Siento una gran pena al recordar días aquellos llenos de melancolía

Sumido en una profunda tristeza.

¡Ho que días aquellos!

Recordar las mañanas frías aquellas

Cuando mis pies fríos andaban.

Mañanas aquellas en los que buscaba felicidad

Y a cambio recibía silencio,

¡Ho Ese silencio!

Silencio aquel, mi sabio compañero,

El que sabe todo mi sufrimiento,

Aquel que estuvo conmigo cuando lloraba,

Aquel que me buscaba en esas mañanas frías

Y me regocijaba en el como si lo conociera de toda la vida.

En aquella soledad me alimentaba de ese silencio.

¡Qué paz, que tranquilidad aquella!

¡Ho Aquella paz!

Esa paz tan delicada, tierna y dulce,

Como la belleza de aquella mujer,

Como el aroma de aquella mujer,

Como el sentir su cuerpo junto al mío… de aquella mujer.

Es como el respirar la esencia de aquella mujer.

¡Qué amor, qué pureza de aquella mujer!

Recordar ese suspiro que te llena, te desconecta y te hace vibrar por dentro,

En mis días de paz lo sentía.

Era suave, calmada, silenciosa, sigilosa;

Se esparcía despacio con su aroma y me abrasaba con su suavidad.

Yo flotaba en ella,

Me hundía en ella,

Dejaba que me envolviera con sus delicadas manos,

La abrasaba y junto a ella suspiraba,

Tan tierna ella.

Me perdía en un mundo, en una realidad blanca y pura.

La deseaba,

La deseo ahora,

Aquella paz que tanto ame.

¡Ho que días aquellos!

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