Me voy de acá, escapo de lo nuevo o sedo al estrés con espacios de antes. No cuesta, no duele, amarra a veces pero con calma. No hiere, a veces un poco lastima y es una lástima, pero abraza más fuerte que cualquier ser que pueda quererte.

Rememorar ese instante lejano y volverlo presente (por otro instantecito, tal vez), te abraza, y se siente como un reencuentro con lo que implica realmente tu existencia, es decir, todas esas cualidades que te han puesto o que tu misma conciencia usó para describirte, para presentarte ante un grupo de gente, y demás gestos tan humanos, claro que no te definen en absoluto; y eso lo sabemos todos.

Cada uno de nosotros lo comprende a la perfección, y es tan fácil, tan simple, tan accesible, tan… auténtico y desconocido, pero más bien olvidado, un poco opaco (sólo por fuera, claro), y su núcleo bien presente, bien ajustado; puro, lustrado, latente, casi a punto de explotar y expandirse tal vez en frágiles gotas de creatividad, o en más de sí mismo como fotocopias o clones, o en un fuego intenso de colores atractivos, mezcla de cálidos y fríos pero ni una pizca de neutro, porque para eso están los jabones y demás artículos que no vienen al caso.

Entonces: explosión, fuego, colores, y ¿qué más? Palabras, quizás. No estaría mal, pues, que dejes de respirar por un par de segundos. Tic-tac, y ya te diste cuenta de la diferencia entre lo que de verdad necesitás y todo eso otro que supone un bobo deseo del cual ni siquiera su origen podés reconocer porque tampoco sabés muy bien por qué lo deseás y para qué, y las respuestas a esas incógnitas podrían ser muy importantes. O no.

En fin, el estallido no se manifiesta sino internamente. Una vez expuesto a los demás, la conexión se pierde y el instante queda en neutro, perdido por ahí en alguna parte de ninguna parte, aunque en parte es favorable si considerás válido que todo tenga un tiempo justo, algo así como «tiempos divinos» o, como prefiero llamarlo personalmente, los «hilos dorados» que viven en constante contacto con absolutamente todo y se encargan de unirlo en una armonía ideal y un orden tan justo y perfecto que haría chorrear litros de baba a cualquier obsesivo-compulsivo que pudiera contemplar semejante obra maestra.

Pero yo aún no he visto nada, y estas manías por anhelar más la obra que existir mi participación en ella, últimamente me tienen un poco rara. Entonces me acordé de un día de cuando era más bajita y hablaba sin parar, y no pude reconocerme en esa niña; sólo vi una antigua versión mía, claro, pero ya desechada, ya concluida, y más que una etapa me pareció toda una vida entera dentro de esos ojos llenos de magnífica ignorancia, una vida que ya no forma parte de nada, transformada en simple recuerdo, que es mero pensamiento, y luego no me acordé de más nada.

Fue ese instante que abraza, y después la vuelta al show. Quise sostenerlo pero no, si después de todo ni el mismísimo señor Tiempo lo sostuvo, ¿por qué habría de hacerlo yo? que soy, aparte de todo este parloteo, no sé… algo, alguna cosa, cosita, que existe en este punto inaccesible para otros, sin saber su propósito o si siquiera tiene uno, sin instrucciones de juego y con una personalidad en manos para usar a gusto, en contra o a favor de quien sea, porque también es libre.

Y ahí empiezan las dudas y todos los temores, y los rumores y las contradicciones, las adicciones, las confusiones y los temblores de corazón al escuchar que una discusión de conceptos inicia pronto y cerca de mí. Entonces me voy de ahí, escapo de lo viejo y sedo a la angustia con el único momento que tengo.

URL de esta publicación:

OPINIONES Y COMENTARIOS