El crepúsculo del dios del trueno

El crepúsculo del dios del trueno

Jim Valencia

12/12/2017

Primera edad cósmica. Año 10, 118. Planeta Rizores, desierto de los Nazir (los que caminan muertos). Dos soles corrompían el cielo, el aire circundante era caliente, tanto que sofocaba. Los granos de arena crujían bajo las pisadas de un soldado, de pelo largo y blanco, orejas puntiagudas, su cara era grisácea. Sus ojos eran negros, carecían de iris. Llevaba puesto una coraza de acero Nirdiano de doble pieza, con gravados de un ojo, y un circumpunto. Debajo de esta llevaba una cota de malla del mismo acero. Sus hombreras sobresalían como aletas. En la espalda llevaba un enorme martillo, con garabatos alegóricos a su imperio.

Cayo de bruces, sobre la fina y ardiente arena. Estaba cubierto de sangre enemiga. Detrás de él solo quedaban cuerpos de miles de guerreros, en un mar de aves carroñeras que recién empezaban su festín. Todavía había guerreros moribundos que suplicaban a aquellas aves negras de tres ojos que no los devorasen.

El soldado se levantó, aguerrido a su compromiso con el imperio de Ras Sirtarj. Sus pesadas botas fastidiaban, su armadura estaba desquebrajada, fue el único en quedar con vida.

De pronto escucho un sonido peculiar, era un enorme rayo de luz que cayó justo en frente del solado. De no haberse quitado, aquel golpe lo hubiese hecho trizas. De aquella luz salió un enorme guerrero, vestido por completo de armadura negra, su yelmo no dejaba ver más que unos ojos rojos enfebrecidos de odio. Le sobresalían dos cuernos dorados que en las puntas se ondulaban. De las hombreras le salían cuernos, al igual que de los codales. Era dos veces más alto que el soldado agotado. Por encima de su cabeza levanto una espada de gran envergadura, con un centelleó azul que provenía de unas rallas en los dos filos de la hoja. En su brazo izquierdo llevaba un enorme escudo de piedra, el cual era la mitad del tamaño del soldado. En el lado de su corazón sobresalía una esfera de color aqua. Sin más preámbulo, el enorme caballero de armadura negra atacó con una estocada latera al soldado, que esquivo con suerte una muerte segura.

  • -¿Por qué no has muertos con los de tu clase? –cernió sus pequeños, pero malévolos ojos en el soldado.
  • -Porque no moriré como una basura, no sin antes acabar con los antiguos –sacó dos pequeños puñales, con la hoja invertida.
  • -Eres muy estúpido al desafiar a un dios antiguo –su voz era profunda, y varonil.
  • -Ryder, dios del trueno. Al fin un dios que da la cara. Veamos si eres tan fuerte.
  • -Tendremos el alma de los Khrones y con ello llevaremos nuestro ejército con el fin de acabar al padre de todo.
  • -No si puedo evitarlo.

Empuño la espada, y con la otra agarró el pomo. Hendió la colosal espada por encima de sus imponentes hombros. El espíritu de Spirduck (nombre de la espada del dios del trueno) destello en una luz ambigua que desencadeno una tormenta en los cielos. Los soles fueron tapados por una densa cortina de nubes dispuestas a reventar en una devastadora tormenta. Y así fue, las gotas de agua lavaron el cuerpo sangriento del soldado de Khrones. El caballero negro, propicio un sablazo que el soldado intercepto con los puñales. La fricción entre estos produjo chispas que deslumbraron sus semblantes. La batalla continúo: golpes fulminantes, barridos interceptados, golpes de puños secos, tajos brutales. ¡Un dios contra un mortal!

El soldado se valió del martillo, dio un salto por encima de la cabeza del dios del trueno, pero este con una mano agarro el martillo, haciéndolo añicos.

  • -Eres bueno peleando cuerpo a cuerpo guerrero Gouldo –dijo el dios.
  • -Podrás haber destruido el martillo, pero nunca mi espíritu de batalla. Ustedes los dioses caerán, sea por mi mano o por la de otro Gouldo de la dinastía de los Khrones.
  • -Solo son sabandijas –mostró el puño cerrado que dejaba ver un anillo.

El soldado sabía que la única manera de que aquel dios muriese, era arrancar ese anillo de plata de su dedo. Tenía unos dibujos en el idioma del padre del todo. Se posicionó en un estado de batalla, ya había peleado con todo el ejército del dios del trueno, y habían sido derrotados todos, menos este furioso soldado. El dios del trueno clamó a los rayos por ayuda, estos llegaron inadvertidos y destructivos, destruyendo con todo lo que estuviese a su paso. Un rayo pasó justo por las narices del soldado que pudo saborear el beso silencioso de la muerte, que tan solamente lo sedujo. Como una serpiente precavida, el soldado se movió hacia adelante, de izquierda a derecha en una danza con cuchillas para aturdir al dios del trueno. El golpe del soldado llego desde el flanco izquierdo del dios, los aceros chocaron con rabia. Otro rayo cayó, hiriendo el brazo del soldado, dejándolo sobre unos pequeños hilos de venas que estaban a punto de romperse. Aquel soldado ni tan siquiera grito, estaba iracundo al saber que la odisea de quitarle ese anillo del dedo era la máxima imposibilidad que en su vida militar había enfrentado.

  • -No eres contendiente para mí, mortal Gouldo –camino hasta un arrodillado soldado, casi vencido.
  • -¡Maldito! –el soldado se levantó-. Voy a hacerte pedazos. Ningún dios prevalecerá sobre las almas de los Khrones.
  • -Auspicias palabras bravas para un ente casi muerto –trunco el filo en la garganta del soldado-. Dime, ¿Cuál es tu nombre soldado del imperio de Ras Sirtarj?

Elevo la mirada a los cielos, unas gotas entraron a sus ojos, nublando sus ojos negros.

  • -Mi nombre es Pyrius, comandante del ejército de Ras Sirtarj. He venido con un solo propósito.
  • -¿Y cuál es? –le pareció heroica la actitud del moribundo.
  • -Hacerte creer que soy el único.
  • -Que…

Una flecha de fuego azul atravesó el yelmo de Ryder, una llamarada de fuego salió del agujero. El dios, soltó la espada, aquello le había dolido, estaba iracundo y desenfrenado por que no podía ver nada. Pyrius, con su brazo bueno, hendió aquel hermoso puñal, quebrando el rugido del dios que gritaba más de furia que de dolor. La hoja corto los cuatro dedos de Ryder, incluido el que tenía el anillo. El cielo se desquebrajo en miles de relámpagos que ensordecieron el desierto de los que caminan muerto. Curiosamente era llamado así porque hace mil años existieron los magos negros; que podían utilizar una clase de magia oscura que podía levantaba a los muertos. Pero el señor de los siete círculos de la dimensión Astertar o el inframundo, venció a estos con su poder. Los magos que hacían caminar a los muertos ahora solo podían utilizar su magia en esta tierra, los cuales eran escasos de encontrar. Preferían no involucrarse en las guerras de los dioses y los diferentes imperios de los Khrones.

Miles de rayos penetraron el cuerpo de Ryder el dios del trueno, consumiendo su cuerpo en fuego hasta quedar solamente las cenizas de un dios. << Donde estas >> medito Pyrius, quien con su puñal se arrancó la hilera de venas, despojándose del brazo. De una colina salió una silueta femenina, cintura delineada, orejas en punta, pelo plateado, cara grisácea y ojos verdes. Vestía con un peto de cuero, que dejaba ver su abdomen. Una falda corta de cuero café que llegaba hasta por encima de sus rodillas, llevaba pintado su cuerpo en alegorías a su imperio Alarkistan. Iba armada con un arco, y muchas dagas. Su cara era dura como el hielo de las montañas de Igchaster, o como comúnmente su imperio le decía: los espejos que predicen. A paso longevo la joven se acercaba, tenían aspectos humanoides, en otro tiempo se les llamaría elfos. La chica observó a Pyrius quien estaba mal herido, perdía mucha sangre. Este era el final de aquel soldado.

La tormenta ya había pasado, y un hermoso morir de amantes solares se producía entre las dunas del norte.

  • -¡Pyrius! –recostó al soldado entre sus piernas-. Debes tomar ese anillo, o morirás.
  • -Prefiero morir con dignidad, que vivir como un antiguo –refunfuño.
  • -Aun te necesitamos, mi amigo –unas pequeñas lagrimas salieron de los ojos de la chica de orejas puntiagudas.

Sin decir palabra alguna, el capitán se levantó con las pocas energías que tenía, las cuales fluían en un torrente rojo desde su brazo. Se acercó a las cenizas que se llevaba el cálido viento del atardecer. Cogió el anillo, y lo colocó en su dedo índice. De inmediato una cortina de energía lo envolvió en la especie de un capullo tejido de hileras finas de vientos huracanados flameantes. La chica observo meditabunda el suceso. Las partículas de arena respondieron ante aquel evento bailando ante el capullo, que más parecía la especie de un torbellino. Así como inicio, así término de rápido. Aquello que lo envolvió había desaparecido, y lo más desconcertante fue ver su brazo regenerado, en el cual tenía la espada de Ryder.

El crepúsculo cedió ante sus espectadores, era el crepúsculo de un nuevo dios, del dios de trueno. Fue así como nació la leyenda del que asesina dioses. Ahora el temor de los dioses antiguos era una realidad, el sueño onírico de los mortales quedo en el maldito atardecer de los cadáveres.

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