El niño que peregrinaba en el infinito de un mundo sin recuerdo

El niño que peregrinaba en el infinito de un mundo sin recuerdo

Jim Valencia

13/12/2017

No creo jamás haber visto algo o alguien a excepción de Bruce. No recuerdo tampoco como llegue aquí, pero sin Bruce, sin duda todo fuera muy aburrido. Damos largas caminatas hacia lo desconocido. No es que me queje de este lugar, tan solo tengo once años y este mundo es tan peculiar. No hay nadie, no hay personas, no hay animales, solo mi querido Bruce, mi mejor amigo.

En estos momentos recorremos unos hermosos acantilados, el sol está en su apogeo, cálido y hermoso. El océano esta apacible, los peces saltan con alegría, son los únicos animales que existen, mientras Bruce está atrapando algunos para poder cenar esta noche.

Bruce en un ser casi minotauro, de pelaje blanco, la extraña síntesis de un nerdental con cabeza de venado sin ojos, solo una boca con enormes dientes. Sus cuernos son recios y redondeados. No habla, pero me comprende. Jugamos todo el día, y en las noches contamos estrellas.

Algunas ocasiones, cuando la nieve nos hace compañía, gusta de revolcarse en la nieve, y yo con él. Hace hermosas fogatas, y duermo muy a gusto en su pelaje.

Las noches parecen desvanecer cada vez más rápido, y los días cada vez son más cortos. A veces pienso que Bruce se preocupa por esto, porque en ocasiones se va de mi lado, como haciéndose a la idea que algún día me iré, pero yo no me quiero ir. Soy muy feliz, cada día vemos muchos nuevos lugares: Lagos hermosos, playas exuberantes, bosques y selvas que se extienden hasta el horizonte. Recorremos el mundo sin riesgo alguno, divirtiéndonos, pasándola genial.

Pero cada vez siento más la tristeza de Bruce, casi siempre sostiene la foto de un hombre y una mujer, parecen muy felices. Pero yo no los recuerdo, no recuerdo a ningún ser. Pero cuando me veo en las cristalinas aguas de los riachuelos, noto cierto parentesco con ellos.

Bruce se ha quedado mirándome, bueno, parado justo frente de mí, y me ha dado un papel. En él dice: “No existe un final, solo un principio”.

Bruce me obsequio un enorme abrazo, y una sonrisa de diente a diente. Una enorme luz se acaba de abrir. Yo no me quiero ir. No me quiero ir de este lugar y dejar a mi amigo.

La luz me trago, y desperté llorando en un cuarto, con una luz blanca, y un hombre sin boca, solo ojos de cristal. Y fue entonces que vi a la mujer de la foto, sudando a mares, mientras el otro hombre le besaba la frente. Yo no quería estar ahí. Yo lloraba porque quería volver con Bruce, a mi hermosa tierra de nuevo.

Pero algún día volveremos a correr juntos, en ese hermoso lugar.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS