¿Somos Dioses Vivientes?

¿Somos Dioses Vivientes?

Paco Ascon

27/07/2020

Somos Dioses Vivientes

¿Algún humano está capacitado para decidir cuándo, otro de sus congéneres debe acabar su ciclo vital?

Desde lo más remoto de nuestra historia, al menos de la que conocemos, que siempre será de dudosa realidad pues está contada por humanos lo cual le da poca fiabilidad, el caso es que nos relata la actuación de esos seres, a los que siempre se les ha supuesto un cerebro más avanzado que a los animales, aunque sigan sin demostrarlo y que somos los humanos. Pues bien, durante todos esos milenios, siempre han surgido congéneres que han decidido sobre los otros; quienes, cuando y como deben vivir incluso, cuales y cuando han de morir, rompiendo de forma artificial el ciclo vital natural.

Estos personajes, no los confundamos por lo que hoy conocemos como asesinos ya que estos asesinan por algún motivo más o menos racional; a los que yo me refiero son aquellos que hemos dado en llamar dioses vivientes, o bien algunos de los representantes de los distintos dioses espirituales en la tierra, de cualquiera de las Religiones que fueron surgiendo a lo largo de las distintas eras, también me refiero, a tantos gobernantes totalitarios que con frecuencia y por simple capricho, decidían al levantarse de su confortable cama, la duración y la calidad de la vida de sus llamados súbditos.

Pero hoy estamos en el siglo XXI, y vivimos en “Democracia” y tenemos una “Constitución” que nos protege y nos considera a todos iguales independientemente del sexo, la raza, religión, “Edad”, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social. Hoy esto no debería ocurrir, hoy no estamos sometidos a dioses, ni a dictadores que decidan sobre lo que solo la naturaleza y el universo deben decidir.

Las circunstancias en las que debe desarrollarse nuestra vida en sociedad, vienen marcadas por las normas de convivencia que nos hemos dado para ello y están reflejadas en nuestra constitución, por lo tanto son de obligado cumplimiento.

Esto sería lo que debería ser, pero resulta que no cumplimos ni con nuestras propias normas y no aseguramos que todos seamos iguales, por eso se producen las constantes desigualdades sociales por sexo, raza, por opinión, y por “edad”.

Desgraciadamente, en estos últimos meses nos hemos visto atacados brutalmente por una tragedia imprevista, que nos ha producido mucho dolor físico pero también moral, y ético. Uno de los episodios más dolorosos de esta tragedia, lo han sufrido los sanitarios en primera línea, sin los medios suficientes para atender a todos como les obliga nuestra carta magna, a consecuencia del grave estado de la Sanidad, por los constantes recortes y privatizaciones sufridos, en un servicio que jamás debió ser un negocio, pues eso va contra nuestras normas básicas. ¿Alguien se imagina el dolor, que tantos médicos estas últimas fechas han tenido que sufrir, al encontrarse con un colapso sanitario que en más de una ocasión le ha obligado a decidir, a quién le salva la vida ante la impotencia absoluta de atender a todos?, todo por la negligencia de quienes permitimos que este deterioro de la sanidad se produjera, ¿alguien cree que el doctor que se haya visto en este trance volverá a ser el mismo?, ¿cuáles son las pesadillas que por la cabeza de nuestros sanitarios circularán durante mucho tiempo?, por culpa de la destrucción de un sistema sanitario, que era puntero en todo el mundo y que al permitir que se convirtiera en un negocio puramente especulativo, no hayamos podido hacer frente a un desastre como el que aún estamos viviendo, con la dignidad humana exigible.

Solo espero, que esta desgracia nos sirva a todos para, como pueblo soberano exigir que la sanidad nunca sea privatizada, que el personal sanitario no este valorado por debajo del personal futbolero o taurino, los sanitarios no necesitan premios honoríficos, El “Princesa de Asturias” no les solucionará su precaria situación, ellos y la sociedad, necesitan una contratación sanitaria suficiente para hacer frente a cualquier otra desgracia a la que nos veamos abocados, con unas retribuciones dignas de la importancia de su trabajo.

Sobre todo, que nunca más nadie tenga que ejercer de Dios viviente, que nadie se vea en la obligación de decidir a quién salva, y a quien condena.

Paco Ascón, Xares, 27 de Julio de 2020 (Año del Coronavirus)

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