Domingo gélido, lluvia fría en la calle, mucho silencio en el trayecto, conversación en monosílabos. ¿La cancha? llena de niebla, como lleno de niebla estaba el corazón, arrugado, medio golpeado, medio dolido…pocas palabras, no hay ánimo de hacer bromas, apenas se puede sacar fuerzas para vivir la vida, cuantas habrá que sacar para saltar a una cancha…

Equipos listos, ya preparados todos para un nuevo partido, se venía la arenga y el capitán, un poco bajoneado inicia, trata, de alentar y animar a su equipo: “…gracias por venir muchachos, no es fácil estar acá un domingo tan temprano y con tanto frío ehh…vamos a dejarlo todo loco, vamos a meter, vamos a ganar esto¡¡¡…Les quiero pedir un favor muchachos, uno especial, mi viejo está en un hospital luchando por su vida, le quiero regalar una victoria, ayúdenme a darle ese regalo, puede ser una pelotudez pero quiero darle eso…Vamos carajo¡¡ Vamos a ganarlo loco¡¡

Todos y cada uno, todos, captaron el mensaje, porque en cierta forma el padre de uno es el padre de todos, la familia de uno viene siendo la familia de todos, porque todos son familia en una cancha, son hermanos, y sí, así a veces peleen o se puteen en el calor de un juego, no dejan de serlo, es un vínculo intrínseco, tácito, indeleble.

Y así salieron, salieron a jugar una final, salieron a matarse, salieron a buscar ese regalo, un regalo que no vale nada y que a la vez lo vale todo, un regalo que nadie comprende más que ellos, un intangible hermoso para todos los que somos esclavos de la pelota.

A pesar del esfuerzo no se pasó del empate, el regalo no se dió, no se logró conseguir. En realidad eso no importó mucho, todos al final fundidos en abrazos de gratitud, de amistad, porque al final para eso se juega, para ser más amigos, para ser más unidos, más que para lograr victorias y laureles, trofeos o medallas, que más da…

A veces los regalos no son valiosos por el valor sino por el esfuerzo para conseguirlos, y el esfuerzo no faltó. El aguante trascendió del potrero y llego hasta los cuartos fríos del hospital para sacar adelante una causa más difícil, pero más noble. El viejo aún se levanta a darles el café, una bendición y un beso a sus hijos antes del partido dominical, sus hijos siguen dedicándole hasta sus derrotas y los amigos siguen peleando juntos sus batallas.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS