Como descendió el maná del cielo y bendijo a todo un pueblo; así descendió a mi vida tú amistad como un regalo perfecto.

Trayendo consigo el más grato alimento. Dulce como la miel fresco como pan recién hecho.

Eres bendición divina; de Dios su arte perfecto, eres a tus padres alegría, lo más grato en oscuros desiertos.

Bastón en duros desalientos; agua en sedientos desaciertos, son tus palabras, más que de amigo de hermano Sincero.

Si a algo esta amistad se puede asemejar, la de David y Jonathan es lo bastante colateral, unida, bendita, respetuosa y especial.

Dios es un Dios perfecto, y al momento de bendecirnos sabe elegir lo que es bueno.

— ¿Quieres saber cuál es mi regalo más bello? Pues ahí te va, amigo mío ponte ahora frente a un espejo.

— ¡Tú eres mi regalo!, ese que en la lámina hoy estás viendo; bichado de virtudes pero también de defectos.

Con todo lo que ahora estás viendo, no quiero que te sientas mal, solo quiero que comprendas que me agrada el regalo de tu amistad.

No me importan tus defectos, mucho menos tus desaciertos. Lo único que me importa es lo bueno que de ti estoy aprendiendo.

Así termino el parlamento de tan grato ludimiento, ante Dios agradeciendo por bendecirme con tu amistad como algo muy bueno

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