Era amor. Cuando observe de nuevo sus entrañas esparcidas por todo el lugar suspire, habían pedacitos de su piel, su pelo, su ropa contra la pared; en el piso, en la cama, en el baño, en mi… No me gusto ver sus ojos salir de orbita y que me miraran tan fijamente mientras lo ahorcaban mis manos; le asfixiaba la vida pero sin matarlo, quise dejarlo atontado, consciente de mi siguiente paso.

Incluso en sus sucesivos últimos respiros, quiso hablar pero su lengua ya estaba en una caja debajo de mi cama. No me gusto haberle explotado la cabeza con el martillo, porque su cabello comenzaba a desprenderse con cada golpe y por sus puntas chorreaba lo que al parecer eran sus sesos. ¡Era de película! Y no podía creer, que de un ser humano pudiera salir tanta basura inservible, tuve que contener mi risa; aquel momento era sagrado y no era apropiado darme el lujo de arruinarlo. Por cada martillazo en la sien salían chorros de sangre que me bañaban, que se deslizaban desde mi boca hasta mi vientre y pensaba en sus labios caídos y fríos contagiándome de oscuridad y la maldad tomaba más fuerza en mí; queriendo y aun deseando saborear cada gota de su sangre, aunque su sabor era a hierro, sabía a metal, sabía realmente mal.

No me gusto abrirle el estómago con el cuchillo, aunque suene divertido, no me gusto ver sus tripas y sus intestinos además de sus heces fecales esparcidas por mis manos; contuve el vómito y contuve las ganas de comerlo crudo, era de esas sensaciones gelatinosas que se sienten en el momento menos esperado. Incluso sintiendo su sangre en mi cara, manos y vestido, no deje de verle atractivo.

No me gusto ver como sus dientes caían al suelo, cada vez que el alicate hacia el chasquido me daba escalofrió y una especie de excitación me corría pierna arriba, comencé a temblar de emoción y la lujuria atravesó mi cabeza como un rayo inesperado, tuve que armarme de valor para recogerlos y ponerlos en el regadero. Incluso cuando estaba a punto de emanar ese escondido suspiro, sentí una punzada de angustia, pues de su boca solo salía rebotes de sangre e intentaba descifrar sus bocanadas y creo que quería decir que me amaba… Fue excitante, casi al punto del éxtasis probar su carne, luego de haber preferido cortarlo en pedacitos y untarlos en mi cuerpo, mientras metía su pene ya muerto en mis adentros, para sentir por vez única y ultima ese sabor a amor…

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