Me alcanza tu voz instructora, donde las frases que corriges las transformas. Tienes rayos en tus ojos y las cucarachas del lenguaje corren en desbandada. Me amenazas con tu sonrisa y bajo tu mirada, atento pongo mi parco entendimiento para comprender las declinaciones que susurras.

En el devenir escucho tu voz de mujer sosiego, mujer oído que con su sabia alcanza mis paredes. Cuando me hablas y pronuncias mi nombre, mi oído se hincha y baila.

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