“ AMARGA TRAVESURA ”

Daniel era un pequeño muy especial. Como si a propósito el nombre le hubiera sido impuesto para comparar su comportamiento con “Daniel el Travieso”, el célebre chico de la tira cómica. “Es un verdadero terremoto” — comentaba la familia refiriéndose al pequeño de cuatro años de edad.

Sus padres, Antonio y Alejandra ya habían dado un tiempo razonable para procrear otro hijo y se habían esperado, para que Daniel pudiera ser educado con toda la atención necesaria, dada su notable energía, así que decidieron que ya estaban en condiciones de agrandar la familia. A los tres meses Alejandra ya estaba embarazada por segunda ocasión y como en su primer embarazo presentó problemas, estos insistieron en el segundo, pero esta vez con amenaza de aborto, así que por instrucciones del médico debería guardar reposo, por algún tiempo.

“¿Quién puede descansar con “Daniel el Travieso” en casa?” — se decía Alejandra cuando alguna travesura de su hijo la obligaba a abandonar su forzado reposo.

Cansada ya de estar acostada por varias semanas, Alejandra, que en la víspera de Navidad se sentía radiante y llena de vida, se animó a ir a comprar algunos regalos para la familia con ese motivo. Como siempre, se hizo acompañar de Daniel, aunque ahora no llevó a la sirvienta.

Ese recreo que se permitió, la orilló a emplear más tiempo del considerado para sus compras y sustraída por la magia y el glamour de los grandes almacenes, bastó un descuido para que Danielito se le desapareciera.

Al reparar en la pérdida, la angustia fue apoderándose poco a poco de Alejandra. Ella sabía que no debería de acelerarse así que se dijo asimismo: “Cálmate este es un almacén muy grande y Danielito no podrá salirse a la calle; además no se te acercó ninguna persona en quien notaras malas intenciones. Este es solo un momento desagradable y pronto lo habrás superado”. — y haciendo lo imposible para no desesperarse, comenzó a caminar llamándolo por su nombre y solicitando ayuda para encontrarlo, aunque para ello se fue alejándose del lugar en donde perdió de vista a su hijo.

Al poco rato con el apoyo de otras personas, obligó al gerente de la gran tienda comercial a cerrar momentáneamente las puertas de la tienda hasta que no apareciera el pequeño Daniel y alertar a los vigilantes para que impidieran la salida de cualquier menor con las características de Daniel.

En cuestión de minutos, decenas de personas gritaban el nombre de Daniel por todo el centro comercial, en tanto la fuerza de voluntad de Alejandra iba cediendo, reflejándose en un decaimiento generalizado. No obstante, ella recordó una instrucción que meses atrás le había dado a su hijo: “¡Cuando te pierdas no te muevas del lugar donde estás! ¡Yo te buscaré, no te desesperes, ni te vayas con nadie! ¿O key?”

De inmediato se dirigió al departamento de vestidos en donde había desaparecido su hijo. “¡Daniel, Daniel, ven con mamá, ven con mamá, aquí estoy!”– habló en voz alta, ya no podía gritar.

Asustado, Daniel salió de entre un perchero de vestidos y se abalanzó a su madre.

Decenas de personas que habían participado en la búsqueda del menor presenciaron la escena en donde madre e hijo se fundieron en amoroso abrazo. Ante ellos la madre se desmayó.

Cuando Alejandra recuperó la razón estaba en una cama de hospital. Su esposo estaba a su lado tomándole las manos y con los ojos llorosos. Frente de ellos uno de los médicos que la atendieron, les informó: “En verdad lo sentimos, pero a pesar de que hicimos hasta lo imposible, el niño se perdió”.

“¡Eso no es cierto… ¡Yo encontré a mi hijo, estaba entre los vestidos…” — gritó angustiada Alejandra y se volvió a desmayar.

Fin.

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