Ilusa, ilusa como cualquiera que cae ante el hechizo del primer amor. Cuanta idealización hacemos a aquella persona que la vemos como «la persona correcta». Si alguien me hubiese preguntado, para mí…ella era perfecta. No le encontraba errores, no veía algo malo en ella. Podría haber iniciado una disputa si alguien se atrevía a decir algo en su contra. Estaba inmersa en una ilusión fantasiosa. Me decían, desde afuera, «no creas que va a ser para siempre», pero prefería ignorarlos, prefería seguir creyendo que ese amor sería eterno. Pero…cuando la luz que encendía el amor, se apagó, todo se apagó en mi. Estaba sola, perdida, confundida. Tan solo 19 años y ya utilizaba frases como «siempre me pasa lo peor». Estaba hundida. Me humillé, rogué que por favor no se vaya para siempre. Le imploraba, a través de inocentes estrategias, que me siga demostrando un poco de afecto. Nadie me vio. Nadie me vio llorar cada noche, callando el dolor pero haciendo crecer las lágrimas. Nadie me vio llorar aferrándome a recuerdos, a palabras que hoy ya no existen, a abrazos y caricias que escondían mentiras, a besos que tristemente no significaron mucho. Nadie me vio aquella noche cuando el cuerpo se me congeló, el corazón empezó a latir rápido y el pecho dolía como si me estuviesen quitando algo. Estaba reaccionando en que no iba a volver, que no le interesaba. Podría haberlo tomado con calma, hasta podría haber planeado una venganza, pero cuando una se enamora, se convierte en un ser vulnerable. Nuevamente estaba pidiéndole que hablemos, que no lo dejemos morir. Hoy me pregunto qué hubiese pasado si no hacía todo esto. Habrá gente que me diga que hice mal, que el amor no se debe forzar, que si alguien decide irse…solo hay que dejarlo ir. Yo me digo a mi misma que las cosas que hice…no estuvieron mal. Todo es experiencia, todo es lección. Si no hubiese hecho las cosas que hice por intentar que ese amor no muriera, no hubiera reaccionado en que en realidad…ella no me quería. Hoy renací. Hoy volví a recuperar mi alma, mi seguridad, mi felicidad. Recuperé a la persona que le presenté a mi primer amor. Ay, ay…el primer amor. Quizás, como dicen muchos, sea el más lindo, el más inocente, el que más duele. Pero yo le agregaría que también es el que te enseña a generar una fuerza interior increíble. Es aquel amor que lo recordas con sonrisas, con afecto, pero al cual no volverías jamás.

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