Al alba, cuando desperté, ¿estabas?.

La hora del sueño había ocurrido ya

y aún quedaba en las sábanas

el aroma dulce de tu pelo oscuro.

Tenías el sabor de la paciencia infinita,

esa pereza por la cólera que yo no tenía.

Tenías la amargura de la miel;

la miel del damasco maduro

que se derrama gota a gota como el rocío.

Me diste el mapa de tu alma,

me diste tus cometas,

me diste amor hecho pasiones, nudos,

carcajadas, lágrimas.

Me diste tus tormentas y tus estrellas.

Me diste miedo.

Qué más puedo pedirte?

Sólo que la próxima vez, antes de irte

me beses en la frente.

Y si mueres, como hoy, como lo harás mañana,

que me hayas besado infinitamente

antes de la despedida.

Set Forth

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