Habíamos comenzado a andar el camino… Íbamos directo al pozo, como quienes se dejan caer y no ir. Andábamos con las ganas infinitas de destrozar y amordazar a los mortales. Íbamos envilecidas y envenenadas por los placeres de la vida. Andábamos y andábamos y aveces, sometimes, nos sentábamos y entre un trago y otro llegábamos siempre a la misma conclusión utópica y estúpida de salvar el mundo; de enderezar las cabezas, no sabiendo que esa misma idea estúpida y loca hacia contraste con nuestros propios mundos enmugrecidos, con nuestras ganas de salvarnos y redimir nuestros pecados, si es que a eso se le puede llamar pecado. Íbamos cayendo pero subiendo los peldaños de una vida fácil, perezosa y ¿por que no? Andar, aun sabiendo los riesgos de la noche y del dia y de la normalidad y cotidianidad que nos invade en lugares en los que no queremos estar. Pero aun así íbamos, riendo, fumando, ligando, cagando, viviendo… Eramos tres, capaces de morir en algún sublime momento de lucidez y locura, de sobriedad y ebriedad, de amor y desamor. Pero siempre andábamos, casi nunca parábamos, solo en aquellos momentos perdidos de folladas infinitas, en los que cada gemido era una sinfonía perfecta, un ir y venir de gemidos y ruidos, quedando las evidencias de noches inolvidables. Vivíamos sin pensar en el mañana, eramos capaces de olvidar al menos por horas, la perfección y levitábamos en imperfecciones y contradicciones. Siendo humanas siempre…

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