CUENTO QUE TE QUIERO BREVE

A Franklin por su amor y paciencia.

A mis hijos: raíz de mi corazón sembrado.

Mi sombra no me pertenece, está en la acera de enfrente.

Desaparezco y surjo con mis relatos. Nace algo lúdico mientras asoman pedidos de mi necesidad interior. Estar vacía, olvidar la mente, olvidar el cuerpo, olvidar por qué lo hago. Queda allí la naturaleza del oficio y la esencia de hacer mi trabajo como arte. Fascinada por la dimensión de la palabra en verso, entré al mundo de la literatura. La poesía me brindó una perfecta transición. Escribir libera mi espíritu. Como el loco del tarot, caminando alegre, impulsivo, en una cuerda floja, hacia un mundo desconocido que al rozarlo queda atrapado entre sus gritos. Me doy la oportunidad y agradezco el regalo de Dios al tocar mi puerta en este PRIMER MORDISCO.

MaEga 2014

El compadre

Siempre nos visitaba. Era un hombre alto y de bigotes poblados. Parecía salido de una película de charros mexicanos. A mis seis años, tenía profundos sentimientos contradictorios hacia él: repulsión – atracción.

Intuía fascinación entre ellos. Era el padrino de mi hermana menor, la que nació hablando. En el camino se me quedó el hilo conductor de ese secreto. Ahora estoy sólo adivinando.

Hay ráfagas y por momentos aclaran. Voy empatando la historia a mi manera y expulso amargura. ¡Amargura represada por la rabia de saber que me robaba el amor! No sé, si será por eso, que ahora sólo siento frío ¡Frío! Y no encuentro cobijo. Si no, hasta lograr descubrir y regresar a buscar lo perdido.

No puedo ser amorosa, soy taciturna y distante. Incapaz de brindar más emociones.

El miedo alimenta mis sentidos y una enorme piedra feudó mi pecho. Se me hace difícil levantarla. No es hueca, es maciza. No es cerámica, es hierro. Me reduce, me inmoviliza.

No sé lo que gestó en mí: “Un dulce dolor, una callada perversión o un vulgar lastre”.

“Tric”

Desgarbado, torpe, lleno de morbosos y rebeldes pensamientos. Inevitables. Opresivos. Contenido en cuatro paredes las intenciones friccionan entre sí.

Su imagen se refleja en un gran espejo cuadrado frente a él, y logra examinar con facilidad su rostro ajado, tembloroso, desaliñado y amargo. Escudriña cada movimiento de sus músculos faciales, mira su tez llena de surcos y protuberancias que hablan de una relación viciosa.

No puede dejar de palpar en su bolsillo, ni es capaz de alejar ese soniquete maravilloso, producto del contacto de sus yemas con el lado oscuro y áspero de aquellas paredes. Tabiques desgastados de tanto uso, limpios de granos e inservibles, al punto de no producir más sacudidas. Chispazos tiranos, cómplices de su éxtasis.

Vuelve a observar esos ojos que le critican de frente, saborea la tufarada piel agria y seca. Corteza que ha perdido la fortuna de lavarse orgias y festines cotidianos.

Baja la mirada y sonríe al ver sus viejas botas negras, raídas de tanto zanquear el horizonte, con breñas hinchadas de dolores y aventuras. Bucaneras peregrinas de lo que hace mucho tiene sin saberlo y que, con cada gesto, lo transmite naturalmente.

Hurga nuevamente el saquillo con sus dedos nudosos y marchitos. Tósigos, estropeados por el daño alucinífero. Soban continuamente con nerviosa rapidez.

Escucha el tañido que paraliza su inteligencia y su cuerpo. Vencido dentro del cerco de colores blancos, negros y rojos.

De pronto, en su mente se le revela un pensamiento y toma una decisión: ingrata, casi absurda para él, después de tantos años con su apego.

Elimina el reventón habitual y, como una vulgar e inanimada cosa que nunca tuvo vida, ni brotes de descargas multicolores, ¡Lo lanza a la basura!

Inmediatamente toma entre sus dedos un objeto cilíndrico, amarillo despojo, transparente, frío y calculador. Y en un “tric” produce un chasquido insolente que le devuelve a su rostro el brillo abrazador de “novia fiel”.

El pantáculo

Soy una tierna rama jugosa y aceitunada. Lleno los espacios de mi casa y salgo por ojetes y ventanas que le ornan. Pero además, soy Sibila de las grutas, donde llegan a preguntar y pedir milagros.

Ese día en especial pasaron exaltadas las puertas de par en par, indagando acerca del ritmo dibujado y la oscura visión del cosmos.

Yo me deslizaba zigzagueante y traté de ocultar mis acuosas excresencias.

Dos personas extrañas, madre e hijo, uno más misterioso que el otro, entraron deprisa. Él usa lentes y se apoya en un bastón, dos deficiencias que lo hacen parecer mayor. Ella es una anciana como de ochenta años, alta y corpulenta. Sin embargo, aparenta menos edad y se ve muy segura de sí.

Apenas pasaron, se reclinaron a la orilla de mi estanque. Ella saca unos tridentes de una cajita azul metida en su bolso de mano. Los toma cuidadosamente y le ofrece uno al joven, quien lo sujeta y estruja con una lentitud meticulosa, emitiendo a la vez ruidos guturales como hondas punzadas. Entre pausas, acaricia la mano de su madre y ella lo examina con tristeza.

La mujer despliega un libro y comienza a leerle. El la contempla con veneración y embeleso.

Mientras, observo prendida al suelo como lee la anciana “La esquizofrenia de las golondrinas”. Y comienzo a llorar verde por la nostalgia que me produce su contenido. Reniego de Zeus y pienso: “no soy adivina de nada”.

El zumo de la fuente se escabulle en un abrir y cerrar de ojos. Le miro las manos al hombre desde el fondo de la alberca y digo: “En ti, todo es maravilloso, sólo debes mirarte en el lugar exacto”.

La pareja se reconoce con disimulo, y sin reparar en las aguas que inundan la estancia, se toman de las manos y caminan silenciosamente con su objeto consagrado.

Veintidós

Florece temprano una mañana. Es domingo, subo el cerro religiosamente y pienso: “Caminaré una dirección contraria”. Parece un día marcado, veintidós, es mi número especial. Casi trotando voy por mi camino salvaje y alcanzo a ver una sombra. No me he caracterizado por ser miedosa. Mi madre no me enseñó a tener miedo, me crio valiente como ella; mi casa es limpia y ordenada como la de ella.

Ahora me dice todo lo contrario, “Hay que ser cauteloso y tratar de olvidar”.

Después de esa fecha, me miro en el espejo todas las mañanas florecidas y me digo:

“Un hombre me escupió y salió sangre a borbotones de mi rostro, tengo un ala rota, rota por ese hombre que escupió mi sangre”.

Invernadero de almas

Inesperadamente, una sensación de imágenes poderosas estremece el espacio. Un pájaro me mira desde su libertad y ríe. Sabe de mi mundo fantástico. Cueva de seres prehistóricos que hablan. No sufro de topofilia, estoy obligada a esto. Abismo de tiempo, floresta llena de depredadores y tú.

Representas esa efímera figura en las sombras, goteando pacientemente miles de años. Conglomerado de huesos esparcidos en tu precioso y frágil lugar. Reinventas aires doblados y, sin embargo, se me perdió tu olor. Sólo quedan emanaciones de leña quemada, y todo perdió significado.

Al salir veo huellas y no sé a quién pertenecen. Irracional premonición: saberme observada sin alivios sinuosos ni verdadero bálsamo. La luz nocturna enceguece y, aun así, el espíritu de mi mano sigue estas líneas, evocando invernaderos de almas y apariciones antagónicas. Nada reales.

Primer mordisco

Mi rumbo cambió de repente. Carros llenan avenidas. Por la ventanilla del taxi entran amables luces, y aparecen a lo largo del camino, familiares portalones, mientras mis ojos remontan rugosas fachadas.

Un Topo Gigio curiosea a través del cristal de un comercio y mis fantasías aceleran su impaciencia. Cándidos pensamientos salpican mi película urbana. Esos juguetes cambiaron la historia.

Salí a ver rostros extraños que nadie busca y detengo al conductor cuando reparo en mi extraviado destino, pero sigo manoseando el cuaderno de notas sin encontrar la dirección adecuada. Sólo logro ver la impotencia y la desidia: dos trajes a la medida. Advierto la mentira de esconderme sorteando realidades que golpean. Oculto mi dolor. Evado la tristeza.

Observo mis manos y siento el esmalte de las uñas negras caer a pedacitos sobre el asiento rojo del auto. Es el desequilibrio químico de mi cuerpo, reaccionando al desecho toxico de la urbe. Trato de viajar sujeta a la generación de la esperanza y los huecos frente a mí, engullen sin piedad. Ellos cuentan que devoran y envenenan la sangre de miles, pero es preciso exponerse al riesgo vergonzoso, aunque éste sea un homicidio provocado y voluntario.

En el medio de la nada el peligro acecha y rodeada de tiburones mi cuerpo erizado espera el primer mordisco. Es el paseo de mi vida. Y sucede, sólo sucede.

Silencio

Sordas notas musicales y la aparente bestialidad cae como un fardo muy pesado a sus espaldas. Sin pausa, la eternidad entra en espacios ilimitados. Sucede sin suceder. Flota sobre objetos esparcidos exento de celebrar. Espera ir a un encuentro fallido y hurgar en la piel del otro, mientras su imaginación borra el recuerdo.

La misiva

Entra como todos los días a la modesta habitación y busca su rincón favorito. Invitada sin excusa por la impoluta silla, toma de la mesa su aromático café y se sienta a escoger entre la ruma de papeles que se encuentran desparramados. Selecciona un sobre amarillo tiempo y lo abre. Comienza a leer casi al final de la hoja…floto en manantiales lejanos y con la maleza crecida sobre árboles sabaneros, espero tu mensaje. Mientras continúo arrancando vestigios, lleno los espacios con piel de brotes carnívoros. Días húmedos aguijonean mis restos. Tu retiro y regreso cruel con siete pulseras de plata desde el más allá, marcaron semanas y cantos de lágrimas en mis cuencas. Dejé de ser ermitaña y hoy comienzo a renacer. Anclando finales, enterré los cuadernos mutilados del último invierno. Cuéntame de aquellas noches y madrugadas, pregúntame por la risa que se perdió en el segundo. Anhelo el roce de mis calambres morados.

Sofía

Una suave brisa se filtra en el aposento y el susurro se esfuma bajo la niebla.

Ecos

Una gota de vino cae sobre mi pierna izquierda. Saltó insolente de la copa sin permiso. Me asombro de su perfecta redondez y procaz puntería. De inmediato, me traslado a puertos tocados. Abro esa carta que contiene semanas de nadas, mientras continúo en mi sagrado paladeo baconiano y saboreo semillas rojas de cundiamor. Veinte años más tarde, degusto la misma melodía y me acarician los dioses de siempre; es sorprendente que aún me encuentre en idéntico lugar, expuesta y ausente de mí misma.

Las cosas pueden suceder cuatro, cinco, tres veces… Frente a mí, la señorita del sombrero observa tan enojada como ayer, como si pudiera hablar, como si pudiera abandonar su soporte.

Pasajeros toman sus vehículos livianos de equipajes; otros siguen en reversa, reencuentran voces al horror y cancelan la travesía. Contra la pared reciben el golpe. Merodeo y espero el tren, barco, importa poco el medio de transporte elegido, es gratis, nadie cobra por ese viaje, mientras Cesarea canta con profundo sentimiento, con su casa en el cielo y su volver a empezar, versos, voz y quebranto…un volver a empezar, voz y quebranto…

Sacudo la urbe de mis sueños, entiendo tarde su simbología ¡Miseria! ¿Tienes un pan, una manzana, algo? Mojo el pan en el vino, se despierta cantando y llora. ¡Desasosiego! Todos temen haber transgredido los límites de la cordura ¡Dios de los espíritus! Si me lavas el cuerpo, estaré limpio de pecados. Si hay que alimentarse, comer un chocolate es más que suficiente. Se van las penas.

Dejo de cavilar y miento una vez más. Recojo toda la basura y decido protegerme del cementerio de almas anónimas y de sus rancias intrigas.

Sigo escuchando ecos, no quiero que me encuentren.

Onana

Cuando la realidad sueña, el cuerpo rebota su locura, las ideas cambian sabores y la planta de los pies enciende con el roce de la carne. Escuchas con certeza el silencio y abres la puerta. No sabes de qué hervidero proviene. Nace una afanosa visión perturbadora que proporciona calidez mística, maliciosa, sacra y sibilina. Brujo encuentro sobrenatural, bocas alrededor de tu poder femenino, envuelto de una jalonada y novedosa juventud. Esencia de serpiente zigzagueante define tu ondear con elegancia y sonríes; cautiva en complicidad contagiosa, ardulce. Pelirroja desmesura que grita eufórica e iluminada en el espacio. Un ángel toca violín y dudas, y ves cien vacas rosadas escapando de prisión en portamonedas. Versadas columnas urbanas, aéreas y rotas, ríen. Un cérvido esculpido en madera habla y le abrigas. Global percepción, revelador dato asombreado de cromáticos personajes. Rostros y emanaciones brillantes que se apropian unos a otros marcan a la impoluta henchida en mujer.

| Adormecida, luces tan joven, formas angulares te recorren de norte a sur y de este a oeste indagando sicalípticamente dobleces marginados del cuerpo, encarnas sueños líquidos, exploras en detalle invadiendo imaginarios visuales, sonoros, vívidos de perfecto albor. Con penetración fovista demarcas y cultivas tu saturada herida.

Ilegales perdones promueven nostalgias y autoabastecen la carne. Tu esencia de expresiva dualidad piensa en quemar la memoria. Sería el peor crimen del día.

Cierras los ojos mientras piras rodean el festín del tránsito en agua turbia.

MaEga

Del autor

María Eugenia Catoni (MaEga)

Caicara del Orinoco. Actualmente vive en Puerto Ordaz, estado Bolívar, Venezuela. Desde hace más de 30 años desarrolla el Arte de la pintura, escultura, cerámica y manifestaciones afines. Ha participado en exposiciones nacionales e internacionales. Paralelamente incursiona en la Literatura. Ha realizado: Seminario de literatura latinoamericana: “Intertexto del Mestizaje y la Heroicidad en la literatura latinoamericana” con los escritores Denzil Romero y Carlos Brito (Icrea, Caracas). Talleres de literatura: Imagen y Creación (Alberto Hernández), poesía (Teresa Coraspe), poesía creativa (Juan Calzadilla), Recibió talleres de creación poética y narrativa con el escritor y poeta Francisco Arévalo y actualmente con María Celina Núñez, Lic. En letras. Ha publicado sus poemas en prensa regional y nacional. Mis últimos estudios son de 2017 un Diplomado de poesía Venezolana con los poetas Francisco Arévalo y Néstor Rojas.

Su primera publicación “Primer mordisco” de cuentos breves en forma de plaquette, fue presentada al público en Caracas por la editorial El Pez Soluble, en la Librería Kalathos el pasado 25 de octubre del año 2014 y ahora va a ser presentada en la Ciudad de Puerto Ordaz en la librería Latina de Orinokia el 6 de nov del 2014.

Correo: maegaxxx@gmail.com

Instag: maega_arte

De la curaduría:

María Celina Núñez. Escritora, editora de textos, e investigadora. Entre otros, ha publicado, La fumatrice (1999), Maleza (2004), y Los jardines de versalles (2009), escribe y enseña a escribir desde 1985. Desde 2006 lo hace principalmente bajo la modalidad de Coaching online ( Tutoriales y talleres) madrid1963@gmail.com

De la plaquette:

Taller editorial creado en 1998 con la finalidad de contribuir a la existencia de la memoria poética. Concebido y dirigido por la poeta, periodista y editora Venezolana Belkys Arredondo Olivo.Posee un fondo compuesto por 149 plaquettes y 13 libros editados con calidad artesanal. Premio de la Cámara Nacional del libro, CENAL, año 2000 y 2010.

Taller Editorial

EL Pez Soluble

2014

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