Necesito entrevistarme contigo, porque quiero que publiques algo; no importa como lo escribas y lo desarrolles, para algunos no va a significar nada, pero para mí sí lo hará. Espero que aceptes, significará mucho si lo haces. El muchacho te dará las instrucciones para llegar. Cuento contigo, Jessie.

La nota que alegaba importancia, a decir verdad: me asombró, sin embargo, no supe qué decir, excepto agradecer al mensajero por tan sugestiva misiva. Y, después que el atento jovencito me indicara como llegar y la forma en cómo debía preguntar a los residentes en caso de no poder dar con el mencionado sitio, éste sonrió y se dispuso a marcharse a bordo de su Honda 150cc. De inmediato, lo detuve.─Dile que veré mis horarios y dispondré del momento.

El aludido asintió, y se alejó. Su ciclomotor rugió como si fuesen dos. ¡Qué obsesión tienen los chicos de hoy con esos escapes ruidosos!Regresando a la invitación, pude constatar que la misma, poseía una indiscutible urgencia; con todo,mi curiosidad, lo fue todavía más, y, aunque pude sentir una especie de escalofríos recorrer mi espalda, indudablemente que iría de todos modos:tal vez porque siempre fui partidaria de seguir mis instintos ─intuición femenina, diría yo.Si bien era cierto que, podría haber repensado todo con mayor detenimiento he indagado un poco más antes de acceder, supuse que al tratarse de una simple nota, y no un documento o algo que acreditase problemas, no habría inconvenientes, después de todo,solo resultaba ser eso: una sencilla nota escrita a mano.El misterio tuvo su efecto y caí redondita en él. Cogí un trozo de pan y un poco de miel, coloqué mi silla favorita a un lado de la mesa del comedor, extendí las rodajas de panecillos sobre una servilleta, y finalmente, me dispuse a preparar mi emparedado. Suspiré, y negué con la cabeza respecto de lo que había ocurrido instantes atrás.

<<Después de todo<<, me dije, <<continúa siendo una invitación para una entrevista, ¿por qué debería inquietarme.>>En el día señalado, próximo al atardecer, y siguiendo las instrucciones que el joven mensajero me había dejado, me conduje hasta el lugar. Las calles eran muy reducidas, rodeadas de pequeños paredones, lo cual resultaba un claro indicativo a no acercarse, digamos que, una precavida prohibición a no asomar la nariz donde no debiera, sería lo más acertado de decir.

<<Eso es Jessie, otro día más en los vericuetos de la vida.>>Una vez que hube atravesado varios callejones, y tras preguntar aquí y allá, ─sin demostrar mucha ingenuidad a los curiosos─, me adentré a un pequeño submundo habitado por personas de una determinada clase social.

Pude comprobar con mis propios ojos, a la escondida ventana que se abría para mí en esa recóndita región de ladrillos, chapas y madera. Repentinamente, el aire pareció congestionarse.

Cauta y con mis sentidos alertas, avancé por el páramo de cemento, vigilada de continuo, por ojos que me veían con suma atención.A pocos metros, del otro lado de la vereda, pude contemplar ─en el sentido sutil de la distracción─, a unos agitados niños, que iban y venían, de salto en salto, con improvisados juegos de madera, cartón y balones de fútbol, y algún que otro teléfono móvil.

Los imaginé como cachorros en edad de no cazar, inocentes, traviesos, pillados en su ingenuo entorno. No así los más grandes, que se hallaban en pequeños grupos, en manadas de tres o cuatro, serios, letales, demarcando sus territorios, unos con otros. Golpes ligeros con el codo, con el pie, y a los empujones.

<<De verdad, ¿qué es lo que hago aquí…?>>

Las obscenidades, similares a uno graznidos de cuervos en un festín, revoloteaban por los aires, con poco lenguaje abierto, pero cordial entre ellos, y, mientras algunos se movían con rapidez, otros lo hacían con lentitud, ¿precavidos o al acecho?En cuanto a mí, todavía no daba con el itinerario. Eso me molestó un poco, tal vez porque me encontraba en las afueras de la ciudad. A pesar de ello, realmente deseaba saber lo que se ocultaba detrás de esas líneas. Ignoro cuántos minutos estuve deambulando en medio de esos cultivos de indiferencia y curiosidad con la que muchos me observaban.

Entonces,unos metros más adelante, sobre una pequeña colina, alcancé a distinguir el caserío que se imponía al fondo del contraste con el atardecer. Un par de calles cuesta arriba la rodeaban por detrás.

Y; algo alejada del resto, una modesta casa, construida con ladrillos, cemento, madera y chapas, todo bien ensamblado entre sí, sobresalía de entre el resto.

<<Típico de la ingeniería del lugar. Además, el aire huele a fresas y menta. ¿Fresas y menta…?>>Perdida e ignorada por muchos, como tantas otras historias de vida, de seguro allí dentro, se escondía un dilema de una naturaleza poco peculiar.

La decisión de acudir, me permitió conocer de cerca, un desafortunado incidente, tan desafortunado como complejo e invariable, y mientras me aproximaba, pude diferenciar, una leve apatía y desconfianza en los alrededores. Comencé a impacientarme.

Pequeños rostros llenos de tizne y lodo, sonrientes e inquietos, salieron a mi encuentro. Dicen que los niños son el mañana, entretanto sus padres no los vendan a la calle, ni permitan que sean arrebatados por manos manipuladoras. Una aseveración sin confirmar por supuesto, pero,aceptada entre los más incrédulos a estos tipo de ambientes.

De mi parte, no me atrevo siquiera a pensar en el futuro de ellos, porque si lo hiciera, me estaría involucrando con audacia en sus sueños;sería algo así como una impertinente a la que no le han preguntado su opinión, y en el proceso hasta puede que, con descaro,pensara algo impropio, lo cual sería algo peor, y es por esa razón, que prefiero no reflexionar acerca de esto.Los distingo emocionados, con sus risas y gestos de burla a mi forma de vestir, botas tejanas, unos jeans gastados y una chamarra con un águila blanca dibujada en la parte de atrás.

Por unos segundos, la presencia de esos niños, me proporcionó una repentina tranquilidad. Quizás los alrededores, no necesitaban ninguna clase de exorcización contra la inseguridad con la cual muchos de estos lugares, suelen convivir.

Me detuve y aspire ese dulce y afectuoso aire cubierto de fresas y menta, me incliné hacia el suelo y recogí un diente de león. Lo sostuve por unos instantes en mi mano, y luego se lo regalé a una motita de sonrisa encantadora.

Sin querer, pensé en sus familias, en esas personas que ríen, lloran y sufren si son lastimadas, hogares no establecidos, algunos hasta destrozados, sin una elocuente participación en la vida.

De a ratos, un reprimido sentimiento de indigente violencia se mecía en los aires del emplazamiento. Hombres y mujeres a quienes probablemente, se les había arrebatado la esperanza y la dignidad. Personas trabajadoras, resignadas a llevar ese estilo de vida, impuesta por la necesidad y la escasez de recursos, de posibilidades.

Con buenos deseos, pero también, con luchas y fracasos que sobreviven en las afueras de los tiempos sociales, atrapados en costumbres y rutinas normales para muchos. Con reproches quizás, y todo clase de resentimientos que se entremezclaban con la amargura y la nefasta impotencia de no poder salir adelante.

Suspiré buscando quitar por todos los medios de mis pensamientos, tal alegoría decepcionante y mezquina.

<<Hermosa fragancia a fresas y menta…>>─ ¡Jessie…!

Mi nombre resonó por los aires, alejándome de mis razonamientos ─si es que acaso pudiera llamarlos de ese modo─. Avancé en dirección a mi interlocutor, un muchacho desaliñado con apariencia despreocupada,y al que logré reconocer como el mensajero de la intrigante nota.

─ ¿Hallaste el camino, escritora…?

─Por poco y no daba con ustedes.

─ ¡Bah!, no fue tan difícil. Vamos, Helena está adentro esperándote.

Me guio hasta el interior de la casa, y desde ahí, pasamos hasta el patio trasero.

Una vez en el lugar, en medio de un improvisado juego de jardín, una bien vestida mujer, un tanto particular, y de notable apariencia, me invitó a que me sentara en una cómoda silla de pino. Noté que la muchacha no debía pasar más de los veinticinco años:de rostro amable y de ojos expresivos, semblante apacible, cabellos dorados y rizados, pude percibir que había algo más. Lo sabría con exactitud en el transcurso de los minutos.

Hechas las presentaciones, dimos inicio a una conversación entre todos los que nos encontrábamos allí. Huelga decir que, descontando, a cuatro personas ─excluyendo a quien sería mi anfitriona─, terminábamos por confirmar el centro de reunión.

Momentos más tarde, ella pidió que los demás callarán. Se aclaró la garganta, y viéndome, comenzó:

─Jessie, tengo sida, y espero, que esta noticia, no te incomode.

Al instante, comprendí, el porqué de su bajo peso y lo demacrado de su rostro, sin mencionar el agitado temblor de sus manos y lo difícil de su tos ferina, y aunque simulaba estar en control de su afección, su aspecto delataba los signos de una gran batalla contra ese padecimiento.

En ocasiones, melodías y poemas de amor hablan de la flexible y maleable imagen de la juventud. La exhiben como un tesoro de atractivo valor, lo cual es, en cierto modo, un punto irrebatible; no obstante, y al igual que la arcilla, los niños y los adolescentes son de fácil moldeo, propensos y vulnerables a cualquier clase de influencia externa,por lo que, si este aspecto se descuida, podría conllevar a estrepitosas e imprudentes caídas, producto del exceso. Entonces, se podría decir que, el precio a pagar por salir de lo normal, resultaría muy alto.

Y cuando eso ocurre, El brillo se pierde, se vuelve frío, y por consiguiente el valor humano se altera. De pronto, todo se transforma en algo vulgar y esquivo, ajeno a la belleza de la vida. Por otro lado, lo triste de todo esto, es que de una manera u otra, se llama la atención, exponiéndose a los comentarios y la preocupación egoísta y sin medida de los demás. Por consiguiente,la integridad se desvanece y los altibajos terminan siendo, el motivo de varias contradicciones, las cuales terminan a su vez por destrozar el respeto, y la reputación de una vida. Y como verán, no es una reflexión muy ecuánime, sino más bien una estúpida manifestación de lo absurdo.

─No, no me incomoda─respondí comprensiva─, a decir verdad, resulta ser toda una sorpresa. Verás, ese día, no bien hube despedido a tu curioso enviado, pensé en un montón de probabilidades en torno de lo que podría llegar a significar el motivo de la secreta invitación. Concuerdo que no imaginé esto. Con todo, te agradezco tu voto de confianza para conmigo. Y permíteme decirte, que lamento por lo que estás atravesando.

Helena sonrió agradecida e incesante. Prosiguió:

─Eres cortés y sobria, me agradas, chica. De acuerdo, aquí vamos, y lo siguientes que voy a decir es que, tal vez no pase de esta Navidad. Esta es una sentencia que no puede detenerse. No existen abogados para esto ─pausa─. ¿Sabes…? Hasta hace poco eso no me importaba mucho. Pero cuando veo en lo que me he convertido, cuando pienso en lo poco que he vivido y en lo que me resta de esta patética vida miserable que he llevado en tan corto tiempo, y en lo que no disfrutaré. ¡Me frustra! ¡Es realmente, frustrante de un modo que no te das idea, Jessie! >>Porque, toda esta impotencia, todo este enojo de no poder hacer nada en lo absoluto… me debilita, y me lleva hacia a un punto sin retorno, entonces, la amargura es terrible, y me deprime, inflama por dentro y duele más que cualquier otra cosa en el mundo, es como si estuviera lisiada en mi mente y en mi corazón, ¡es irritante!, y me doy cuenta de ello, lo hago perfectamente. Aún así, no lo quiero aceptar, no quiero hacerlo, ¡oh, tú no sabes hasta que punto he luchado por resistirlo!, porque sé, que de un momento a otro moriré, y no habrá nada que pueda impedirlo, nada… –se detuvo y señaló en dirección a una puerta– ella está justo ahí, la veo directo a los ojos, cada día con sus noches… La muerte está allí, Jessie… aguardando, pacientemente, ¡la muy descarada se me queda viendo! Yo lo sé, y ella también, no podré burlarla… ─de súbito, quizás, producto del suplicante momento y atrapada por sus nervios, rió, mientras apretaba sus piernas con las manos, en una inequívoca señal de incapacidad. Su cuerpo se sacudió estremecido–. La muerte está allí, y nada alcanza, nada parece ser suficiente, todo es tan vago, que no sé qué hacer con mi vida, es como… ¡Una visita indeseable, que me abruma!, me abruma como una vieja canción triste.Las paredes se cierran a mi alrededor y solo me queda contemplar inmóvil, cómo mi vida se marchita poco a poco…

Pequeñas lágrimas rodaron por sus adoloridas mejillas. ¿Saben?No puedes quedar inmune a una presencia de ese tipo.Ves a una joven mujer, que se desmorona sin poder evitarlo, y no puedes hacer absolutamente nada. Es como una misteriosa neblina, sin consistencia, removible, ausente.

La vida tan llena de promesas, de súbito se abate sobre si misma hacia un hoyo oscuro sin previo aviso, sin posibilidad alguna de emerger en la plenitud de una nueva oportunidad. Entiendo y todos conocemos, que nadie escoge nacer o morir. Pero lamentablemente, las confusiones y los desaciertos, son a menudo, los corredores por los que transitamos, y por ende, sufrimos las consecuencias de nuestros actos.

─ ¿Me entiendes? –continuó con una ligera sonrisa– ¿Sabes por qué te he hecho venir?, te lo diré: hace un tiempo atrás, leí un trabajo tuyo acerca de un sitio donde curiosamente estuve.Fue y todavía es un buen punto de rehabilitación para gente como yo, digamos: un tanto problemática. Ahora Bien, después de salir de ese lugar, viajé a Buenos Aires. ¡Oh, eso fue paradisíaco!, mucha gente sin normas, todo era al chaka─chaka, y al tazo─tazo, me fumé toda la vida, creí todos los cuentos, llené mi cabeza de locas ideas sin sentido, y tenía sexo con sujetos forrados en dinero, sin que me importara el lugar, ni las condiciones. ¡Sí!, yo simplemente, me aferraba a esos locos momentos con un éxtasis de pasiones sin ataduras, ¡y de ese modo vivía!, de frasco toda la noche, sin pensar que algo pudiera salir mal.¡No, señor!, lo apostaba todo, no quería saber nada más, era al filo─filo, y por supuesto, no entré en razón hasta que ya fue demasiado tarde. Copas, sexo, diversión sin límites. Engullía lo que venía. Lo daba todo y lo exigía todo…. Miserable cretina sin conciencia.

>>¿Hoy…?, todo eso ya no importa, me tiene sin cuidado, me mató por dentro, me destruyó sin censura, me ultrajó la vida, pedazo a pedazo, y de a poco, lo fui perdiendo todo…lentamente al principio, y luego, ¡bam! A pique, como un barco cuando se hunde. ¿Sabes lo curioso de todo esto? ¡Es que nadie tiene la culpa!, solo yo, solo yo he sido la protagonista de una mala película ─rió y tosió un par de veces─ ¡Jamás debí aceptar ese guion!…; pero como dije, debo asumir la responsabilidad de todos mis acciones, aunque,¿quién me quita lo bailado?, diría alguien por ahí. Condenado refrán que no sirve para nada… ─pausa─, hace frío ─cogió un suéter morado tejido a mano del respaldo de una silla y se lo colocó sobre la espalda–, da igual eso ya no tiene importancia, Jessie. Sé que no soy la víctima de todo este embrollo, lo sé muy bien y he aprendido a aceptarlo, porque es una deuda que yo misma generé en mi contra, no obstante, me gustaría advertirles a los mocosos de mi edad, decirles que la vida no es juguete, viene encima de ti cuando menos la esperas y entonces, se te escurre como agua entre los dedos sin siquiera poder eludirlo. No sé si mi historia servirá, pero sería como enseñarle a alguien y mostrarles, como uno se deteriora cuando se entretiene con drogas y alcohol, jugando con el hacha y la espada ─pausa─, la razón no tiene engaños, es mortal si la ignoras, y las consecuencias, las tienes que vivir, de eso no hay vuelta. >>Cuando el sida te pega, es un boleto sin retorno. ¿Sabes cómo me hubiese gustado que mis padres hayan estado un poco más al tanto de todo, metiéndose más en mi vida y no dejarme tan suelta?

>>¿Te cuento algo?, estuve en un albergue cerca de San Isidro y en la parte de atrás, había un antro, de muy mala muerte, las locas divergentes regenteaban el lugar, la mayoría eran “nenas de mami”, por llamarlas así, erráticas y salvajes, con sus novios a todo trapo, y sus autos de lujo.Toda una paradoja nocturna. Ahora escucha, cierta noche, escuchamos un escándalo, mucho ruido, gritos. Dejé las luces de la habitación apagadas y me escabullí hasta la hendija de lapuerta, y, a través de ella, pude observar a una camioneta de color azul y blanco, partiendo a toda marcha, por no decir una grosería. A Partir de ahí, no se las vio más, tampoco quise imaginar lo que pasó esa noche. Como sea, dos días más tarde, me largué del lugar, y no supe nada más de lo ocurrido en ese tugurio.

Calló por unos segundos. Abstraída en una canción que sonaba en las proximidades. Al rato, continuó:─Te ahogas frente a la vista de todos. Mira por ejemplo a los chamacos de hoy, que creen que robar y matar es lo último. Para ellos, es la moda, y en un país como el nuestro, donde la justicia es más lenta que una tortuga y todos miran hacia el otro lado para evitar represalias, el asunto se pone feo y amenazador. Cuando la policía los atrapa, no van a un reformatorio o a esa clase de lugares para chicos con problemas. No; se los regresan a sus padres, por la sencilla razón de que son menores y por tanto no hay trato con la justicia, se marchan y punto, después, de nuevo a los disparos. Yes que nadie quiere implicarse, porque de hacerlo, estarías apostando tu vida ─acercó un poco más su silla hacía mí, y añadió con aire de preocupación─, tengo varios sobrinos, y no te imaginas lo kamikazes que son. Te lo aseguro, a este ritmo ya se encuentran fichados de por vida.

─ ¿Sus padres…? ─me atreví a preguntar.

─ ¿Padres…? ─respondió burlonamente─ ¿Padres…?, prácticamente es como si no los tuvieran. Ellos no tienen nada de preocupación por sus hijos, les da lo mismo. Uno Por un lado y el resto por el otro. ¿Algún tipo de interés…? No; nada de eso, ¡les importan en lo más mínimo! Entretanto tengan sus cigarrillos, la cerveza y puedan ver su programa favorito de televisión, todo estará bien para ellos. Irresponsables inconscientes, que andan a los gritos por el vecindario y a las carcajadas, chismorreando como si fueran unas cotorras vírgenes en épocas de celo.

>>Otra cosa más, un mocoso le descerraja un tiro a una persona cualquiera, trabajadora, etc, y no entraré en más detalles, pero tanto tú como yo, sabemos que con esa acción, acaba de arruinar a toda una familia y en el proceso, ha estremecido a otras. Cuando quisieron traer el Fazer, por decir un ejemplo de escarmiento, recuerdo muy bien, que una periodista de no sé que canal televisivo dijo que eso era un atentado contra los derechos humanos (risas) ¿Es en serio? Matan a un tipo para robarle el auto, a un adolescente para quitarle el celular o las zapatillas o la mochila, violan a una mujer, a una anciana, dejan inconsciente a alguien, etc. ¿Qué sucede a continuación…?

>>La policía da con el delincuente, lo llevan bajo arresto, entonces, ¡zas! ¿Lo próximo…? Una intermitente lluvia de piedras sobre el patrullero con sus alocados “padres”, gritando a todo pulmón “¡Déjalo! ¡Déjalo! ¡Él no ha hecho nada.! Más lluvia de piedras por parte de los enfurecidos vecinos, indignados por semejante atropello policial, ¿es una broma? ¿Te cierra algo de esto? El muy pedazo de rana acaba de tomar una vida y ha dejado a toda una familia en el más trágico momento, sin embargo, al parecer y para otros, aquí no ha sucedido nada. Toda es una revoltosa demencia que no tiene razón de ser.>>La ley no juega todas sus cartas y nadie se responsabiliza por los hechos ocurridos. Has escuchado la frase, ¿falta de méritos? ¿Falta de méritos? ¿Nos ven la cara? La impunidad es la madre de la osadía y de la rebeldía, el trastorno senil de los más jóvenes, y no tanto.

>>Bien Jessie, quiero que pienses por unos momentos en lo siguiente: niñas de ocho, diez a quince años, cerca de sitios en construcción, solas a altas horas de la noche, donde hombres sediciosos y vagabundos transitan por el lugar. Correteando por ahí, lejos de sus casas, siendo manoseadas por otros críos de su edad. Nada más imagínalo. Las puedes ver descansadamente en ese periodos de sus vidas, adolescentes presumidas, con libertad por las calles, por así decirlo, vistiendo unos diseños de ropas tan provocativas que hasta a los perros llaman la atención, entonces, cuando algo sucede, mi pregunta es, ¿de quién es la culpa…? Las viejas alharacas diciéndose unas a otras: “tiene un noviecito”, hasta que el tipejo la deja embarazada. Y ahí lo tienes, una chiquilina de doce años, encinta. ¡Pero, que nadie le diga a su hija que no puede andar sola por la calle. Ella tiene todo el derecho del mundo para hacerlo, e incluso de ir a los clubes nocturnos! ¿Te cuadra todo esto?, en lo personal deberían darle una paliza a los padres por permitir que sus hijos pequeños que poco y nada saben de la vida, frecuenten esos odiosos lugares de perversión y lujuria. Sé, de lo que hablo, porque he estado ahí, y hoy me arrepiento, pero ya es tarde.

>>En este vecindario como en tantos otros la mayoría de los jóvenes no llegarán a los treinta.

>>Todo es una maldita locura. Los chicos de hoy no escuchan, se juegan todo el tiempo con sus armas, atemorizando a la gente por cualquier lado, sin importarles nada: ebrios de alcohol, cerveza tras cerveza, drogas, y luego, más adelante, arrojan sus cuerpos a una zanja. La madre los llora y pide justicia. Mi querida amiga ¡fue tu maldita irresponsabilidad lo que lo condujo a eso! ¿Pides justicia?¿Qué de los hijos huérfanos que dejó su atropello? ¿La viuda que dejó sumida en el más absoluto de los desconciertos? ¿La madre que llora por su hija violada? ¡A quemarropa selló su destino! ¡Recibes lo que mereces!, es una condenada verdad y no miento al respecto. Tarde o temprano todos tienden a caer. Aquello que siembras, es lo que cosechas.

>>La juventud está atorada dentro de una enorme epidermis de enajenación rancia. Yo misma perdí a mi hermano en una balacera en San Andrés. Te arriesgas todo el tiempo, viviendo al máximo, pierdes los estribos, la gente te identifica y después te ves en una persecución policial por toda la Panamericana. Hasta que te descerrajan un tiro, entonces puedes ver su cara de desesperación porque va a morir y nada puedes hacer, no lo puedes detener, es inevitable. Solo estás ahí, acompañándolo hasta el último momento. No hay despedida. No habrá tampoco reencuentros. Y, tal vez la puerca explicación de todo este enebro de majadería, es que no es su culpa, porque nadie nace siendo un asesino, delincuente, pendenciero, patán o malvado. Si no se les brinda una oportunidad, no tendrán escapatoria de su manía. Ellos simplemente toman lo que las calles les ofrece. Emplean de muy malos modos su derecho a escoger. Dan un vistazo a su alrededor. Todo está mal. Nadie hace nada por ellos. Observan con detenimiento a sus modelos a seguir, y de repente, se toman de aquello que está a su alcance, y en el camino otros abusivos, los reclutan y ahí los tienes. Como verás, no es un futuro muy prometedor que digamos

>>Además, ¿sabes cuan feo es perder a toda tu familia o que tus propios familiares no te reconozcan cuando te ven? ─pausa─, y lo gracioso de todo, es que te das cuenta de algo, lo que va, siempre tiende a regresar, si no es hoy, es mañana, pero llega, tarde o temprano: te alcanza, porque todo se paga en esta vida. Mírame, estoy casi del otro lado, y lo peor de todo, es que no estoy preparada para morir, no lo estoy, no quiero morir, Jessie…No así… aún no estoy lista, y es desesperante tener esta idea en tu cabeza sin poder quitártela. Morir sin valía, sin haber alcanzado tus sueños, simplemente perdiéndote en un abismo de sombras.

Se apoyó sobre la mesa, sin esconder su abrumado semblante. No pretendía ser indiscreta. Todos deseaban consolarla, pero nadie se animó a interrumpir el desahogo emocional de sus lágrimas.

Afligida expresó un llanto sin control, que se desbordó, como un réquiem sin respuesta. Los demás han visto hacia otro lado, con lágrimas también en los ojos. ¿La verdad? No sé qué decir, son escenas desgarradoras y fuertes. Pero, ¿qué se puede hacer en momentos como esos, cuando lo que tienes enfrente es una vida cuyo corazón se abre delante de ti, un corazón estropeado y desfalleciente…?

Tras unos minutos, se enjugó el rostro. Me vio, sonrió y asintió agradecida. ¡Cielos! ¿Qué puedo hacer? En ese momento pareció saber lo que pensaba, porque colocó una mano sobre la mía y negó con la cabeza.─Jessie está bien… está bien, solo déjame que prosiga. Como te lo he dicho al comienzo, puede que no alcance para ayudar a nadie, sin embargo, sirve para desahogarme, ¿de acuerdo? ─afirmé con una comprensiva sonrisa─, es todo lo que te pido en estos instante:que me escuches. ¿Lo demás?, ya verás cómo manejarlo ─pausa─. La droga enloquece tu mente, desequilibra tu juicio, te parte en dos, te quiebra, no puedes salir, te extrae la vida entera y terminas en el hospital o en el cementerio, –fijó sus ojos en mí, y esbozó una forzada mueca de fastidio–, lamento que escuches esto. No eres mi psicóloga, tampoco ha sido mi intención que fueras “mi sacerdote” en esta reflexión mía. Con todo, necesitaba un desahogo. Lo cierto es que, me arrepiento, me arrepiento de todo. Si hubiera una manera de arreglar las cosas, lo haría, volvería en el tiempo y lo haría todo de nuevo, pero no puedo… ─tosió reiteradas veces– Jessie, no estoy lista, no sé qué hacer, no lo sé, no sé si podré soportarlo, y siento que tengas que escuchar todo esto… –se puso de pie, restregándose con fuerzas las manos, aspiró en profundidad, y prosiguió con valor en su relato─, los viejos deberían involucrarse más en las vidas de sus hijos, ¿no es cierto…? Ahora yo pregunto, ¿por qué antes disciplinaban como lo hacían, pero hoy no?

>>Una hija que abofetea a su madre, otra que la insulta y se avergüenza en público de su padre, que no ayuda en nada en la casa, que pelea y discute con los maestros y profesores, hasta el punto de amenazarlos o golpearlos, todo eso es sinónimo de rebeldía y mediocres caprichos autoimpuestos, que a su vez, se derivan en vagancia y despilfarro, diversión tras diversión, solo para después acostarse con uno y otro, ¡porque creen que es la vida, y que ser audaz y una maldita hija de la discordia es mejor que sentarse a estudiar, colaborar en su hogar o atender las reglas! Hasta que, de tanto frotarse terminan quemándose delante de las burlas de los demás. En una palabra, se pudren en la miseria de vivir en concubinato mientras los hombres las tratan como basura, ¿a ti te parece…?

Me miró asintiendo con la cabeza y continuó:

─ Si ya sé, mucha palabrería, de seguro te he molestado ¿no?

─No, no te preocupes, todo está bien; es que, no esperaba una conversación de este tipo.

─Te entiendo. No siempre encuentras a alguien que hable de su vida con tanta libertad.

─Así es, por lo general, primero debe dar su consentimiento. Puedo preguntar, ¿por qué lo has hecho?

─La razón es simple. Tú eres escritora; y yo, una historia. Tú escuchas y yo hablo, ¿y esta?, quizás pueda que sirva de reflexión para algo, no lo sé. Te doy mi expresa voluntad de que uses lo que te he dado como mejor te parezca o puedes borrarlo y olvidarte del asunto.

─No, no haría tal cosa.

─Entonces, ¿te sirve este material?

─Helena, tú no eres un material, eres una persona, y lo que has compartido conmigo, tiene un alto valor en sí mismo. No es únicamente un recuerdo de algo que no debería haber ocurrido, sino, el fiel reflejo de una vida que ha sabido comprender los pormenores de su existencia.

─Me alegro que lo menciones. Significa mucho para mí. Como he dicho, no siempre te encuentras a una extraña que desee hablar de su estrepitosa caída.

Rió y su rostro irradió una debilitada luz de emoción. La tarde ya se había convertido en noche, y por un algún raro motivo, ya no sentía temor. También,fui consciente, que una vez terminada la entrevista, me abandonaría a un mundo de teorías y conclusiones.

─Te agradezco tu voto de confianza ─repliqué con suavidad. Me vio por unos instantes y añadió:

─Quiero comentarte algo más. Deseo resumirte como inició mi historia. Unas pocas palabras. Si es que deseas continuar escuchando.

Asentí complacida.

─Cierta vez amé a alguien, no fue un amor loco, ni privado de libertad. Era más bien, ¿cómo decirlo? Íntimo, muy íntimo. Nadie sabía de lo nuestro… desafortunadamente, un día se terminó. El ahogo fue insoportable, no pude más y me arrojé a las drogas y eso, fue lamentable, porque, da pena pensar, que algo así te pueda llevar a cometer esa clase de estupideces. La ignorancia e inmadurez como sabes, son hermanas que pueden echar abajo cualquier cosa…; Yo, fui esa cosa. La amargura me impulsó a beber del veneno, y la soledad, me recibió en sus brazos.

>>No tuve amigos que me aconsejaran, y los pocos que me conocieron, no sirvieron de mucho. Me oculté de la vista de todos y desoí la voz del sentido común. Me encerré en mí misma, y de a poco, comencé a entrar en ese vaivén de angustias y resentimientos. Y; como suele ocurrir en estos casos, no hay nadie que te persuada a que obres con inteligencia. Solo estás tú, acompañada de otros igual a ti, que no les interesa en lo más mínimo lo que suceda con tu vida. Después de todo, la fiesta debe seguir, y si te quedas en el camino, pues, ¡arréglatelas tú sola!Tosió, se incorporó y con su mano me dijo que esperara. Se alejó hacia la entrada que daba el interior de la casa. Transcurrieron unos minutos, tras lo cual, regresó, trayendo consigo un sobre blanco.

─¿Estás bien? ─indagué.

─Sí, descuida, es lo mismo de siempre. ¡Bien!, mi desconocida y estimada escritora, como lo habrás notado, no puedo seguir hablando, se me dificulta un poco el hacerlo, sin embargo, ha sido gratificante. Mira, antes de que te marches, quiero darte algo, una carta dirigida a mis padres…nunca tuve la oportunidad de entregárselas, o tal vez sí, pero igual no viene al caso. Hoy quiero que tú la tengas, te la obsequio, por favor consérvala. Gracias por venir, tal vez puedas contar mi historia como ejemplo para otros o quizás no… ¿Quién sabe?, hoy en día a nadie le importa.

– No, Helena. Me has impresionado y no sé que decir. Tu vida es… algo preciosa, formidable, si cabe la expresión. De algo puedes estar segura, y es que, no dejaré archivado esta confesión. Haré lo mejor que pueda y desde ya, te doy las gracias de nuevo por compartir tu carga conmigo.

–Gracias a ti, Jessie.Hablamos un poco más y nos despedimos, los demás me guiaron hasta la salida y desde allí me ayudaron a que pudiera llegar sana y salva hasta el estacionamiento. Les agradecí su compañía y subí a mi vehículo. Un viejo BMW clásico. Encendí el motor y me alejé del lugar. Durante mi regreso a mi departamento, lo hice abstraída. Aún creía que todo ese episodio había sido un sueño, uno que provocaba pena y dolor. Por supuesto, no fue así. Ya en mi casa. Me zambullí en mi baño para darme una buena ducha, definitivamente la necesitaba. Más tarde, compré unos aperitivos de la tienda comercial del otro lado de la calle, y de esa forma, ansiosa y expectante, retorné con prisa a mí departamento. En la cocina, ubiqué una silla y antes de probar bocado, me dispuse a leer la carta.

Decía lo siguiente:

“No sé cuál es la razón de haber venido al mundo. Soy apenas una niña que comienza a ver la vida, un punto en el universo, un par de ojos bonitos, una princesa que a veces deseó estar en peligro, porque anhelaba ser rescatada por un príncipe azul. He nacido con una oportunidad en la vida, y me he tomado la responsabilidad de desperdiciar su privilegio y a mi destino. Hoy me he olvidado de mis primeras palabras.

He tenido amigos y amigas, todos ellos se han desvanecido con el correr de los años. Mis primeros juguetes fueron calcetines con calcomanías de ídolos a los que no les interesabas en lo más mínimo. Soñaba estar cerca de ellos para poder conversar y disfrutar de buenos momentos, ¿pero qué puedo saber?, son celebridades, mundos lejanos e imposibles de alcanzar. No supe valorar a mis verdaderos amigos que necesitaban serlo, y no los acompañé en sus aventuras; estaba más preocupada teniendo “noviecitos”, par de ignorantes como yo, que lo único que buscaban en mí, era el tesoro más valioso, y sin importar nada, lo obtuvieron sin más. Entonces, me abandonaban. No me importaba,de todas maneras, en la esquina, había otro que repartía flores.

¿Por qué nadie me alertó? Nunca recibí consejos, solo regaños, reproches. Mi corazón de a poco se volvía cada vez más frío, indiferente, y solo importaba la diversión. Ya no había muñecas, sueños, planes, solo drogas, enfermedades, monstruos que daban a luz, tristezas y obsesiones mal pagadas. Ese era mi presente, sola, perdida, sin nadie con quien tomar una taza de café o compartir un mate. Una pordiosera, una enemiga de la felicidad, una calamidad, una joven mujer, hecha todo un desastre, y a la que nadie amaba.

¡Odio lo que me he hecho y en aquello en lo que me he convertido! Lo odio con todas mis fuerzas. Me he enlodado acostándome con la vergüenza, y en esto me he convertido: en una fracasada, una paria desterrada, en el objeto más vil ante los ojos de cualquiera. Pero solo yo he tenido la culpa de todo esto, ha sido mi copa, mi regaño y mi espina. Solo yo he sido frustrada por mi negligencia y falta de experiencia, nadie más tiene parte en esto, es mi herencia, mi legado y mi participación en el engaño.

Tampoco busco quien me salve, siquiera lo he pedido; me encuentro maniatada de manos y pies y la culpa es solo mía. Atravesaré este final yo sola.

¿Cómo explicarles que no lo sabía? Fui ignorante desde el principio, asimismo, nadie me enseñó, nadie me advirtió, no lo sabía, y para cuando lo hice, ya fue demasiado tarde, me envenenaron. Fui muriendo poco a poco, y ¿saben…?, duele, y mucho, es un dolor que no se va, es una aguja, enterrada al rojo vivo, que carcome mis entrañas, evaporándose como el rocío en la mañana.

¡Estoy muriendo!, ¡lo estoy haciendo sola! Y unos pocos me acompañan. Estoy al borde del atardecer y no estoy lista, veo el tiempo injertado en mi piel, que me habla, me dice cosas que no quiero escuchar, entretanto, comprendo que, nadie vendrá en mi auxilio, ¿nadie llorará conmigo?

No seré madre, no tomaré parte en ese milagro, y eso es lo que más entristece, no tener la virtud de portar vida en mi vientre, ¡por favor! no sentiré sus latidos por las noches, no habrá quien me abrace cuando esté dormida, no conoceré el amor de mi vida, y mi hijo no conocerá a su padre, no tendré a ambos, no podré cuidarlos, no lo amamantaré, no le daremos nombre, no seré feliz con ellos, no le veré crecer y no le escucharé decir “Mamá”.

¡Dios!, dame fuerzas, no puedo aguantar esto yo sola, me duele el corazón, me duele la vida que se va, y se termina. ¡Por favor!, sostenme en tus brazos, dame aliento, porque no tendré a mi bebé, no cambiaré sus pañales ni enloqueceré por las noches a causa de sus llantitos, su primer diente, o su paso por la escuela, y su primer amor…

Estoy cansada, estoy muriendo por dentro y por fuera ¿cómo oiré las campanas de mi libertad? ¿Quién hablará de mí? No seré recordada, estoy a las puertas de un mundo extraño y lamento todo esto. Lamento de verdad los tristes momentos que les he hecho pasar. Los amo. Sepan perdonarme por favor. Siempre los llevaré conmigo. Su hija por siempre.

Helena

Ustedes no se imaginan la impotencia al leer esas clarificadoras palabras. ¿Qué podía yo decir en esos agrietados instantes? Mis lagrimas recorrieron esa hoja escrita a mano. Reflexiva permanecía, hasta un largo rato, mientras sentía los latidos de mi corazón.

Pasado un tiempo regresé de nuevo, e incondicionalmente, algo me llevó a ese lugar. Bueno, sí he de decirlo ─resultó ser toda una sorpresa─. Como sea,después de nuestro último encuentro, me mudé en varias ocasiones y tras un corto lapso de ausencia por los alrededores del hogar de Helena, no resistí y me tomé el bus en esa dirección. Necesitaba saber, que había sido de ella. Por supuesto lo hablaré en otro momento.Pensé mucho acerca de la historia de Helen. Sus puntos son objetivos, y puede que algunas personas difieran en algunos aspectos. Pero, en ese contraste, que por mi parte considero indudable, muchos de los sentimientos entran en juego a la hora de revelar fundamentos íntimos, y a causa de esto, ser escuchados es lo que: mujeres como Helen, necesitan, y muy a menudo.De mi parte, entregué su relato tal y como ella lo pidió. Puede que conste o no a la reflexión, se piense al respecto, o se diga: ¡bah, no es la única con sufrimientos! Porque así es el mundo damas y caballeros. A unos, importa, y a otros, ni les va ni les viene.

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