Mas allá de la vejez.

Cuando veo que me he convertido en lo que nunca he deseado convertirme, es decir en viejo. Nunca he deseado ni esperado la vejez; y cuando me encuentro en un cementerio restaurando imágenes de los panteones, he intentado imaginármela de un modo superficial, grosero y despiadado. Nunca me ha inspirado ni una curiosidad profunda ni un vivo interés. Lo extraño es que, aun cuando estoy tan cerca de la muerte, no siento interés alguno por la vejez. De este modo me pasa una cosa que nunca me había ocurrido hasta hoy: experimento una curiosidad por saber en lo que nos convertimos después de muertos; ahora, que estoy sobre las tumbas con un silencio absoluto, siento que voy avanzando hacia una zona melancólica, en la que tarde o temprano formaré parte de esta muchedumbre gris, cuyas almas ya saben si es verdad que existe el cielo; pero como el silencio no logra encender mi curiosidad ni la imaginación; la mirada, estará siempre clavada sobre la juventud y sobre la infancia.

El mundo que tenemos delante y que nos parece inhabitable estará, sin embargo, habitado y será querido por nuestros hijos: y cuando ya nos digan abiertamente que no comprendemos nada y nos dicen los hijos ¿Calle usted padre? Nos sentimos ante ellos como niños y así medimos las inmediatas distancias que nos separan del presente por que nosotros los viejos somos ya el pasado. duros como el hierro que ha sido modelado en la fragua a base de martillazos,

Con todo, bajo la tierra humeante del camposanto sigue en pie , quejumbrosa y agrietada, quebradiza y débil, guardando un lecho siendo sujetada por las poderosas fuerzas de grandes bloques de granito: el fuego que la golpea desde abajo y la naturaleza que poco a poco apisona el espacio en un pequeño panteón, enterrada a buen recaudo de las llamas del infierno, aun espera que fuera depositada su compañera con el cadáver del marido en el tiempo según reza su inscripción un espacio vacío para permanecer juntos en la vida eterna .

¿Cuantos secretos mas desvelará el infierno?

Ahora, en mi vida y en mi asombro, el mundo se gira y se trasforma a su alrededor conserva solo un pálido rastro de lo que fue nuestro mundo, «mi mundo». Sin duda todo el odio, la violencia y el egoísmo material derramado a lo largo de los años habían corrompido la tierra hasta el punto de que el mismísimo infierno se abría paso hacia la superficie, y el frío granito que estaba pisando, quemaba al tocarlo, y ante mis ojos me parece indescifrable. Quisiera reconocer todavía el presente de estos rastros que anuncian la muerte para salir del infierno en el que vivo atormentado por el materialismo social que vivimos; pero siento que dentro de poco no voy a tener fuerza ni voz para expresar este deseo, tal vez inalcanzable.

Si trato de alargar mi vida en el tiempo y no tengo el cuerpo para seguir viviendo; el morirse es, decidir como y donde nos gustaría vivir en la otra vida.

Y recordando una fabula adoptada por los ancianos del pueblo, que aseguraban que existía un misterioso pozo en llamas del que escapaban extraños y quejumbrosos ruidos surgidos de las profundidades de los túneles descubiertos en centro de la tierra. no estoy de acuerdo con que después de recordarnos que vamos a morir. ¿Que haríamos? Si supiéramos que el ultimo instante había llegado ardiendo entre llamas. Tampoco es justo que estando viejo y enfermo, traten los médicos de alargarte la vida sin pensar en el sufrimiento que estas pasando. Mientras estamos vivos, conforme envejecemos nos acercamos a la muerte con mejoría, y en el momento de relación para encontrar el mas allá para mantenerte vivo, mientras te estas muriendo. Y ese mas allá es el futuro de la muerte aprendiendo a morir para vivir en paz.

La vejez querrá decir en mi, el fin del estupor. Quedar casi paralizado ante una determinada situación y no lograr reaccionar de manera inmediata, necesitando tiempo para asimilar lo visto o registrado y actuar en consecuencia. Perderé la facultad o bien de sorprenderme o bien de sorprender a los otros. Ya no me maravillo de nada, cuando he pasado mi vida maravillándome de todo.

No me gusta convertirme en un cascote entre escombros abandonado sobre la tierra que se deshace entre las ortigas de arruinas célebres que en su tiempo, fueron casas solariegas visitadas con admiración.

«Empezaré a notar aquel tedio que arrastra de manera cotidiana mi vida». Sin embargo, todavía que antes de llegar a la vejez contrasta la rapidez vertiginosa del mundo que jira a nuestro alrededor: la rapidez con que crecen los jóvenes y los niños: en este vértice solo los viejos somos lentos con el fatigoso paso de animal a piedra. La extrema lentitud con que envejecemos con la indiferencia de asumir un nuevo estado. Tal indiferencia provoca el aparentar una nueva juventud vistiendo ropas coloridas, pelo tintado para camuflar las canas, visitas los bailes en salas de fiesta para aburriese y aburrir a los demás. Nuestra imaginación, envejecida por toda una vida, habrá ya usado y deteriorado en su interior cualquier suceso posible, cualquier cambio de suerte, la situación de sorprenderse y la conciencia de no despertar sorpresas.

Tener que dar un adiós a los amigos y familiares es algo para lo que nadie nos prepara. Es como perder la mitad de uno mismo y quedar huérfano, momento en el avanzamos a tientas sabiendo que no van a haber ya nada que compartir ni nada que desahogar entre risas y lagrimas.

El sufrimientos el que nos hace ser amigos de la muerte. Una vez resueltos los conceptos de sufrir, la muerte es lo mas ideal para ofrecernos el descanso y la gloria.

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