La noche anterior no pude dormir. Sentía escalofríos, palpitaciones y no paraba de destaparme. Como si ardiese cada vez que mi cuerpo tocaba aquella sábana. Pero de repente la oscuridad se convertía en hielo. Sería fiebre. Aunque me temía lo peor, como siempre. Hipocondriaco de nivel. Incluso pensé en acudir al hospital hacia las 04.23 de la madrugada. Pero descarté la idea enseguida. Me volví a recostar. Me dan una pereza extrema las salas de espera. Rodeado de gente que te mira con cara moribunda, intentando dar lástima para que les cedas tu orden de cola. Como si la muerte premiase los buenos modales. Y seguramente por eso mismo, aquella mañana me vino a visitar. Aunque la verdad, también me daba pereza tener que levantarme a abrirle la puerta.

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