INTROSPECCIÓN.

Viviendo la vida al máximo me he convertido en un loco al que le falta el tacto para darse cuenta de las situaciones en las que a menudo se encuentra, me he convertido en un animal de letras, en un ser que necesita escribir constantemente su historia para poder recordarla, un ser que de tanto vivir se le olvida todo.

Viviendo la vida al máximo me he convertido en un soñador innato, que no necesita ni la luna ni las estrellas, para crear mundos imaginarios en los que la felicidad se refleja constantemente en una media mueca con pinta de sonrisa.

Me he convertido en un fiel esclavo de mi subconsciente. El cual se libera en forma de letras desordenadas que, con un poco de tiempo y dedicación, suelen tener algo de ritmo y una que otra vez trasmiten algo, un no sé qué.

Me convertí en un intento de vida razonable, que no razona por sentir. Que a veces no siente por tratar de razonar.

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