Tu boca,

sedienta y loca por ser de este mundo,

me volvería a besar.

Saberlo, lo sé.

Sin que la abras.

Sin verte siquiera.

Tus manos,

pintoras de caricias,

color darían a mis curvas.

Color que,

inspirado, estaría basado

en una vacía nostalgia.

De ese gris tristón del que te hablo,

teñiste nuestros días contados.

Y la consecuencia fue llenar esa añoranza

de un falso rencor.

Y así está(s).

La realidad no la pisa(s).

No se puede extrañar

lo que nunca se amó de verdad.

De enfermizas maneras,

me volverías a arrastrar a la más indeseada calma.

Mas no más resacas quise.

Ni quiero.

Tu espalda,

la más asesina de mi razón

en el desamor ahogarme quería.

Inhalar amor propio elegí.

Necesitaba respirar.

Y de tanto expirar,

me acordé de ti.

Recordarte no quería,

pero quererte yo a ti sí.

Si hubieras sido otro,

si hubieras elegido otro color de tantos,

tus manos dibujarían mis días,

y mis días llenarían los tuyos.

Porque tu me amarías desde dentro,

desplegándome por fuera;

pero lo hacías al revés.

Eso no era amar.

Así, amándote,

te dejé.

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