CARTA A LA SOLEDAD

Querida fría y agobiante soledad.

Hace tiempo que estoy sentado aquí en el estrado de tu palacio, miro mi reloj y me doy de cuenta de como las horas han pasado y los días han volado, me he despertado sin magia en los ojos y con el peso en mi mirada, me he levantado aceptando tu presencia, hoy, estás conmigo, ya no me haces mal y entiendo tus razones, pero tampoco me haces bien y no comprendo lo que tanto propones, eres juez y verdugo, y a la espera de un veredicto solo puedo entregarme a ti con la mirada cegada por mi pasado. Muchas veces en las noches sueles darme la paz que necesito, pero con el precio de una felicidad inexistente, por eso desearía despedirme de ti, alejarme de ese juego con el que he vivido este tiempo, largarme de esta silla sin ataduras, el problema es, ¿cómo hacerlo?. Para poder hacerlo necesito que alguien tome tu lugar, que llene el vació que procuraste por incrementar, pero no es tan fácil conseguir a alguien, tú me has hecho esto con la condición de sumirme a ti, alejaste toda aquella persona que pudiera hacerlo, así que ahora no conozco a nadie por quien recurrir, con tu sosiego y tu mordaz silencio has apartado de mi lado a quienes se interesaron un día por impartir sus horas junto a las mías y aun así no deje de buscar tu sabiduría eclesiástica con el fin de ser una herramientaante mi baja autoestima o mi desconfianza.

Supongo que lo sabes y conoces todo y lo sé, porque en mis días sueles aprovecharte de mis desdichas, hundiéndome en el carmesí amargo de recuerdos innecesarios y que lo único que hacen son matar lentamente un corazón que sueña con vivir un día más, me has estado lacerando con tu daga las heridas abiertas que antaño dejo por su paso, ahora tú te vas y vienes y cuando lo haces, me dejas un sin sabor, siempre ha sido así, ese que es más seco que el desierto donde nunca llueve y más frio que donde nunca sale el sol; me hundo en ti y una sola palabra basta para que me lleves a mi cama, a mi espacio noctambulo donde me siento seguro, aun cuando tú me rodeas sobre las sabanas, veo las sombras que el destino proyecta en mi cuarto, de vez en cuando me siento acompañada, de cierta manera protegido, aun cuando por dentro sé que no son más que difracciones de la luz que nace de las farolas callejeras. Te aprovechas de la tristeza que siento a veces, esa de no tener a alguien en quien confiar, en tener confidentes transitorios por la vida, y de tener amores pasajeros a los que me he acostumbrado a perder, me compadezco de mí mismo, de las acciones que hago y que sé que no debo hacer, de vez en cuando nace en mí el pensamiento de dejar todo así como así, de olvidarme de esta vida, pero me siento atado de manos y pies, de mente, de corazón, de alma; apenas respiro y me quedo apagado en una esquina.

Sé que no me hace bien tu compañía, al principio, al conocerte, te presentaste a mi como una promesa de paz, meditación, sosiego y armonía, pero eran solo mascaras de presentación que ocultaban tu perversión, tu maldad y tu lejanía, no me di de cuenta hasta que ya estaba en ti y tu estabas en mí. Me he sumido en vicios que no eduque y creaste miedos que yo mismo acepte, trate con el alcohol y supe que ese dulce néctar no era amiga tuya ni tu enemiga, me sumí en el cigarrillo solo para ver cómo me consumía como él (para tu desdicha, ya lo he dejado), contigo probé diferentes vicios y aun así no me he dejado caer, pues sigo en el limbo de una vida entre tu oscuridad y la mía.

Nunca me has dado buenos consejos y a pesar de saberlo te sigo escuchando, hiciste que odiara la compañía de personas que en verdad daban todo por mí, que me estimaban, que me querían, me alejaste incluso de mi familia, te volviste la excusa perfecta de independencia, lacerando los lazos inconmensurables que la vida misma había forjado. Yo, que tanto me infundí en ti para buscar las palabras correctas tratando de arreglar esos arrebatos de baja autoestima solo encontré el sabor oscuro de tu rechazo, y solo hasta hoy, hasta esta fría mañana, me he podido dar de cuenta que dejaste una semilla que germino en mí, dejaste allí la tristeza en su más pura expresión, y entendí que hasta amar era duro para mi corazón.

Te creí mi mejor amiga, pero no, eres el egoísmo en persona misma, tu egocentrismo no es más que tu forma y proclamas sencillez cuando tu complejidad se ha difundido tras los años, manejas tus defectos como virtudes y tratas de transmitirlas a aquellos que son felices, yo lo hice. Tú nunca fuiste amiga de nadie, solo acompañaste las vidas de los desdichados y a algunos murieron por culpa tuya, te alimentas de la soledad que nos rodea y de esta tristeza que desde antaño se ha ido acumulando, por último, tomas la desgracia como plenitud y al final de cada noche te das por satisfecha. Y te veo, lo hago en todo lo que hay en el diario vivir, en las películas, en la radio, en la música y hasta en el teatro, te veo en los libros que leo y sé que has visitado a grandes y chicos, a Verne, a Cabo, a Gran,y en mis constantes lecturas te he encontrado interpretando diferentes papeles, algunas veces acompañas al principal y en otros solo te veo como un migrante nómada entre corazones

¡Maldita soledad!, Me jacto de decir que eres mi compañera, que estoy encadenado a ti por mi elección, pero no será para siempre así, pues me quiero despedir de ti, denunciar aquello que haces, pero lo hiciste bien, no me dejaste confidente para hacerlo, romperé ese contrato que tanto restregaste con tus manos oscuras y tu olor a cenizas. No puedo salir solo, tus dominios tiemblan y espantan y me siento apresado con tus oscuras garras, solo puedo sumirme a las manos que sin importar las consecuencias, se estiran rompiendo tus lindeles con una muestra de ternura, amor y paciencia.

Aun así, a pesar de todo te tengo que aceptar, pues te veo todos los días, vives en mi casa, comes en mi mesa, te sientas en mi sala y comes de lo que deseas, vas a mi cuarto y duermes en mi cama, por las noches te escucho rasguñar las paredes de mis sueños, te vuelves una pesadilla viviente y sin darme cuenta me vuelvo viejo a cada paso tuyo, estoy perdiendo esta juventud que tanto expongo, me robas mis mejores años, los mejores momentos y no deseo que hagas lo mismo con este futuro incierto. Quiero vivir, quiero sentir, quiero saber lo que es amar de verdad, sé que caeré, no me importa, además sé que escuchare tu sonrisa macabra tras las luces de la derrota, pero me levantare, aun cuando las caídas sean más duras, pues tú me enseñaste a caer a no levantarme, hoy hago un alto a ello. Ahora, no dejare que las oportunidades se escapen de mis manos, dejare que el corazón fiero lata a su acomodo, dejando una puerta al mundo y a la persona que luche junto a mí, pues aunque luche solo al inicio, al final te dejare a ti, por ella.

Atentamente.

David Lancheros Rojas

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