Un domingo y una añoranza en tiempos de covid

Un domingo y una añoranza en tiempos de covid

Griss Narváez

01/07/2020

Este texto lo escribí el domingo 10 de mayo del 2020, en tiempos de Covid 19 y en tiempos de confinamiento emocional táctil.

Desde diciembre del 2018 los domingos ya eran distintos acá en casa, la ausencia de mi abuelo Toño nos dejó un ligero hueco en la familia y los domingos tenían un sabor distinto. Para mí, los primeros días me parecían tan extraños porque al irme al trabajo, ya no veía a mi abuelo sentado en el patio, en esa silla de ruedas que siempre estaba resguardada por los perritos de la casa.

Pasaban los días y el recuerdo se fue guardando para aparecerse en ciertos momentos: al ver una botella de su tequila favorito, la crema de elote que tanto le gustaba comer o cuando en mi reproducción de música a veces aparecía “Júrame” una de las canciones que él siempre pedía que le pusieran o cantaran en los convivios familiares (pero esa, es otra historia, como dicen).

Las fiestas de diciembre se hicieron como de costumbre, el abuelo se hacía presente entre conversaciones y recuerdos en cada uno de nosotros y los domingos continuaban a como él y mi abuela nos acostumbraron: sus hijos y nietos siempre se reunían para desayunar y comer con ellos.

Para El 10 de mayo del 2019, (día de las madres y cumpleaños del abuelo) era más que obvio que su ausencia sería un poco más caladora pero, teníamos a la matriarca con nosotros y entre platicas, risas y tragos de tequila, buscábamos hacer agradable el momento, festejando el día de las madres y también, mandando un abrazo al cielo; que de seguro, mi abuelo estaba festejando su cumpleaños.

Para diciembre de ese año, la matriarca; mi abuela Nica, cae de vacaciones al hospital (así como ella le decía). Las complicaciones eran muy evidentes y en cierto punto, yo notaba cierta tristeza en ella. Tenía semanas desganada, se caía seguido, bueno; eran muy evidentes sus complicaciones médicas, pero mi abuelita lo sobrellevaba a como ella podía o a como le ayudaran.

En enero de este año, mi abuela se va dejando otro hueco en la familia y nuestros corazones un poco más apretujados. Su partida sigue doliendo un poco y hay veces que volteo a su cuarto pensando que aún está sentada en su cama viendo la televisión o pienso que puedo ir a preguntarle del cuidado de mi cactus que tengo a veces un poco olvidado.

Hay nostalgia y aprendizaje personal el crecer con mis abuelos paternos y siempre busqué (en mi punto de madurez) estar agradecida con ellos.

Hoy que es 10 de mayo y domingo, las memorias están latentes hay un sabor agridulce en el ambiente. Solo pienso en lo que pudo ser o no ser si mis abuelos estuvieran aún con nosotros porque el 2020 está de mal gusto. Al final uno divaga en los pensamientos y en las remembranzas de ellos, en el convivio que tal vez pudo hacerse hoy o en el abrazo que pudo ser.

Me queda solo continuar agradecida con ellos, seguirlos queriendo por lo que fueron en presencia y por lo que son en ausencia. Por los aprendizajes que han dejado huella y por cada lección que a su forma dejaron en mí. También, me queda pendiente un shot de tequila por mi abuelo y un pulque por mi abuela. 

Abrazos desde el corazón para ellos.

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