el quiere darnos todo lo mejor, pero primero quiere que lo amemos y que le obedezcamos.

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